¿La paz de ETA?


El comunicado del fin de la lucha armada por parte de la banda terrorista ETA es, sin duda, una gran noticia, y dentro de poco será lo que en historia llamamos un “hito”, una señal en el camino de la historia que indique una dirección, un trascurso de acontecimientos. ¿Hacía dónde? Los ciudadanos que desean vivir en democracia esperamos que sea hacia la paz, la paz social que incluye también la resolución de conflictos políticos.

Ante la “caverna ultraderechista mediática”, el pensamiento socialdemócrata podemos hacernos oír, aunque sea en un hilo de voz, ya que sus gritos son gruñidos propios del pensamiento intolerante, para recordar algo tan simple como que ya no habrá más muertos por una reclamación política e ideológica (legítima en democracia) como es la independencia de Euskadi. Esta afirmación no olvida, y tampoco menosprecia, el recuerdo, la memoria histórica de las víctimas, de todos y cada uno de los muertos de la sinrazón.

Por eso llega la hora de los sacrificios, del saber estar a la altura de las circunstancias históricas que se abren para España. Los terroristas con penas que las cumplan, los presos que se acerquen (es de ley y “por ley”), las personas, los ciudadanos que reflexionen, que hagan conciencia cívica, que construyan “civilización”, que perdone quien pueda (ojalá fuéramos todos, pero allá cada uno con su conciencia), que pidan perdón todos los violentos, que reconozcan su error, que (aunque sea un mero símbolo) destruyan las armas, que se dejen las caras sombrías, que los sabios y pacientes enseñen, porque la sabiduría es sólo cuestión de paciencia y expliquen a los que no pueden o no quieren comprender, que la libertad y la paz en una verdadera democracia consiste en algo tan sencillo y complejo a la vez: permitir, dejar ser y soportar “al otro”.

Hay que soportar que una parte de la población vasca tenga un posicionamiento de izquierdas e independentista, o conservador y partidario de la autodeterminación, o más conservador y autonomista, o federalista que desea un estado integrado en otro mayor. Las variantes vascas al existir el conflicto terrorista parecían haberse reducido a dos bloques (como suele pasar en todo conflicto, el anverso y el reverso): los nacionalistas e independentistas en un lado y los constitucionalistas autonómicos en el otro. Sería un grave error mantener esa bipolaridad.

Permitir que se presenten los partidos ilegalizados o que los terroristas arrepentidos y reflexivos (como los que ya pidieron perdón y reconocieron errores) que han influido con su postura al fin de las armas de ETA, puedan participar en la sociedad, integrándose a la vida democrática. Son esos “sacrificios”, o para emplear palabras menos dolorosas, sería ese saber estar ante la nueva situación. El avance de Bildu en las urnas se ha visto también ayudado por personas que no encontraban acomodo en las posturas y opciones políticas del panorama vasco. Ahora, cuando todos deberán “jugar limpio”, pueden volver a valorar sus verdaderas posturas sin una actitud de indignación o descrédito hacia los partidos principales (PNV, PP, IU y PSOE).

Gustavo Adolfo Ordoño ©

 Historiador y periodista 


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