Stalingrado, 75º Aniversario

Stalingrado, 1943


 Stalin versus Hitler. Del pacto de No Agresión firmado hacía poco tiempo por ambos, a ser agredido el primero y agresor el segundo. La Guerra Mundial iniciada con la invasión que ambas potencias realizaron de Polonia sufre un -¿inesperado?- giro en su trayectoria cuando el 21 de junio de 1941 el führer decide invadir la Unión Soviética y abrir el frente oriental. La invasión nazi parecía ser otra guerra relámpago victoriosa de su ejército, pero las tropas alemanas se quedarían a la puertas de Leningrado y de Moscú. No asegurar las grandes extensiones de tierra capturadas y abrir otro frente al sur, fueron las principales razones del fracaso de Hitler en su ‘Operación Barbaroja’ (invasión de la Unión Soviética).

Stalingrado, la ciudad con el nombre del odiado Stalin


Un planteamiento a simple vista razonable y certero, como era abrir en el sur de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) otro frente bélico para capturar el acceso a las tierras ricas en petróleo, en el Caúcaso, y asegurarse así el suministro de carburantes necesarios para la logística de un ejército que luchaba en toda Europa, quedaría pronto en una obstinación de Hitler, que no deseaba ceder ni una calle de las conquistadas en la ciudad que llevaba el nombre de su enemigo por excelencia, Stalin.

Sin escuchar a ninguno de sus generales, que consideraban otro el principal objetivo, Adolf Hitler trazaba en los mapas de guerra que le ponían sobre su mesa las líneas del frente en la zona de Stalingrado. Su consigna: resistir hasta la muerte. ¡Pobre infeliz el qué osase contravenir sus deseos! El general Zeitzler, Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, se jugaba su carrera en todos los vanos intentos de convencer al líder nazi que debían romper el cerco por el oeste y abandonar la ciudad para reunir al VI Ejército con el resto de la Wehrmacht, que se replegaba por el centro de la URSS.

Una de las resistencias y de los asedios más inhumanos de la Historia


 Para muchos historiadores el fin del régimen nazi estuvo en el fracaso por tomar Stalingrado. Desde esa derrota, la Wehrmacht no tuvo ninguna victoria en el Este y no pudo frenar ni una semana el imparable avance del Ejército Rojo en dirección a Berlín. Sobre el papel que desplegaban los tácticos militares se puede decir que fue una engañosa victoria soviética, pues tener a cinco ejércitos ocupados en desalojar a un solo ejército germano, asfixiado en una “bolsa”, no tiene gran mérito estratégico. La clave estaría en la gran fortaleza moral que suministró esta victoria a los ejércitos soviéticos, y al mismo pueblo de la URSS.

El balance de víctimas humanas, el impacto medioambiental (se luchaba por controlar al gran río Volga) y la herida en las conciencias de varias generaciones, es todavía motivo de debate y análisis. Se desconocen cifras exactas, aunque cualquiera es escandalosa cuando se trata de comprender el odio vertido en conquistar una ciudad y la sangría propiciada en resistir contra tanques con las simples manos. Si indicamos que ambos ejércitos tuvieron, cada uno, un millón de bajas y que los muertos civiles en la ciudad fueron también un millón, tendríamos la cifra vergonzante de ¡3 millones de víctimas!



Volvogrado vuelve por unos días a ser Stalingrado

 Cada 2 de febrero, Volgogrado, la ciudad del Volga, se llama de manera simbólica otra vez Stalingrado. En las conmemoraciones del 2 de febrero del 2013 (70º Aniversario), el presidente Putin, incluso, decretó que por un día la ciudad volviera a llamarse oficialmente la ciudad de Stalin (Stalingrado). A pesar de la gran controversia que en la misma Rusia existe sobre la figura del dictador, para muchos la mejor forma de conmemorar el aniversario de la madre de todas las batallas es recuperando el nombre del líder soviético. El protagonista de la conmemoración suele ser un desfile en presencia de veteranos de esa batalla, aunque cada vez quedan menos y se compensa con un veterano "inmortal", el mítico tanque ruso T-34, el arma acorazada insignia del ejército soviético desde 1940, que encabeza el desfile.

En los discursos tras el desfile se remarca el gran orgullo que debe ser siempre para el pueblo ruso esa gran hazaña que liberó al mundo del yugo de la Alemania nazi. Y aunque responden a un claro enaltecimiento del patriotismo ruso, a esa retórica no le falta cierta razón. Desde ese febrero gélido de 1943, la debacle nazi era evidente. La rendición total del VI ejército la firmó su comandante en jefe, Friedrich Paulus, el 2 de febrero de 1943. Hoy hace 75 años. 



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y Periodista 

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