María Teresa Revilla, la única ‘madre’ de la Constitución española de 1978



Cartel del documental de Olivia Acosta, "Las Constituyentes" (2011) 

Que la Constitución española se redactó en otros tiempos es una obviedad. Ni existían las redes sociales ni Internet estaba universalizado. Se fumaba en los hospitales y el servicio militar era obligatorio. Las mujeres apenas habían salido del ostracismo al que la dictadura les condenó; convertidas en esposas y madres, los roles naturales para las españolas de bien. Que cada diciembre se conmemore el aniversario de esta Ley de leyes, mencionando a los Padres de la Constitución como una de las principales facetas de este logro histórico para España, habla mucho del carácter “patriarcal” que tenía (y sigue teniendo) la sociedad española. No obstante, en toda historia siempre existe un matiz o una excepción que permite ver la esperanza de que las cosas podían haber sido mejor. En este caso el “detalle” excepcional fue la comisionada Mª Teresa Revilla y las otras 26 mujeres parlamentarias de las Cortes Constituyentes entre 1977 y 1979.

Revilla llegó a estar en la Comisión Constitucional encargada de redactar la Constitución, fue la única mujer. Pero cuando se eligió a los ponentes que harían la redacción final, no fue seleccionada. De todas maneras, al ser una Constitución “parlamentaria”, redactada finalmente según las ponencias y sugerencias de los parlamentarios, esas 27 mujeres, 21 diputadas y 6 senadoras, pueden ser con todo derecho consideradas “matriarcas” de la Constitución. La participación de Mª Teresa Revilla en la Comisión Constituyente, la convertiría en madre principal de esas matriarcas de la Constitución.

Entre sus recuerdos está un “machismo” en la Constitución que ahora la Historia ha querido ironizar. Ella se abstuvo en la ponencia sobre la sucesión de la Corona, porque defendía la igualdad entre hombres y mujeres también en ese importante fundamento de la Constitución. Hoy día la sucesión de la Corona no puede recaer en varón alguno, que es la preferencia estipulada en el texto constitucional. Leonor, la Princesa de Asturias, obliga a una reforma (o retoque) sí o sí de la Constitución. En esa época no se pensaba en la eventual relevancia que una mujer podría tener en algo tan sustancial como la sucesión a la Jefatura de Estado. Toda esta reflexión se hace al margen de otras posibles reformas, más utópicas sobre el papel, como sería el establecer el derecho de elección del pueblo español de su sistema de Estado: monarquía o república.  




Teresa Revilla era diputada por la UCD, partido del primer presidente democrático Adolfo Suárez,  y tuvo la “osadía” feminista de abstenerse, no seguir el dictamen de voto del partido que apoyaba el artículo 57.1 que regula la sucesión de la Corona y la preferencia del varón, porque consideraba una contradicción evidente con el artículo 14 que estipula que todos los españoles son iguales, sin discriminación por sexo, raza, religión... Preparó una enmienda, pero no pudo explicarla y desarrollarla ante el veto de un diputado que argumentó que el voto individual no se  podía (entonces) defender. Desde ese momento fue siendo discriminada en funciones menores dentro de su partido y en el gabinete de la UCD que gobernó a partir de 1979. En 1982 ya no fue seleccionada en las listas electorales del partido de Suárez.

La ‘madre’ Constituyente reconoce que hasta en las mismas parlamentarias existían mentalidades acomplejadas y sentimientos de inferioridad de la mujer propios de la sociedad española del momento. Aún así, reconoce el gran valor de actitudes como la suya. De una clarividencia que sirve de ejemplo para hombres y mujeres, incluidas las más feministas, de ahora. Al aprobarse el artículo 14 por unanimidad pidió parlamentar y estas fueros sus palabras:

La mujer adquiere, por fin, la plenitud de derechos. La votación ha sido unánime, pero las mujeres no vamos a dar las gracias por ello ni tampoco vamos a mirar hacia el pasado con amargura o con rencor, ahora buscamos el futuro y en el futuro queremos simplemente querer ser para ser lo que podamos”.

  
Gustavo Adolfo Ordoño ©

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