Birmania, ¿noticias de un genocidio?



De Birmania apenas llegan noticias a este lado del planeta. Todo lo que conocemos gira alrededor de la premio Nobel de la Paz de 1991, Suu Kyi, que hace poco volvió a estar de actualidad porque por fin pudo recibir el premio en persona, tras 15 años de arresto domiciliario impuesto por la Junta Militar que gobierna su país y que le prohibió acudir en su momento a recogerlo. En realidad en los medios anglosajones algo se ha seguido la tensión política y los conflictos religiosos desde la iniciada apertura política del régimen birmano; aunque es poca la información que nos llega de ese país y el interés es escaso entre la opinión pública europea, empezando por la insistencia occidental de llamarle Birmania, cuando se cambiaron el nombre y ellos mismos se llaman Myanmar.

Ahora llegan noticias con cuentagotas y teñidas de sangre. Disturbios étnicos que han derivado en represión del ejército y la mayoría budista contra la minoría islámica del estado de Arakan, al oeste del país. Esta minoría son los rohingya. Gracias al blog de Laura Villadiego, El Mundo Desencajado, hermanado con Pax augusta en la lista de blogs preferidos, nos hemos podido enterar e informar antes y mejor que nadie (Laura reside en Bangkok) del asunto en España; porque, en efecto, como ella decía en su blog las noticias de estos incidentes y disturbios raciales apenas tenían cabida en la prensa internacional y menos en la española, las primeras noticias en profundidad se publicaron el pasado fin de semana, transcurridos más de dos meses desde el inicio del conflicto.

El caso de los rohingya es de gran interés por su “novelesca” existencia. Resulta, incluso considerando el hermetismo del gobierno de una Junta Militar como la de Myanmar, de gran estupefacción comprobar que son una población birmana a la que se le ha negado la ciudadanía. Vamos, que no llegan ni al manido estatus de “ciudadanos de segunda”. Invisibles para las autoridades birmanas desde hace treinta años, en 1982, que les denegó la ciudadanía. Al igual que ocurre con otros grupos étnicos, los gitanos en Europa por ejemplo, los rohingya son un pueblo sin estado o país definido. Sin embargo, en los rohingya hay un factor confesional que los aglutina y complica más su vida, son en su mayoría musulmanes como los bengalíes vecinos, con los que comparten además rasgos étnicos y la similitud de sus idiomas. Los militares de Myanmar y los habitantes budistas de la región los han confundido en muchas ocasiones con emigrantes bengalíes ilegales.

La apertura política hacia la democracia iniciada el año pasado y con la premio Nobel Aung San Suu Kyi como cabeza de la oposición, no da garantías de vías de solución a un problema que ya ha alcanzado la categoría de “punto negro” para la ONU y su búsqueda de estabilidad y paz mundial. Suu Kyi no puede ponerse en contra de la mayoría de la población birmana si quiere ganar las primeras elecciones democráticas del país en más de 50 años. Porque en ello radica lo más grave de la cuestión, el pueblo birmano en su gran mayoría odia a los rohingya y apoya las políticas represoras y de expulsión de estos apátridas.



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador

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