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«Tipos malos» de la Historia |
La maldad, estarán conmigo, impera y campea por el mundo como Pedro por su casa. Hablando de Pedros, San Pedro fue también «malvado», tentado por la maldad. En el Nuevo Testamento, libro de valor histórico porque describe el nacimiento de una nueva religión, Pedro fue durante unos momentos un tipo malo. El futuro fundador de la Iglesia católica negó hasta tres veces a Jesús. Fue por miedo, según la justificación de San Pedro. Miedo a que el Poder establecido, los que determinaban qué estaba bien y qué estaba mal, le relacionasen con ese «rebelde» que tenía un nuevo pensamiento sobre lo que debía ser el bien y el mal. Ese acto egoísta, ese temor a reconocerse como discípulo de Cristo, le llevó a cometer un mal acto
Todas las religiones se plantean el
origen de la maldad o la usan como «lo antagonista» de su concepto del bien.
Sin quererlo, también, la mayoría de las confesiones se han decidido por dotar
a la maldad de un componente propio del sujeto, más que una cualidad otorgada
por un dios o de una
deformación del individuo por influencias de su entorno (explicación
socioeducativa). Desde la Antigüedad, las religiones han dado a la maldad
un carácter individualista. Una opción no determinista que el ser
humano tomaba y desde la que actuaba causando el mal.
En el Antiguo
Testamento el tipo más malo resultó ser ella. La mujer que (opta por hacerlo) «muerde la manzana» y desencadena el
pecado original en el mundo. Era otra forma de decir que Pandora abrió
la caja de los «malos vientos», de los males. Provocar desgracias y males estaba
motivado por sentir una injusticia: el no poder gozar de ciertas cosas que los
dioses prohibían a los hombres. El ser humano se sentía agraviado, culpando de
ello al destino o a los dioses y buscaba así una justificación para realizar el
mal.
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El «pecado original» que nos convirtió en «malvados» |
El «tipo malo» siempre justifica
sus acciones por ser víctima de una desgracia o de una injusticia. O por sentir
temor (miedo) hacia lo extraño o por lo que cree superior. Hitler justificó
su plan de exterminio, «la solución final», de toda una
nación-etnia (los judíos) porque la consideraba culpable de la injusticia
histórica en la que vivía Alemania, desde su sometimiento al resto de Europa
tras acabar la Primera Guerra Mundial. ¿Espantoso, verdad? Pues esa premisa
es seguida por todos los tipos malos. Bin Laden, según sus propias
palabras, justificó la destrucción de las Torres Gemelas porque el mundo
occidental estaba subyugando al Islam, la verdadera fe (de acuerdo a sus convicciones) cuya doctrina debía ser el auténtico y único imperio moral regidor del mundo.
Cuando historiadores, sociólogos,
teólogos, psicólogos, antropólogos, filósofos y moralistas se han puesto a
intentar entender por qué el ser humano actúa
mal, comete maldades, cada uno ha “barrido para casa”. Las hipótesis científicas o las explicaciones de orden moral llegan a conclusiones muy
diferentes y a la vez tienen una raíz común: la individualidad del ser humano
es la causa de la maldad. Al hilo de este razonamiento surgen otras cuestiones:
¿no existe maldad como algo intrínseco de las sociedades? ¿Son los tipos malos
los que llevan a una sociedad entera a ser malvada? ¿Fue Hitler quien convirtió en perversa a la sociedad alemana de 1939?
Complicada se pone la cuestión cuando se trata de entender acontecimientos históricos realizados por
colectivos humanos y que son «pura
maldad». La barbarie deja de ser una perversidad del individuo, una
enfermedad mental o una única “oveja negra” dentro del colectivo, para
convertirse en una «decisión adoptada» por toda una sociedad. Por eso, en la
actualidad, no deberían incomodarnos los procesos
de conciencia y de memoria histórica, que se hacen en el seno de muchas sociedades
de países con pasado traumático y actos criminales porque serían las mejores opciones
de esos colectivos de volver al “buen camino”.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
Historiador y periodista
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