Cien años de Partido Comunista en China

Mao Zedong, en un cartel fotografía de propaganda oficial

En el año 2011 se celebró el 90º aniversario de la fundación del Partido Comunista Chino con la vista puesta en el día de hoy, que cumple 100 años. Fue un anticipo grandilocuente del centenario, una celebración con ganas de que llegase esta hora magna. Una conmemoración de cien años que en otros lugares no pasaría de la mera efeméride conmemorativa de la fundación de un partido, pero que en China constituye celebrarlo «Todo». Una existencia como nuevo Estado, toda una realidad social generada tras el triunfo de ese partido comunista y su milicia, el Ejército Popular de Liberación, en la guerra civil de 1949


Mao Zedong, el principal protagonista de un siglo de comunismo en China 


 El líder del partido comunista en el momento de vencer al ejército nacionalista del Koumintang tras un largo conflicto civil, era el joven Mao Zedong; uno de los cofundadores en julio de 1921 del Partido Comunista de China a imagen y semejanza del partido y movimiento marxista liderado en la vecina Rusia por Lenin. Mao y sus «fieles», los supervivientes de la Gran Marcha (1934) que reconstruyeron el partido desde la ciudad norteña de Yan’an, proclamaron la República Popular China en ese año triunfal de 1949. Ese nuevo Estado se estructuró con el gobierno de un único partido, el comunista, faro y eje de la revolución del Pueblo. Durante el mandato de Mao se dieron los procesos de reformas ideológicas y económicas más controvertidos, la llamada Revolución Cultural y el plan económico conocido como El Gran Salto adelante.

La más controvertida y penosa de esas reformas supremas para cambiar la sociedad y el país del Todo bajo el Cielo, la Revolución Cultural, se «pervirtió» de tal manera que desde 1966 supuso en realidad una radicalización del partido en sus tesis más leninistas, copiando la peor versión estalinista de esta línea política con la sistemática depuración de cierta élite intelectual. Las purgas no solamente se dirigieron contra los artistas o las personas relacionadas con la educación y la cultura (maestros y profesores), parte de la sociedad más «aburguesada» (funcionarios y algunos dirigentes del partido) que apostaba por pautas de vida más «occidentales», de carácter democrático y capitalista, también serían represaliados. El número de víctimas de estas purgas es parte de la «historia ocultada» en las celebraciones actuales del centenario y en todas las realizadas por los diferentes gobiernos chinos de la «era post Mao».

La otra gran reforma de Mao, el Gran Salto Adelante, fue a finales de los cincuenta (1950) y comienzos de la década siguiente (1960), y supuso un proyecto fallido de aprovechar el gran capital humano de la China -casi ya en esos años de mil millones de personas- para una rápida industrialización y tecnificación de su sector agrícola. Para muchos historiadores la Revolución Cultural no es otra cosa que la reacción radical de Mao contra sus críticos y la merma de poder que le supuso el fracaso de esta reforma económica. Una serie de factores climáticos, catástrofes naturales y pésima gestión política hizo fracasar la reforma y provocó una de las mayores hambrunas que se conocen en la Historia. Las estimaciones más modestas calculan cerca de quince millones de personas muertas; según otras evaluaciones con las consecuencias a la larga de la hambruna, con nacimientos de niños que no llegaban por enfermedades a la juventud, la cifra sería el doble, una treintena de millones de muertos.

Quema de libros en una ciudad china frontera con el Tíbet durante la llamada
Revolución Cultural de Mao. Idéntica barbarie vista hacer pocas décadas antes
a los nazis en Alemania y a los fascistas en Italia y España



Cambio de estrategia en el PCCh, que no de rumbo


Muerto Mao Zedong en 1976, los partidarios de seguir su línea no consiguieron hacerse con el poder. El liderazgo del Estado chino y del partido correspondería tras las luchas internas de poder a los considerados como «reformistas», encabezados por Deng Xiaoping. El nuevo líder iba a ser pragmático y a permitir una serie de reformas institucionales y económicas de carácter capitalista para favorecer el desarrollo y progreso económico. Eso sí, esa apertura a modos occidentales y a las relaciones de comercio internacionales no suponía bajar la guardia en otro objetivo esencial del Partido Comunista Chino: no volver a permitir las injerencias extranjeras en su país. Sin ir más lejos, la fundación del PCCh en 1921 tuvo lugar en un distrito de la «ciudad internacional» (administrada por potencias europeas) de Shanghái que controlaba Francia

