Invadir Portugal, un desconocido plan militar de la Segunda Guerra Mundial

Una imagen que se pudo dar en las costas de España y Portugal, pero que pertenecen a la operación Torch, el desembarco aliado en el Norte de África. Fuente imagen: Keystone/Hulton Archive/Getty Images

En pleno aniversario del ‘Desembarco de Normandía’, resurgen las teorías sobre la posibilidad de haber comenzado la invasión aliada por la península ibérica. Las más “románticas” señalan a España como objetivo de la invasión para librarla del régimen fascista que había ganado la Guerra Civil, y luego continuar por Francia para expulsar a los nazis. Estas hipótesis basculan entre la ficción y la investigación histórica.

Es verídico que alguien, de las cientos de personas que componían el Estado Mayor de los aliados, planteó esa posibilidad de invadir España aunque lo hiciera pensando solo en los aspectos estratégicos militares. Esos aspectos fueron en 1942 ante la posibilidad de que España entrase en la guerra ayudando a los nazis en una hipotética invasión del Marruecos francés, en el marco del plan aliado Torch de desembarcar en África. Aunque, más que nada, se planteó la invasión del Marruecos español. Otro aspecto estratégico surgió en 1944, sería cortar el suministro español de wolframio a los nazis invadiendo el norte peninsular.

Pero un planteamiento no hace un plan si no se planifica. No se han aportado en las investigaciones documentos que avalen la proyección detallada de esos planes. Sin embargo, en el bando contrario sí que se llegó a planificar una invasión detallada de la península en 1940. Se trató del plan militar nazi, con ayuda de la España de Franco, para invadir Portugal, tradicional aliado de los británicos. 

Portugal en la Segunda Guerra Mundial 


Los británicos apoyaban sin miramientos y sin ninguna hipocresía a un dictador ibérico. Y lo hacían desde mucho antes que Franco ganase la contienda civil española y se convirtiera en un dictador de facto en Madrid, al que la diplomacia británica dudaba en reconocer. Nos referimos a António de Oliveira Salazar, el creador de un régimen autoritario conocido como Estado Novo. El apoyo británico a Portugal es una de esas realidades históricas que por secular, nunca se pone en cuestión. No obstante, en 1940, a Londres le comenzó a molestar mucho el apoyo portugués a la dictadura de Franco; sobre todo porque iba acompañado de un rearme del ejército luso a base de comprar grandes cantidades de armamento a los alemanes de Hitler y los italianos de Mussolini, aliados militares de Franco.

Habían pasado por alto que Portugal interviniese en la Guerra Civil española de manera directa, apoyando a los sublevados contra la República, con la aportación de los 8.000 voluntarios portugueses, los “famosos Viriatos”. Era algo que en la hipocresía de la diplomacia de entreguerras se podía tolerar, pero que en plena Segunda Guerra Mundial suponía “jugar con fuego” para los portugueses. La balanza comercial entre la Alemania de Hitler y el Portugal de Salazar era cada vez más importante en la economía de Lisboa. Las materias primas portuguesas, como el tungsteno, el zinc, o el manganeso y  el mencionado wolframio, interesaban a la belicista Alemania desde los contactos que tuvieron en la Guerra Civil española. Portugal fue el primer país en apoyar al sublevado general Franco.

La proyectada invasión hispano-alemana de Portugal 


Salazar se alegró de la sublevación golpista contra la República española. Por eso coqueteó con los fascismos europeos que apoyarían a Franco y que incomodaban tanto a Londres. El dictador portugués, temió tener como vecino a un país gobernado por fuerzas izquierdistas que llevasen a toda la península a una especie de revolución comunista. Precisamente, el cerrado apoyo británico a Salazar se debía al interés geoestratégico de Londres de no perder a un aliado tradicional cayendo Portugal en la órbita de los países que miraban a la naciente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y sus grandes movimientos sociales de masas.

De izqda. a dcha. Serrano Suñer, Franco y Salazar, en la reunión mantenida en Sevilla de 1942. Fuente: Archivo del ABC

Algo que pudo ocurrir en el periodo de gran inestabilidad social y político que vivió Portugal entre 1919 y 1926. La influencia de Londres era densa y determinante sobre Lisboa, no solo por los acuerdos comerciales ventajosos (ambos países se concedían créditos a fondo perdido), también por la dependencia militar portuguesa de la ayuda inglesa.

Siempre fue así, desde el mismo origen y consolidación del país, pues el contingente inglés de la batalla de Aljubarrota (1385) fue crucial para decantar la victoria de Juan I (consolidación dinastía Avís) ante los castellanos de otro Juan I, rey de Castilla. Y más de 500 años después también el apoyo militar, en este caso ya británico, sería imprescindible para evitar una invasión española, auspiciada por la Alemania nazi. El ejército portugués en solitario sería incapaz de hacer frente al “Plan de Operaciones 34”, nombre que le dieron los militares españoles al anexo sobre la invasión de Portugal, dentro del plan general de intervención militar nazi en la península conocido como “Operación Félix”.

En 1940 ese fue un plan que de verdad estuvo sobre la mesa de operaciones del Estado Mayor de Hitler. Salazar así lo vio también. Alemania había invadido con pasmosa facilidad ese año Francia y las especulaciones sobre una posible invasión nazi de la península para tomar posiciones ante la previsible reacción aliada, con consentimiento o no de España, eran más que verosímiles. Había que trabajar la neutralidad peninsular más que nunca. En esto coinciden muchos historiadores, en conceder más valor a las gestiones de Salazar en conseguir no entrar en la guerra que a los otorgados (por él mismo) éxitos de Franco en esta cuestión.

Batería defensiva de costa que fue contemporánea de los hechos contados en este texto. Son los restos del complejo militar de Punta Lucero en Zierbena (Bilbao). Fuente imagen

El “Plan de Operaciones 34” suponía un apéndice de la “Operación Félix” nazi de entrar en España, desplegar posiciones en las costas y tomar Gibraltar. Era evitar, antes de que ocurriera, el eventual desembarco británico en Portugal, para interceptar en medio del suelo peninsular a germanos y sus aliados españoles. Algo que ya hicieron en las guerras napoleónicas. La voz cantante de la invasión a Portugal la llevarían los alemanes. El jefe supremo de la operación saldría del “cercano” París, sería el VI Ejército Alemán del general Walter Von Reichena. El plan era meticuloso, usando el 39º Cuerpo Motorizado de ese VI Ejército, sumado a las fuerzas que Franco facilitaría desplegadas por toda la frontera hispano lusa, se abrirían tres frentes: al norte para conquistar Oporto, al centro para tomar Lisboa y al sur con la toma del Algarve. 

El devenir de la historia ha convertido este plan en ficción histórica. La invasión no se produjo a causa de innumerables razones. Muchas de carácter diplomático (El Pacto Ibérico de 1942 o el Acuerdo luso-británico que permitió el uso militar de las Azores en 1944), ya que estamos habituados a dar más protagonismo a las acciones y hazañas bélicas del desarrollo de la Segunda Guerra Mundial que a las cuestiones políticas o económicas. Sí, Hitler también usó la diplomacia y los enredos políticos para intentar conquistar objetivos sin necesidad de desplegar divisiones acorazadas. Algo cambió en los planes germanos tras las reuniones con portugueses (clandestinas, pero se dieron para mantener el suministro de wolframio) y españoles (famosa reunión de Franco y Hitler en Hendaya), y el plan se desechó para suerte de los dos regímenes dictatoriales ibéricos que no habrían podido manejar el hecho de tener tres divisiones acorazadas nazis en la península.   


Gustavo Adolfo Ordoño ©

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