Historia de las alianzas militares; la anglo-portuguesa estaría entre las más viejas

 

Una de las fotografías realizadas en el encuentro entre soldados estadounidenses y soviéticos en el río Elba, cerca de la ciudad alemana de Torgau. Fue en abril de 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial donde habían sido aliados militares. Créditos de la imagen: Gueorgui Jomzor/Sputnik

Las alianzas militares son tan viejas como las guerras. A lo largo de la historia algunas de estas alianzas han marcado una época o han reordenado la geopolítica mundial. Lo hemos visto estos días finales de junio en Madrid, con la cumbre de la OTAN. Una alianza militar surgida durante la Guerra Fría y que parecía tener una crisis existencial, ahora trastocada tras la invasión rusa de Ucrania el pasado 24 de febrero. En Pax Augusta queremos contaros una breve historia de algunas de estas determinantes alianzas militares


  No podemos remontarnos a la Antigüedad y hablar de las casi legendarias alianzas militares entre las ciudades griegas contra los persas porque, entonces, no lograríamos el objetivo de hacer una breve reseña. Nos acercaremos en el tiempo a épocas donde todavía se aprecia, de alguna manera, la influencia de esa alianza militar histórica en el presente. Es el caso de la veterana alianza militar entre ingleses y portugueses. Una alianza que fue realizada para contrarrestar el poder de los otros reinos peninsulares, sobre todo del castellano. Unos lazos que desde la Edad Media perduraron hasta tiempos contemporáneos, como se vio en la guerra napoleónica de 1808. Al ser Portugal invadido por el emperador francés, en Londres se activó la tradicional ayuda militar a Lisboa interviniendo en la península ibérica. 

La «Alianza anglo-portuguesa» de carácter militar está considerada por los historiadores y analistas especializados en tratados como la más antigua del mundo. Y es así por estar, en cierta medida, todavía en vigor. La pertenencia a la OTAN de ambos países ha convertido esa vieja alianza de época medieval en una reliquia, aunque estimada por los dos Estados y no revocada formalmente. Tiene su origen en el Tratado Anglo-Portugués de 1373 entre el rey Eduardo III de Inglaterra y los reyes Fernando I y Leonor de Portugal. Ratificado y consolidado en 1386 con el Tratado anglo-portugués de Windsor que incluyó el matrimonio entre Juan I de Portugal y Felipa de Lancaster. Fue un «acuerdo de amistad, unión de armas y alianza perpetua» en el contexto de la Guerra de los Cien años, disputada principalmente entre Francia e Inglaterra. 

Incluso, los medievalistas han rastreado un origen todavía más remoto de esta alianza luso-inglesa en la ayuda militar de los ingleses en la conquista portuguesa de Lisboa a los árabes el año 1147. De hecho, cuando la alianza tomó cuerpo a partir de 1373 lo hizo para un nuevo «desembarco inglés» en la península ibérica como fue su ayuda militar al rey portugués, Fernando I, como candidato al trono castellano. Era el contexto de la primera guerra civil castellana, entre Pedro I y el futuro Enrique II de Castilla. Pero para ingleses y portugueses el interés por su alianza estaba en un contexto mayor y más importante: la Guerra de los Cien Años. Los ingleses aliándose con Portugal contrarrestaban la alianza de Francia con Escocia. Y los portugueses, aliándose con Inglaterra, contrarrestaron el creciente poder de Castilla que buscaba alianzas con aragoneses y franceses. 

"La Batalla de Lepanto", del pintor hispano filipino Juan Luna (1887).
Cuadro expuesto en el Salón del Senado de Madrid 

El caso de la «Alianza anglo-portuguesa» con su longevidad, más de 600 años, no es la excepción pero tampoco es la regla. Se podían hacer alianzas militares puntuales, para solventar determinado conflicto. Una vez acabado, que podía ser en cuestión de meses, la alianza se disolvía. Por otro lado, si las alianzas se prologaban por años, décadas, se podía dar el caso curioso de "cambiar de bando". Los que empezaron siendo aliados acababan, muchas veces, siendo enemigos. Cambio de intereses o de circunstancias particulares ponían a prueba la fidelidad de sus miembros y la consistencia de esas alianzas. Es por eso que la alianza centenaria anglo-portuguesa sorprende por su fiel consistencia. Portugal entró en la Primera Guerra Mundial a petición de Londres. Y su neutralidad en la II GM no fue rigurosa, pues permitió al Reino Unido usar las islas Azores y Madeira como bases aéreas. 

Una de esas «alianzas militares puntuales» fue la llamada Liga Santa, constituida en mayo de 1571 principalmente por el Papado, Venecia y la Monarquía Hispánica de Felipe II. También acudieron a frenar la amenaza otomana la isla de Malta, acosada por los piratas aliados de los turcos, la República de Génova y el ducado de Saboya. Pero quien ponía más barcos era Venecia; los Estados Pontificios la moral y la fe, y España puso la mayor parte del dinero para las tropas. 

