Policías infiltrados, el brazalete amarillo y los anarquistas del XIX


La reciente reunión del BCE (Banco Central Europeo) en Barcelona supuso toda una demostración del poder de los estados. Cuando vivimos en un mundo globalizado (o banalizado, que es lo mismo en cierta forma) que nos ha permitido el crear lazos, uniones, abrir fronteras y propiciar los mayores movimientos de personas con absoluta libertad por todo el mundo, como nunca antes había ocurrido en la historia "emigrante" de la humanidad; hemos podido comprobar cómo los estados se "blindan" por motivos de seguridad, cómo se suspenden libertades individuales o se cierran fronteras cancelando temporalmente, por el tiempo que les convenga, leyes que favorecían la movilidad de los ciudadanos, como es el acuerdo de Schengen.

Toda una demostración de "controlar la cosa/casa". Además de incrementarse la presencia policial de forma literal, con equipamiento antidisturbios, se adiestraron a miembros de las fuerzas de seguridad para infiltrarse entre la ciudadanía, por si era necesario detectar a "agentes subversivos". Esa estrategia ya la experimentaron el 1º de Mayo, en una manifestación anticapitalista celebrada por la tarde en Barcelona. La gracia estuvo en el descaro con el que muchos agentes se declaraban como tales luciendo un brazalete amarillo fluorescente; aunque, la verdad, echando un vistazo rápido enseguida se les distinguía, es como en las "pelis", el aire de pasma lo llevan encima. No sé si el ambiente de esperpento era porque los policías estaban de "prácticas" o porque la banca últimamente parece un circo (con todo los respetos a los payasos y equilibristas, grandes oficios, pero la metáfora venía hecha).

En la Barcelona burguesa y convulsa del siglo XIX también los protagonistas eran el policía y el infiltrado. En una Ciudad Condal agobiada por la violencia anarco-terrorista, Luis Pérez Armiño, nuestro colaborador especializado en terrorismo nos ofrece un texto sobre un personaje a caballo entre el asesino, el traidor y el estafador infiltrado. Vamos, una "perla" el tal Rull.

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