Resulta muy
atractivo para los aficionados a las curiosidades históricas las asombrosas
coincidencias que los hechos registrables, a veces, proporcionan. Como si se
diera crédito a lo de que la Historia es cíclica y que siempre se repite,
incluidos los actores principales (con nombres o apodos similares), algunas
relaciones de hechos son, además de curiosas, más importantes de lo que parece.
Y eso que los escépticos sobre el valor de la historia (a la que siguen viendo
igual que a una densa relación de fechas) como ciencia social podrían emplear
estas curiosidades como argumento para despreciarla, aún más, y decir que la
historia entraría en la categoría de pseudociencia
del azar. Como la astronomía en relación con la astrología, por poner un ejemplo
gráfico.
Pero atiendan a
esta “carta astral” de circunstancias y luego reflexionen. Tamerlán Tsarnaev,
el terrorista que colocó las bombas en la maratón de Boston junto a su hermano,
Dzhokhar, llevaba el nombre del último gran conquistador del Asia Central,
Tamerlán el Cojo o el Grande, según los cronistas en contra
o a favor. Tiene la coincidencia de nombre su importancia porque el Tamerlán del siglo XIV fue el que
sembró y expandió el Islam por Euroasia
y el centro asiático que ahora, con irracional radicalismo, ha servido al Tamerlán del siglo XXI para
justificar sus atentados.
Tamerlán Tsarnaev
era originario de una zona arrebatada a mongoles y rusos por un noble musulmán
de origen turco, Tamerlán el Conquistador; el prototipo de
caudillo del Islam cuyo afán era expandir la religión de Mahoma a través de la
Guerra Santa. Papel que Tamerlán el Cojo
hizo muy bien, sus innumerables batallas se cuentan por victorias y partiendo de
ser visir del virrey de Transoxiana (región del imperio Mongol), acabó autoproclamándose
monarca de un imperio que iba desde la Georgia rusa hasta la India (arrasó Delhi
en 1398), pasando por Oriente Medio, lo que hizo parar los pies a los turcos en
su conquista de Constantinopla y, paradoja, permitir al cristianismo (ortodoxo)
un siglo más de vida en Bizancio.
Al morir Tamerlán (no el terrorista, me refiero
al rey) su vasto imperio no tenía, en realidad, consistencia y unidad política.
Se crearía entre sus hijos y familiares una dinastía, los timúridas, al estilo (argumento para los teóricos
“la Historia se repite”) macedonio- helenístico- como ocurrió dos mil años antes
con el imperio de Alejandro Magno, que se repartiría caóticamente cada pedazo
de las tierras conquistadas por el fundador, Tamerlán el Grande.
Tamerlán, terrorista del siglo XXI, nació
en tierras caucásicas conquistadas para el Islam por otro Tamerlán con similar motivación que el autor de las bombas de la
maratón de Boston: la defensa del Islam, como religión verdadera y suprema, que
debe prevalecer sobre las otras. Lo que ocurre es que en el contexto histórico de
Tamerlán el Cojo sus acciones encajan
sin estridencias y la defensa del Islam estaba basada en la conquista militar. Ocurre,
por desgracia, que la acción de Tamerlán
Tsarnaev también encaja sin sorpresa en el contexto histórico del siglo XXI.
El islamista (no
confundir con el musulmán creyente, advertir ese importante matiz) más
radicalizado, valga la redundancia, ha sustituido la conquista militar por la
violencia terrorista; un arma accesible para cualquier persona que se
autoproclame no emperador, pero sí combatiente autónomo de cualquier causa (que
los islamistas no tienen la exclusiva). Tamerlán
el Cojo provocaría masacres en sus asedios y conquistas, sin ningún cargo
de conciencia (no tenían nuestra actual conciencia, es obvio). Tamerlán el Terrorista, provocó su “particular
masacre” sin ningún cargo de conciencia; él sí tenía la misma conciencia que Tamerlán el Conquistador.
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