Los apátridas, ciudadanos del mundo


En otra publicación de Pax augusta mencionábamos el reciente aumento de refugiados en el mundo provocado por conflictos como el de Siria o Irak, incrementando también el número de personas que perdían su nacionalidad, su condición de ciudadanos de un Estado. De alguna forma se puede decir que “llovía sobre mojado” en una región donde perder la ciudadanía es más sencillo que acudir a una consulta médica. Aunque podrían ser lo mismo, no confundir a los refugiados con los apátridas, o viceversa. Existen ciertos matices en el derecho internacional sobre ser un refugiado y considerarse un sin patria en un Estado de acogida. Nacionalidad y ciudadanía son considerados sinónimos, pero pueden existir excepciones, como los exiliados políticos, “ciudadanos acogidos” que han perdido su nacionalidad.

Puedes ser refugiado político o refugiado por causa de los ‘desastres naturales’ y buscar amparo y seguridad en un país vecino. Y puedes ser apátrida dentro de un Estado constituido y estructurado, con ciertas garantías jurídicas y llevar una vida “normal”. Tu problema es que ese país no te reconoce como nacional (ni ningún otro) y por eso tu estatus y tus derechos serán diferentes al resto de tus vecinos. Puede existir el caso de que renuncies a una nacionalidad, por diferentes motivos, incluido el de secesionismo y que hasta que adquieras una nueva patria o nacionalidad  estés en el “limbo” internacional. En ese caso sólo te queda ser amparado por Naciones Unidas, por los organismos especializados de la ONU.

Aprovechemos la siguiente colaboración de Luis Pérez Armiño en Pax augusta, para conocer mejor esta figura del apátrida, que tuvo a personajes tan conocidos en la lista de los sin patria como Albert Einstein, Anna Frank, Rainer Maria Rilke o el filósofo Nietzsche...

Leer:  "Gente de ninguna parte"

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