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Emmanuel Macron, presidente electo de la República de Francia |
"La France ne peut
être la France sans la grandeur" ( "Francia no puede ser Francia sin grandeza",
Charles de Gaulle, 1890-1970)
Infinidad de veces en la historia
de Europa (y mundial), Francia ha marcado el camino. Mucho
más, ha marcado el paso a seguir por ese camino. La vieja potencia europea
lleva mucho tiempo en declive geopolítico, aunque eso no le ha impendido
liderar tendencias culturales y artísticas. Si querías ser artista de renombre
(o sin él) debías acudir a París. No eres un escritor prestigioso y de estimada
calidad si Francia no te laurea de alguna forma. En España, sin ir más lejos, el término "afrancesado" remite
a connotaciones de aventajado culturalmente, como lo eran los seguidores de los
valores de la Ilustración francesa en el siglo XVIII. La grandeur que tanto reclamaba de
Gaulle desde 1945 habría quedado para los discursos solemnes, pero su
influencia cultural y política sigue intacta en su más inmediato entorno
europeo.
Por estas tierras ibéricas, aficionados
al chiste que trivializa las situaciones graves, la elección a la presidencia
francesa entre la extrema derecha de Le Pen y el liberalismo de centroderecha de Macron, se resumió a elegir entre:
“susto o muerte”. Asustados estábamos en Europa con la posibilidad de tener en
el poder mundial a otro político populista, de los que son anti-realidad creada
por la globalización. Negacionistas de un mundo globalizado que, en cambio,
necesita con urgencia soluciones nuevas y globales. Hubiera sido la “muerte” anunciada
de Europa. Por eso, que los franceses hayan elegido “susto”, nos tiene que
alegrar. Macron es un susto que no
te lleva a infartar.
¿Pero será Emmanuel Macron el prototipo de político que marcará el camino en
la nueva política europea? Existen elementos de comparación con España, leves,
pero existen. De otros países europeos no puedo afirmar que existan tantos
paralelismos. Aunque, en realidad, hacer estas elucubraciones es como merendar
uvas en una vendimia, que puede parecer idiota pero muy placentero. En primer
lugar se afirma con demasiada rotundidad que el triunfo de Le Pen y Macron
llegando a la segunda vuelta presidencial de Francia ha supuesto la derrota en
este país del bipartidismo (izquierda-derecha) por culpa de “nuevos partidos”. Pues
Marine Le Pen, recordemos, se presentaba por un partido, Frente Nacional, fundado por su padre. Jean-Marie Le Pen, hace la “friolera” de 45 años (1972).
Luego, Macron, aunque se presentase
por una fuerza política con un año de vida, En Marche!, proviene de ese ‘bipartidismo’ supuestamente
derrotado en las urnas. Fue ministro de economía del presidente saliente,
Hollande. En Francia es muy habitual que los grandes partidos tradicionales, tanto
de izquierda como derecha, tengan políticos independientes entre sus candidatos
y gestores. Esto es así, porque el presidente lo es de la República (de todos)
y no de un parlamento con una fuerza política más votada. Macron, por
ejemplo, tiene en su mano, como opción más normal, volver a poner a alguien de
ese relegado establishment bipartidista,
a un socialista o a un conservador moderado, en el puesto (crucial) de Primer Ministro.
Así pues, por mucho que Albert Rivera (Ciudadanos) en España se
alegre al ver como un político joven fundador de un nuevo partido centrista en
Francia llega a la presidencia, sintiéndose reflejado, habrá que poner los pies
en la tierra y darse cuenta de que al establishment
político “tradicional” se le puede acortar terreno electoral, incluso
ganarle elecciones, pero no desbancarle o eliminar de nuestros sistemas políticos.
En España, nos pongamos como nos pongamos, no se ha vencido al bipartidismo. La
derecha sigue en el poder, haciendo contrapeso en la balanza (bipartidismo)
donde las izquierdas se salen de su platillo a lo tonto, de vez en cuando, sin
querer “sumar” peso que les incline a la victoria. La deriva errática, en mi
opinión, del nuevo partido Podemos, con su personalista líder Pablo Iglesias, es un ejemplo de que en España tampoco se derrotará de manera definitiva al clásico bipartidismo.
El camino que marca Macron es muy distinto al que abrió Podemos
hace tres años en España. El nuevo presidente representa también a una ciudadanía
cansada e indignada, pero además a unos ciudadanos asustados y preocupados por
el avance de políticas “anti-sistema” o populismo oportunista, lo vendan como
lo vendan. Propuestas que quieren reinventar la democracia a su manera, en
lugar de reformarla para “todos”. Algo así ocurre con la regeneración de la Unión
Europea, entre eurófobos que quieren
reinventar la Europa sin Europa y los europeístas
que queremos reformarla para el bien de todos. En fin, que soy de los que se
alegran por el triunfo del “susto Macrón”; aunque solo sea porque se declara
europeísta de pro... que no es poco en estos tiempos.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
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