“Da igual que el gato sea blanco que negro, lo importante es que cace ratones”; esta frase se atribuye al mismo Deng para explicar ese cambio al pragmatismo por parte del partido comunista en su línea política y económica. Con tal de que «cace ratones», el sistema económico socialista podía hacer concesiones a los modos capitalistas. Así actuaron los sucesores del reformista Deng Xiaoping, hasta el actual secretario general y los líderes regionales del partido de la nueva China. Seguir esta doctrina basada en la ambigüedad, que mezcla funcionalidad con disciplina y con cierta «liberalidad» económica, ha sido paradójico pero se convirtió en la fórmula oriental de éxito que ha transformado a China, en menos de treinta años, en la segunda potencia económica y militar del mundo

Comunismo y «capitalismo salvaje»


Muchos analistas consideran que el desarrollo tan desmesurado de la economía china se debe a la aplicación, sin miramientos, de modos y maneras «salvajes» del capitalismo. Como políticas de pautas ultraliberales en un país donde, paradójicamente, la protección obrera viene obligada y decretada en la Constitución. Al principio esa contradicción de un desarrollo capitalista «liberalizado» creó desigualdades sociales abismales, sin una clase media sólida. Se apreció en la aparición de ciudadanos chinos muy, muy ricos, -en la actualidad entre los más ricos del mundo hay empresarios chinos- y ciudadanos muy pobres que no habían alcanzado ni las cuotas medias de desarrollo. En las décadas de este siglo, sin embargo, la planificación económica de los gobiernos chinos han trabajado sobre el reforzamiento de una «clase media» china y los niveles de vida entre los ciudadanos se han igualado. Es uno de los logros que más se festejan en este centenario del PCCh

Lo que más igualaría a esa incipiente clase media china fueron sus salarios bajos, imposible de comparar a los occidentales que no pudieron competir con los chinos en la economía manufacturada. Se podría argumentar que usaron un «comunismo salvaje» en los salarios contra las reglas del «capitalismo salvaje» que imperaba ya entre las décadas de 1980-1990. De esta forma, la gran mayoría de la sociedad china y de su población trabajadora se ha convertido en la mano de obra barata del mundo. Mire su Smartphone, su móvil, su i-Pad, su Notebook, su portátil, su tostadora, su cafetera… en algún lugar verá la etiqueta Made in China aunque su producto tenga marca europea o estadounidense.


La corrupción y la «soñada democracia»


Hace diez años, en el discurso pronunciado por Hu Jintao, el líder chino en 2011, para conmemorar aquel primer congreso de Shangai en 1921, se hizo una seria advertencia a los jerarcas, a la clase política y a los nuevos grandes empresarios. El partido no permitiría que la corrupción se convierta en sistémica en China y siga prosperando. En las consultas internas que hace el partido comprueban que la principal queja del pueblo chino es la corrupción creciente entre sus élites. Especifican esa queja y no la hacen contra el partido o contra la particular ideología comunista que éste defiende.

Sin embargo, como ocurre con los actuales líderes comunistas del gobierno chino, Jintao no habló en 2011 de «adaptar y asumir» medidas democráticas, como se hizo con el capitalismo en la economía china, para contrarrestar esa corrupción, controlarla y eliminarla. Y eso que el líder que le sucedió en 2012, el carismático Xi Jinping, se consideraba en su momento un político reformador que creó grandes expectativas en Occidente. No fue así, se volvió a una «política de personalismo» a niveles superiores a la era de Mao. El PCCh, encarnado en Xi Jinping, está implicado en todas las facetas de la vida de los chinos.

De ese supuesto «reformismo liberal» que iba a ser la Administración de Xi, hemos vuelto a palabras «conservadoras», donde priman la estabilidad y seguridad a toda costa para mantener todo lo conseguido. Los incuestionables éxitos económicos -que han llevado a guerras comerciales con EEUU- son la mejor justificación del partido comunista para «imponer» una calma social a cualquier precio. Actitud desde el gobierno chino que ha incrementado las detenciones de disidentes. Según se justifica esta línea de actuación, habría sido el partido comunista en estos cien años el garantizado como la única forma de gestionar y gobernar una nación tan «singular» (única) como la China.



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista

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