¿Les paree normal
el triunfo del partido xenófobo de extrema derecha, el Frente Nacional,
liderado por Marine Le Pen en Francia en las últimas elecciones europeas?
Quizás normal no sea la palabra adecuada. ¿Les parece razonable? Bueno, tampoco
resulta convincente usar la razón como única forma de análisis. ¿Es lógica esa
victoria electoral en Europa de un partido antieuropeo? Tampoco avanzaríamos
mucho planteando así la pregunta. La progresión del Frente Nacional ha sido muy
irregular, avanza como fuerza política siguiendo el patrón del enfado. Cuando
los franceses están más cabreados,
mejores resultados tienen los Le Pen en las urnas. Lo peor es que su
indignación no es cívica, es reaccionaria y nacionalista, chovinista... siento
acudir al tópico, pero es así. Los franceses abusan del chovinismo.
Si en España analizábamos
que quizás el sorprendente buen resultado del joven partido ‘Podemos’ servía de laboratorio social en Europa, con ese movimiento de indignados tomando sitio
en la izquierda española, en Francia nos debería sorprender ese ascenso tan
alarmante de la extrema derecha; para el primer ministro francés, Manuel Valls,
“no es una alarma, es un terremoto”. Y tanto; esa victoria del Frente Nacional
profundiza en la crisis de los socialdemócratas franceses, en caída libre del
apoyo ciudadano, como ha ocurrido con los socialistas españoles y la sorpresa
de ‘Podemos’ y el aumento de votos a Izquierda Plural (Izquierda Unida).
En el análisis político
y sociológico europeo se miraba, igual que a la moda de París, a las tendencias
mostradas en Francia. Cuando existía un posicionamiento del electorado al voto
de izquierdas, queriendo tener una postura crítica hacia Bruselas y Berlín, en
el resto de países se tendía a creer que era un indicador de los votos en otros
estados, sobre todo del sur europeo. Sin embargo, los franceses hace mucho que
van con el pie cambiado. Cuando ha gobernado la derecha en Francia, en España,
por ejemplo, han estado gobernando los socialistas (PSOE); y viceversa. Ahora
en el electorado español se tiende a la izquierda más purista y en el francés a
la derecha más conservadora. El desfile europeo desentona. En Grecia e Italia se
ha marcado el paso con la izquierda, pero en muchos otros países la tendencia,
como en Francia, la marca la extrema derecha: Dinamarca, Croacia, Hungría,
Reino Unido…
Pero resulta
complejo hacer formulaciones porque existe un común
denominador para todos los partidos en auge o victoriosos en las elecciones
europeas, ya sean de izquierdas o de derechas. Ese denominador es la indignación.
Es muy preocupante ver al Frente Nacional defender y argumentar ciertas
propuestas de sus objetivos políticos con el mismo razonamiento que la
izquierda purista o radical. Comparten la misma raíz del hartazgo social contra
la clase política del “Establishment” europeo y de sus respectivos países, lanzando un discurso atractivo para
cualquier ideología: programas “anti-sistema” y “anti-globalización”, basados
en “un referéndum para aprobar la salida de Francia de la moneda única y la
devolución de la soberanía presupuestaria, fiscal y monetaria a los Estados
nación”.
Todo ello con un discurso euroescéptico
radical que, al igual que la izquierda extrema, aboga por eliminar el
control político y financiero de Bruselas ejercido a través de la “Troika”. Lo
peor de la extrema derecha es que suma a estos objetivos anti europeos los
postulados racistas y xenófobos que parten del “Francia para los franceses”. La
emigración es vista en términos de mentes genocidas.
Una muestra son las palabras atroces de Jean-Marie Le Pen, fundador del
FN y reelegido eurodiputado: “el señor Ébola podría arreglar el problema
demográfico de África”.
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