La muerte de Fidel Castro, Cuba y el principio de incertidumbre

Banderas a media asta en La Habana. Fuente imagen EFE
Ha muerto Fidel Castro el pasado 25 de noviembre de 2016 y parece que esta vez la noticia es cierta. Muy cierta. ¿Y ahora qué? Cuando fallece un personaje histórico del nivel de Fidel Castro, se oye el ruido del pasar de página de la historia y se muestra otra hoja, en blanco, por escribir. En algunos casos, al pasar página, se pueden leer unas pocas líneas de un esquema de lo que será la nueva época que se inicia. En este caso no es así. Aunque para unos el guión que debería seguirse es el de una transición a la democracia, para otros el guionista escribirá unas líneas similares a las que había en páginas anteriores: más de lo mismo, Raúl Castro mantendrá el Régimen creado por su hermano. 

¿Muerto el dictador se acabó el régimen? ¿Muerto el líder de la Revolución cubana morirá ésta? ¿Muerto Castro se abrirá un proceso democrático? ¿Muerta la conciencia de la revolución comunista cubana, ésta se reinventará en la nueva época abierta? Y así podríamos estar todo el día, haciendo preguntas que no despejarían la incertidumbre. Aunque, quizás la clave estuviese en cambiar el enfoque de las preguntas. Muy pocas veces preguntamos, ¿qué hará el pueblo cubano tras la muerte del hombre que cambió la historia de la isla caribeña? Pues su primera reacción ha sido muy tibia, silencio y espera en La Habana.


En realidad, para tener una completa visión de cuál ha sido la reacción popular de los cubanos ante la muerte de Fidel Castro, debemos incluir las dos realidades de Cuba. La que sobrevive a una eterna precariedad económica en la isla y la que emigró a Florida, Miami, constituyendo el llamado exilio cubano. En Miami se ha celebrado la muerte de Castro como el fin de un tirano. Algo previsible, no obstante. En la capital cubana, La Habana, el anuncio de la muerte del líder de la Revolución fue con nocturnidad, cuando muchos dormían. Luego, la prudencia del que ha recibido otras veces la gran noticia y ha sido falsa, hizo que se buscase una reacción tranquila, de esperar a ver. Finalmente, el pueblo cubano de la isla se va haciendo idea de la verdad y, aunque no están resultando exaltadas, comienzan las muestras de dolor por la muerte del personaje, del “padre”, del líder, Fidel Castro.

Fidel Castro en 2003. Imagen libre Wikipedia

No es por ser aguafiestas, pero tanto los cubanos de una realidad como de la otra (Miami-La Habana) se llevarán una gran decepción. Los cambios democráticos no deben ser impuestos por presiones externas. Y menos si vienen de una nueva Administración estadounidense, la del republicano Trump, que frenará el acercamiento conseguido entre los dos países si exige inmediatas reformas democráticas, que en realidad serían reformas capitalistas en una economía cubana siempre dependiente y condicionada por la volatilidad de las industrias primarias. El uso y el disfrute de ‘formas democráticas’ deberían partir del pueblo cubano. Atreverse a exigirlas será otra cosa. La formación de partidos, a día de hoy, resulta una entelequia en Cuba.

El poder asociarse libremente, primer paso para crear partidos, el derecho al uso de medios de expresión o la libertad de crear una plataforma para contradecir, negar o aborrecer a la Revolución, está muy lejos de suceder. Ser “antisistema” en un régimen tan singular (por algo se le llama Castrista) es imposible. El primer ladrillo de la “casa democrática” sería el poder contestar al sistema (régimen) dentro del propio sistema. Ser contestatario dentro del Régimen castrista pero no a niveles de las ‘Damas de Blanco’, sino de partido político o de organización cívica que aglutinase a parte de la población. Pero el cubano medio, generaciones pasadas y actuales, ha sido educado en el discurso revolucionario de la “bi-postura”: o socialismo o muerte (capitalismo).

Dentro del “principio de incertidumbre” que ha supuesto la muerte de Fidel Castro, se tiene una “certidumbre” que parece poder demostrarse. Si al cubano medio sólo le importa, como a la mayoría de los ciudadanos medios del mundo, su bienestar económico y si las reformas van encaminadas a las mejoras económicas, las luchas por la libertad y la democracia se abandonarían (ni se empiezan) y se verían inútiles. Difícil será hacerles ver a los cubanos de la isla que una cosa llevaría a la otra. De ese cariz-económico- han sido las tímidas reformas aperturistas desde que Fidel Castro abandonó la primera fila del poder en 2006. Quizás su muerte no sea tan principio de incertidumbre como parecía...




Gustavo Adolfo Ordoño ©

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