Sabía que iba a ser complicado
promocionar al bien y la bondad, así lo advertía en la entrada de esta página cuando anunciaba que tendríamos una nueva etiqueta: el Estudio del Bien. Lo que no sabía es que pronto iba a
encontrarme con los prejuicios sobre las consideraciones de buena conducta, al
ilustrar mi entrada con una imagen del venerado (en la India) Vicente Ferrer.
Sigo pensando que es una buena ilustración de un hombre bueno; el hecho de
fotografiarse haciendo el bien no parece gustar a algunas personas que razonan
de forma simplona acusando al protagonista de la instantánea de buscar notoriedad personal. El bien debe ser
discreto, sino se desconfía mucho de él. Ven como yo tenía razón, va a ser complicado.
A Confucio (551 a. C- 479 a. C) le
pasó algo parecido hace 2.500 años en la civilizada China. Su filosofía se basa
en esencia en promocionar e instaurar como forma de vida individual y colectiva
la Buena
Conducta. Una de las aportaciones más importantes de Confucio fue el
introducir valores de una correcta conducta personal en los actos de los
Estados, de los gobernantes. Si el príncipe se rige por buenas conductas, es
virtuoso, llevará a su país por el buen gobierno. Se pueden imaginar las
dificultades que tuvo en su predicación ante los poderosos, pero ante sus
conciudadanos tampoco fue fácil hacer ver que su filosofía era desinteresada,
que no buscaba nada para sí mismo cuando se acercaba a predicar sus ideas y
virtudes de bien entre los notables.
Esas buenas conductas no eran más
que propuestas de hacer el bien y de buscar con ello el bien común. Ahora
resulta casi infantil asociar la bondad con progreso y bienestar. La
competitividad en el capitalismo obliga a enriquecerse, no a subsistir. El fin
justifica los medios es la filosofía que siguen todos los dirigentes del mundo,
incluidos los chinos que pronto dejaron de adoptar a Confucio y sus ideas como “religión”
oficial.
Regirse por las buenas conductas
parece sencillo cuando las limitamos a nuestro entorno personal o, como mucho,
familiar. Eso está bien y eso es bueno para mí y para los míos, por eso debo adoptarlo
como un buen acto. Pero no es tan sencillo. Nos puede parecer un buen acto (que
no buena conducta) no comprar unas zapatillas deportivas porque las ha
realizado un niño de 7 años a medio dólar la hora, pero con ello no vamos a
conseguir erradicar la Mala Conducta que ha llevado a esos
extremos el mercado de consumo en las sociedades desarrolladas.
Las máximas del pensamiento de Confucio son “la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo y el respeto a los mayores y antepasados”. Estas virtudes aplicadas a los gobernantes-gobernados, dirigentes-dirigidos, empresarios-trabajadores, maridos-mujeres, padres-hijos,...en relaciones lo más equilibradas posibles daban la fórmula del éxito para que una sociedad prosperase y progresara. ¿Parece sencillo? Pues ni siquiera su promoción y su publicidad lo son. Cuando empresas, grandes multinacionales, deciden (por paradójico que les parezca) disminuir su rentabilidad, dejando de fabricar a bajos costes o aumentando el bienestar de sus empleados, es decir, tener buenas conductas, siempre desconfiamos de ellas...por sistema; como se desconfía de cualquiera que hace gala de bondad y benevolencia.
.- Imagen de Confucio tomada de Wikimedia
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