Brasil y el fin del 'momento político' de América Latina

 
Dilma Rousseff, presidenta del Brasil

Debí ser de las pocas personas que en España comprasen el libro titulado “El momento político de América Latina”, publicado en 2011 por la Fundación Carolina y la editorial Siglo XXI, bajo la dirección de cualificados analistas y estudiosos de la región como la profesora y ex política, Rosa Conde o del jurista y ex ministro socialista, Gustavo Suárez Pertierra. Lo hice por obtener bibliografía para una asignatura de relaciones con Iberoamérica que formaba parte de un máster que estaba estudiando. Vivíamos un nuevo “boom” latinoamericano, pero no de las letras, que había que “estudiar”. Éste se basaba en un esplendor de “nuevas” fuerzas políticas de supuesto cuño progresista y en un desarrollo económico sorprendente, al darse en medio de una severa crisis financiera y económica internacional.

Portada del libro “El momento político de América Latina”
Brasil era y es la “locomotora” económica latina con un crecimiento medio del 4% en la primera década del siglo XXI (llegó al 7,5% en 2010); sin embargo, ese crecimiento económico seguía cuestionado por el irregular desarrollo socioeconómico que descubría los “pies de barro” del gigante americano. Desde los gobiernos de Lula da Silva y su sucesora política, Dilma Rousseff, se pretendió combatir la gran desigualdad social en un país donde la pobreza resulta más indigna a la vista de sus grandes recursos económicos. Entre las medidas políticas que se tomaron para ello estarían el combate contra la corrupción institucional y la eventual mejora de estructuras estatales, como la educación (muy precaria en Brasil) y la sanidad.

Pues bien, en el último lustro y sobre todo desde el año pasado, 2015, el Brasil ha entrado en una grave recesión económica motivada por la nueva coyuntura, el descenso del precio de las materias primas y el frenazo económico chino, pero apuntalada por una serie de factores internos que la presidenta Rousseff intenta “maquillar” con el viejo sistema de “echar balones fuera”, culpar a los factores externos. La base del ascenso económico brasileño fue el aumento del consumo. Se incentivó el consumo entre las familias con las políticas sociales que pretendían reducir la desigualdad, había subsidios, aumentos salariales, recortes en algunos impuestos...la fórmula sirvió hasta que subieron los precios básicos y aumentó el desempleo.

Además, un factor interno que es menospreciado por el gobierno de Rousseff, la inestabilidad política generada por los casos de corrupción en la petrolera estatal Petrobras, donde se ha visto implicado el carismático Lula da Silva, junto a la pugna legislativa que se da entre el Congreso, dominado por la oposición, y el gobierno de Dilma Rousseff, no ayudan a mejorar el marco político y social necesario para volver a encauzar el crecimiento económico.

Lula y Rousseff. Fuente fotografía

Brasil depende mucho de Petrobras y las inversiones que genera ese gigante productor de petróleo. Es lo que llaman en América Latina: “Capitalismo de Estado”. Empresas que realizaban infraestructuras para la petrolera estatal ya no invierten en ella (y por tanto, en Brasil). Unas, como la empresa brasileña Odebrecht, por verse implicadas de manera directa en los delitos de corrupción; otras, como las de capital extranjero o asociado (la Repsol española) por desconfianza y temor a realizar nuevas inversiones en un contexto “político-económico” tan inestable.

Brasil, por otra parte como cualquier otro país del mundo, deberá combatir la corrupción política para pode mejorar su situación económica. Lo malo y lo bueno en Brasil radica en tener a la más alta instancia del gobierno, la presidenta Rousseff, acusada de “responsabilidad política” en los casos más graves de corrupción, con un impeachment (juicio político) en marcha. Malo porque genera más incertidumbre que no es adecuada para el crecimiento económico. Bueno porque supone, si se demuestra la irresponsabilidad, un gran paso en la lucha contra la corrupción.


Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador

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