Esa coalición militar católica logró una gran victoria, trascendental para acabar con la expansión turca y su dominio del Mediterráneo, pocos meses después (octubre 1571) en la Batalla de Lepanto. Sin embargo, la alianza militar se fue disolviendo rápido cuando Felipe II comenzó a monopolizar la actividad en el Mare Nostrum. Además, Venecia se alió con sus tradicionales enemigos, los genoveses y españoles, porque no le quedó más remedio. Los turcos habían tomado Chipre tras la capitulación de Famagusta y se encontraban cada vez más cerca de la ciudad de los canales.  

Otto Von Bismarck, experto en alianzas militares


Bismarck y su sistema de alianzas, preludio de las grandes coaliciones militares del siglo XX


El canciller de hierro Bismarck fue un hombre pragmático. Entendió que el protagonismo de Alemania en las relaciones internacionales de finales del siglo XIX venía determinado sobre todo por su capacidad militar. Su política práctica de alianzas, la Realpolitik, se basó más que nada en el control del poder político y militar en Europa aislando a Francia. Esta última representaba una Europa "mas liberal", en contraposición a la visión más conservadora de autoridad sólida y tradición que tenía el canciller germano

Para ello Bismarck conformó en 1882 la Triple Alianza. Llamada así por estar constituida por Alemania, el Imperio austrohúngaro e Italia. Pero esta última, como indicamos que ocurría muchas veces, no cumplió sus compromisos cuando estalló la Gran Guerra y tras un corto periodo neutral "se pasó al bando contrario". Serían turcos y búlgaros los que se sumaron en la guerra a la alianza de liderazgo germano. El bando contrario en ese nefasto primer conflicto mundial del siglo XX fue otra coalición, que había sido creada años antes para enfrentarse a la Triple Alianza promovida por Bismarck: la Triple Entente (Aliados)

Llamada Triple Entente por tener también tres socios fundadores, FranciaGran Bretaña y Rusia, creada en 1907 pronto pasaría a conocerse más como los Aliados al sumarse países como Serbia (donde se inició la I GM), la mencionada Italia, Bélgica o Rumanía, al ser atacadas por Alemania. La prolongación de la guerra, agravada por las cuestiones coloniales, hizo sumarse a esta alianza militar países que buscaban frenar las pretensiones de preponderancia germana. Japón, por ejemplo, lo hizo para arrebatar las posesiones alemanas en el Pacífico, conseguidas gracias a la supremacía política mundial de Bismarck en esos años. Estados Unidos lo haría llevado por su tradicional aliado, el Reino Unido, pero también por «defender los valores de libertad» franceses. 

Otra fotografía del "Encuentro de Elba" (1945) entre soldados soviéticos y estadounidenses

La Segunda Guerra Mundial, Aliados y el Eje; la Guerra Fría, la OTAN y el Pacto de Varsovia

En el periodo de entreguerras el protagonismo no fue de las alianzas militares. La traumática experiencia para la humanidad de la Gran Guerra motivó reflexiones a todos los niveles sobre lo ocurrido, como el primer activismo pacifista. La Sociedad de Naciones, embrión de la actual ONU, sería el proyecto mundial que ejemplifica esta preocupación por entender lo ocurrido y evitar que se volviera a dar un conflicto de tal envergadura. Aún así, las pasadas y recientes alianzas se mantuvieron con similar carácter político. No así geopolítico, como se comprobó al estallar la Segunda Guerra Mundial.

Cuando se inició la guerra no existían unas alianzas militares nítidas, se puede decir que el conflicto las forzó. Aunque en el caso del Eje tengamos el precedente del Eje Roma-Berlín, el Tratado de Amistad de 1936 entre la Alemania nazi y la Italia de Mussolini, los otros miembros se fueron añadiendo exigidos por su « obligado posicionamiento» en el conflicto. Es el caso de Hungría, Rumanía y Bulgaria. Cuando en 1940 se sumó Japón como potencia beligerante, el Pacto del Eje también fue conocido como Pacto Tripartito. Hay que recordar que la URSS comenzó la guerra junto a Hitler (pactó para invadir Polonia) y que tras ser atacada por Alemania se sumó al bando de los Aliados.

Se puede decir que la alianza militar de los Aliados sería un preludio del Eje Occidental y que por eso el miembro del Este, el antiguo Imperio ruso, siempre causó recelos. La Guerra Fría consumó ese gran recelo, que ahora también era una lucha ideológica. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), fue fundada en Washington el 4 de abril de 1949 con el objetivo de ser una alianza defensiva contra la «creciente amenaza soviética». Resultó un éxito estratégico en los años más duros de la época llamada del Telón de Acero, que dividió al mundo en dos bloques antagónicos. La respuesta de la Unión Soviética no pudo ser otra cosa que «otra» alianza militar,  formó el Pacto de Varsovia en mayo de 1955 con los países del conocido como bloque del Este

 

Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista

Publicar un comentario

0 Comentarios