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Trump contra Jeb Bush en un debate televisivo de la CNN. Fuente: David Becker (REUTERS) |
Lamentarse a estas alturas no sirve de mucho, pensarán con gran razón. Donald
Trump es el candidato republicano a la Casa Blanca, un
hecho incuestionable cuando ya se han dado los tres debates electorales en los
medios de Estados Unidos y quedan 15 días para la gran cita
del 8 de noviembre. Pero estarán conmigo que merece la pena reflexionar
cómo ha llegado hasta esta recta final un candidato del partido Republicano,
Trump, repudiado hasta por ex presidentes republicanos de EEUU (el clan de los
Bush). Podría hacer una comparación “odiosa” con el ascenso de Hitler
al poder en 1933, pero es un recurso muy manido. A Trump mucha gente
le compara con el dictador nazi porque es el agravio más simple. Además, en la Alemania
del periodo de entreguerras no existía la información global e inmediata que
facilita Internet. A la opinión pública alemana de esa época le llegaban
pequeñas informaciones (muy sesgadas) del líder en ascenso que aseguraba iba a
devolver el orgullo y la riqueza que se merecían los alemanes.
En la actualidad existe “sobre información”. Estamos al día de las
salidas de tono y los comentarios políticos de los candidatos electorales. En
el caso de Donald Trump es lo que llamamos en periodismo una “gallina de
los huevos de oro”. Es raro el día que no facilite un titular. Sus
comentarios xenófobos, racistas o machistas, serían suficientes motivos
para cualquier persona de buena voluntad que evitaría votar a este candidato.
Sin embargo, tiene votantes suficientes para poner en duda una clara victoria de
la candidata demócrata, Hillary Clinton. Supongo que un primer indicio de
las posibilidades de Trump está en la misma Hillary. Según los analistas de
campañas en Estados Unidos, es la primera vez que se enfrentan dos
candidatos presidenciales tan impopulares.
Es decir, republicanos moderados que quizás se pensasen votar a Hillary
Clinton no lo van a hacer porque no la soportan. El clan Clinton es
arrogante, petulante en su trato con los medios y con gran parte de la opinión
pública de la llamada “América profunda”. Tiene, además, asuntos turbios en
temas tan “sagrados” para los conservadores como la fidelidad conyugal
en el seno de un matrimonio que, siempre, debe ser ejemplar. En fin,
hipocresías de ese tipo aupan a candidatos mediocres, mal preparados para las
relaciones sociales, incultos y soeces. Entre votar a un candidato que hace
comentarios denigratorios para la mujer y a una candidata con una turbia
relación matrimonial, el voto conservador y populista de EEUU irá para
el primero.
Por eso, aunque importantes cargos republicanos estén retirando cada día
su apoyo a Trump, sigue existiendo una masa de votantes conservadores y,
sobre todo, de ciudadanos indecisos que votan a un partido u otro según las actuales
circunstancias internas y externas (internacionales) del país, con muchos
prejuicios hacia la opción “mal menor” de la demócrata Clinton. Incluso,
algo tan delicado y polémico como la sintonía entre un líder ruso y un
candidato presidencial estadounidense, Putin y Trump, está funcionando
con esa “perversa” lógica inversa que rodea todo lo relacionado con la
candidatura de Donald Trump.
Lo lógico sería cerrar filas como patriotas ante la evidente estrategia
de influir en las elecciones de EEUU que está utilizando el presidente
ruso, Putin, con su “antinatural” apoyo al salvaje capitalista y multimillonario
Trump. Sin embargo, esa machista opción de dos tipos machotes y bravucones
que se meten con la “listilla” de la clase y la acusan de abusos de poder (irónico,
en dos abusones), es del gusto general, rebuscado y populista, de muchos –
demasiados- votantes conservadores (incluidas mujeres) de Estados Unidos. Si fuesen
las elecciones presidenciales de Filipinas ya sabríamos quién las ganaría,
allí ganó el Trump filipino, presidente Duterte. Lo malo, no, lo pésimo, es que
se tratan de las elecciones presidenciales en la primera superpotencia mundial.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
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