Rafael Casanova y la ensaladilla rusa del independentismo catalán


Recreación de época junto al monumento de Rafael Casanova en la Diada de 2013. Fuente imagen

  A los pies de la estatua del primero “austricista” y luego rebelde catalán, Rafael Casanova, se iban posando flores de vivos colores, muchas componiendo banderas de supuestos y no supuestos pueblos oprimidos. Al consejero jefe de Barcelona al inicio del siglo XVIII, le corresponde en la Diada catalana, 11 de septiembre, soportar sobre sus hombros la delicada carga del derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas del mundo. ¡Toma ya, castaña! Como escenografía reconozco que resulta solemne y vistosa esa tradicional ofrenda floral. Aunque, por poner pegas, la banda sonora es muy machacona, acabas pelín cansado de escuchar tantas veces Els Segadors, declarado “himno oficial” de Cataluña en 1993, más de 250 años después de los heroicos actos a los que enmarca con sus sones.

Por las líneas anteriores ya pasaré a ser declarado “enemigo oficial” de Cataluña. Son tiempos en los que se necesita oficializar todo. Hasta a los "perfectos idiotas" debemos oficializar y para eso ya están las redes sociales, gracias a Dios. Me imagino que pocos de los presentes en esa ofrenda floral han tirado de Wikipedia, al menos, para saber quién era el tal Rafael Casanova. Unos porque no les hace falta, lo llevan en la sangre y en el ADN catalanista, por favor, cómo oso; y otros porque les importa un pimiento saber quién era Casanova (apellido “muy italiano”, ¿verdad?), con tal de doblar el espinazo, colocar sus flores, y mostrar todo el respeto por ese prócer de Cataluña, una tierra humillada y colonizada desde la época de Carlomagno… o así.

Iba a escribir “con estupor”, que queda muy de columnista de La Razón, pero ya ni eso. Ver a cuatro nacionalistas andaluces con su bandera tartesia y a uno de Venecia, con la de la República Independiente de Venecia, en la ofrenda floral a Casanova, pues ya ni estupor me provoca. Imagino, también, que lo que pretenden generar es desazón y temor porque los pilares de mi civilización hispánica, imperial y tirana, se derrumban como castelles mal armados. Aunque a estas alturas del texto, alguna y alguno ya sospecharán qué me han provocado ciertas imágenes de la ofrenda floral en la Diada de este 2017, por si acaso lo dejo claro: pena y sonrisa.

Esas sensaciones pueden aparecer en su espíritu si siguen leyendo. A pesar de que mi vanidad como escritor, si han leído hasta aquí, espera que ya tengan, al menos, una leve sonrisa, el sentimiento de pena me será más complicado “compartir” con ustedes. Lo digo más que nada porque es una emoción y suelen ser las causas más complejas de analizar. Supongo que serán muchos los que han sentido pena como yo ante ciertos actos de la Diada, pero seguro que son muchos también los que les ha provocado simpatía, orgullo o algo peor, odio. Es lo que pasa cuando se cocina una ensaladilla rusa con los ingredientes de la historia, la política y las emociones

Rafael Casanova, el patriota catalán que nunca luchó contra España


La fecha de 1888 en que se erige la estatua a Rafael Casanova en Barcelona puede explicar, en parte, que este partidario del candidato de los Austrias en la larga guerra de sucesión española (1702-1714) haya sido considerado un patriota catalán. El siglo XIX es el siglo que a nivel internacional crea el concepto o ideal del nacionalismo. En Cataluña se estaba produciendo la metamorfosis del regionalismo a la crisálida del nacionalismo. Casanova debía tener, sin matices historicistas, una estatua en la capital de la nación catalana que defendió contra el invasor borbónico. 

Es verdad, por tanto, que puede considerarse un patriota catalán. Porque de su inicial postura de dirigente barcelonés al servicio del archiduque Carlos de Austria (que se nos olvida fue jurado en 1705 como rey de España en Barcelona), pasó a ser nombrado por los autoridades y asambleas catalanas como Conseller en Cap (Consejero Jefe), cuando Cataluña decidió seguir luchando (una decisión también llena de diferencias en la “Junta de Brazos”) y no reconocer a Felipe V como rey. En la historiografía existe la misma confrontación enconada que existe en política sobre el mayor o menor catalanismo de Casanova, pues para algunos fue un simple héroe de circunstancias y para otros el representante de una tendencia ya “independentista” del pueblo catalán, recuperando el sentir de rebeldía de 1640. 

Juramento de fidelidad de Cataluña al rey de España Carlos III, en realidad el pretendiente archiduque Carlos de Austria

También es verdad que la figura de Casanova ha sido en exceso instrumentalizada por el nacionalismo-independentismo catalán cuando le convierte en un prócer del patriotismo catalán. Atendiendo a los hechos y a la documentación, con la habitual polémica entre sus perspectivas, Rafael Casanova pudo evitar la masacre del ataque final en el asedio de Barcelona ese 11 de septiembre, pero no lo hizo al no asumir la rendición incondicional que exigía el mariscal duque de Berwick. Los informes donde se demostraba la imposibilidad de seguir resistiendo, que le dieron los militares catalanes encargados de la defensa, fueron desatendidos por Casanova. El ejército borbónico causó unas 6.000 muertes en la toma de Barcelona.

No entro en el debate sobre la actitud que tuvo Casanova una vez culminado el desastre que él provocó en última instancia. Si fue digna y de consideración patriótica o pragmática y circunstancial; porque entre otras cosas no hay consenso sobre si fue herido grave o leve, si se hizo pasar por muerto o huyó a un pueblo perdido… Lo que sí deseo apuntar es que esas fuerzas militares que entraron en Barcelona el 11 de septiembre de 1714 no eran “España” (contra Cataluña). Recordar que estaban lideradas por franceses y que la Generalitat defendía la libertad de los catalanes, pero también de valencianos y aragoneses a los que se les había quitado sus fueros (Constituciones) y, en general, “luchaba por la Corona de Aragón y por la libertad de toda España” de la tiranía borbónica, como rezaba su declaración de guerra acordada en julio de 1713.




Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista  

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