Desde primeros de año, 2012, el
gobierno británico conservador de David Cameron ha estado negociando con el partido independentista escocés, que ganó las
últimas elecciones al parlamento de Escocia por mayoría absoluta, la
celebración de un referéndum para preguntar a los escoceses si deseaban la independencia del Reino Unido. Con madurez y sentido
común, Cameron ha sabido tratar la cuestión peliaguda para el nacionalismo
británico de contemplar la posibilidad de que parte del territorio, el antiguo
reino de Escocia, deje el país de la bandera Union Jack.
Es normal que Cataluña mire con
cierta envidia a las islas británicas por haber conseguido Escocia un referéndum sobre su independencia para el 2014; aunque los casos son parecidos, existen
grandes diferencias históricas y políticas en estos dos
asuntos secesionistas. La envidia empieza en la composición del gobierno escocés, allí el partido independentista gobierna con mayoría
absoluta. Precisamente esa victoria electoral contundente es lo que hizo al
gobierno conservador de Londres asumir la realidad democrática y la necesidad de aceptar
negociar los términos de un referéndum vinculante. El presidente catalán, Artur Mas, ha
adelantado las elecciones autonómicas pensando en el caso escocés. Tener una
mayoría absoluta en la Generalitat hará más acuciante la necesidad de
aceptar por parte de Madrid la posible consulta popular.
En la prensa británica no
entiende la “ceguera” española al no ver que las actitudes intolerantes solo
generan más tensión. Es psicología de manual básico. Desde la Biblia ya se
advertía de que las prohibiciones (no morder la manzana) sobre algo suelen
generar mayor deseo (mordisco) sobre eso que se prohíbe. Por tanto, la estrategia
británica es más astuta y cabal, demostrando mayor madurez democrática y más cultura
política. El gobierno de Cameron también podría haber prohibido la consulta en
Escocia, pues solamente Londres tiene potestad para decretarla, pero la decisión
de permitir el referéndum además de rebajar tensiones ha favorecido las
posturas de tolerancia y de seguir conviviendo bajo un mismo Estado, como hace más
de 300 años hacen ingleses y escoceses; objetivo que lógicamente persiguen los
nacionalistas británicos.
Los nacionalistas españoles, o más
bien los “españolistas”, que se aferran a la ilegalidad de plantear un referéndum
en Cataluña argumentando que la Ley de leyes (la Constitución) no lo permite,
están consiguiendo ese obvio sentimiento que apuntaba un cronista del Financial Times: “Decir a alguien que hay algo que está terminantemente prohibido- el
referéndum-, es la forma más segura de avivar su deseo de hacer eso
precisamente.” Por eso el presidente Mas está “erre que erre” con lo que la
consulta se hará, legal o ilegalmente…
Intente encontrar las 10 semejanzas y diferencias. Solución en la próxima entrega de Pax augusta
Los paralelismos entre Escocia y
Cataluña no pasan más allá de fechas y de anhelos nacionalistas. Las fechas son
coincidentes desde el siglo XVIII, no busquen Edades Medias o épocas romanas,
no “maltraten” a la Historia, si us plau.
En 1707 los escoceses (por su propia voluntad) firmaron con los ingleses el
Acta de Unión, germen de la actual Gran Bretaña. En 1714, los catalanes son los
perdedores de la Guerra de Sucesión española (1701-1714) pues habían apoyado al
bando “austriaco” y los Decretos de Nueva Planta emitidos por la nueva dinastía
borbónica, Felipe V, suponen para ellos su “pérdida” de independencia. Más allá
de estos 300 años compartidos en “matrimonios forzosos” según los nacionalistas
escoceses y catalanes, no hay mayores semejanzas.
En Cataluña se han conseguido
grandes niveles de autogobierno, insuficientes si bien es cierto para el mejor
encaje en el Estado español, pero en Escocia los niveles de autonomía no les llegan ni a las rodillas de los catalanes. Esa es otra paradoja, pues el
independentismo es menor en Escocia, aún teniendo menos autonomía, que en
Cataluña, que ya sobrepasa, según últimas encuestas, un porcentaje del 50% de
la población catalana.
Es por eso que el líder
independentista escocés, Alex Salmond, deseaba en la consulta popular, como mal
menor si se perdía la independencia, ofrecer una tercera vía que planteaba
seguir en el Reino Unido pero sólo cediendo el ejército y la política exterior
en las competencias de gobierno soberano. Los británicos han estado hábiles y
han permitido el referéndum pero no esa “3ª vía”; la consulta será “Sí o No” a
la independencia, siendo el resultado vinculante y acabando con el “problema”
para siempre, pues se prevé que salga el No y los independentistas serían “acallados”
de por vida.
Mi reflexión es si el gobierno
español debería asumir esa realidad de que Cataluña necesita y desea una
consulta, permitirla con sus riesgos y hacer política con sentido común y
abogar por la pedagogía de explicar las ventajas de seguir unidos. Hacer el
resultado, como los británicos, vinculante; y si sale No a la independencia,
renegociar la forma de “unión”, aceptar el Estatuto que deseen los catalanes y dejar
sin objetivos a los independentistas. Aún así, ¿asumirían los independentistas
la voluntad popular (que tanto reclaman) y cejarían en sus propósitos? Me temo
que esto es España, aún nos falta mucha madurez y flema política a la británica….
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