La caravana de Tombuctú I


      La singular gran mezquita de Djennée en Malí


Las causas están ocultas. Los efectos son visibles para todos
(Ovidio)


 Tombuctú fue fundada en torno al año 1100. Representa un enclave donde confluían las caravanas comerciales que cruzaban el Sahara llevando sal que intercambiaban con oro, frutas o esclavos procedentes del África subsahariana. La ciudad, fundada por los tuaregs, alcanzaría su esplendor durante los siglos XV y XVI. Se convirtió en uno de los principales emporios del continente y en importante centro cultural del Islam. Es este glorioso pasado el que le ha valido la consideración como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO.

Hoy Tombuctú languidece y ha perdido su antiguo esplendor. Sólo ha regresado a los medios informativos occidentales tras ser ocupada por las fuerzas rebeldes tuaregs levantadas en armas contra el Gobierno de Malí desde enero de 2012. El día 1 de abril la ciudad fue “liberada” según la terminología empleada por el Movimiento de Liberación Nacional del Azawad (MNLA), principal grupo rebelde que aspira a la independencia de esta región del norte de Malí (Europa Press, 1 de abril de 2012).

Malí, dentro de la crónica habitual del continente africano, se cuenta entre uno de los países más pobres del mundo. La región del norte, Azawad – donde se encuentra Tombuctú- es extremadamente desértica y sin apenas otro recurso que el turismo. Aunque éste escasea cada vez más por la amenaza de los islamistas radicales. Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) sitúa el punto de mira sobre los visitantes extranjeros para obtener suculentos rescates. Los tuaregs llegaron a declarar la guerra a AQMI como modo de salvaguardar su único recurso económico: el turismo (Afrol News, 7 de diciembre de 2011).

Malí está condenado a convertirse en un conflicto olvidado, de esos que hunden sus raíces en el árido suelo africano. Las noticias que llegan siempre son contradictorias y se suceden los comunicados de todas las partes negando las informaciones que anteriormente eran dadas como ciertas. La situación se complicó aún más cuando el pasado 24 de marzo de 2012 los militares derrocaron al Gobierno democrático, acusando a las autoridades civiles de ser incapaces de hacer frente a la rebelión tuareg. Algo irónico si se considera que desde el derrocamiento del legítimo presidente Amadou Toumani Touré, los tuaregs han ocupado las principales ciudades del norte: Tombuctú, Gao y Kidal.

La respuesta internacional ante el golpe de estado se limitó a una condena sotto voce. Al fin y al cabo, los diplomáticos son conscientes de la implicación que en toda la región de África occidental podría tener la independencia de los tuareg. La rebelión que vive Malí, si triunfase, podría extenderse a otros países con presencia tuareg: Mauritania, Burkina Faso, Argelia o Níger, contribuyendo aún más a acelerar la inestabilidad regional. Así puede ser o hacernos creer que la misión del contingente militar que aprobó la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) tuviese como finalidad preservar la integridad territorial del país, disfrazada de altos objetivos en beneficio de la democracia.

África es un escenario demasiado complejo que se tiende a resolver con la simplicidad de las armas, donde ningún actor parece conocer con exactitud cuál es su papel. Las autoridades malíes acusan de islamismo radical a los tuareg y de aliarse, ahora, con Al Qaeda, mientras que los tuareg defienden la proclamación de un Azawad independiente, laico y democrático -una especie de gran autonomía- (Jesús Argumosa, En el teatro mundial. Los blogs de Atenea, 2 de abril de 2012). Habría que diferenciar el MNLA del grupo salafista Ansar Dine, vinculado a AQMI y relacionado con delitos de secuestro y narcotráfico. Y sin embargo, lo que parece más evidente es la relación existente entre el pasado conflicto libio y el levantamiento. Muchos de los mercenarios tuareg que habían luchado al lado de Gadafi habrían regresado a Malí con todo su arsenal incitando la rebelión.

La cuestión tuareg es de difícil resolución, anclada en el tiempo y con perspectivas de buscar su larga prolongación en el futuro. La sociedad tuareg ya se vio fragmentada por los efectos del colonialismo y de la descolonización, desestructurada, sumida en la pobreza sin posibilidad alguna de contar con unos recursos económicos mínimos para su supervivencia. A esta situación se ha sumado la reciente cuestión libia, cuyo resultado puede llegar a convertir la región en una de las zonas más calientes del continente. Por el momento, ya son miles los refugiados, las atrocidades, los daños a civiles olvidados a su suerte, la amenaza del hambre, sin contar el número de muertos, heridos…


Luis Pérez Armiño ©
Analista colaborador en Pax Augusta

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