La Marcha Verde, cuarenta años no es nada

La Marcha Verde. Fuente imagen

  El Sáhara es una incómoda piedra metida en los zapatos con los que España y Marruecos iniciaron el camino de sus relaciones bilaterales desde la independencia marroquí de 1956. Lo iniciamos, españoles y marroquíes, por una carretera que nunca ha servido para unir, una pista en la que siempre se ha ido a pie y sólo ha generado ampollas. El reino de Marruecos ha planificado una serie de actos conmemorativos este 6 de noviembre en el que se cumplen cuarenta años de la conocida 'Marcha Verde', la marcha a pie tan controvertida en este camino. Quizás la más reivindicativa de las conmemoraciones, sin serlo, sea la inauguración de la autopista de 500 kilómetros entre Tiznit, en las afueras de Agadir, y la capital del Sáhara, El Aaiún. Una infraestructura de grandes pretensiones que será remarcada en el discurso del rey Mohamed VI como muestra de la disposición marroquí a seguir invirtiendo en las llamadas “provincias del sur”. Denominación oficial de Marruecos para referirse al Sáhara.

En la historia reciente de España, el Sáhara resulta una cuestión ligada al fin de la dictadura de Franco (1975) y luego a uno de esos asuntos “olvidados” en la Transición (democrática) por suponer un incordio se mire por dónde se mire. La debilidad del Régimen franquista fue aprovechada hábilmente por el padre del actual rey, Hassan II, el hombre que en su largo reinado (1961-1999) consolidó las estructurales estatales de la que volvía a ser libre nación marroquí. Lanzar una muchedumbre de gentes, hombres, mujeres y niños, enarbolando la bandera roja con la estrella verde, hacia el Sáhara contra un ejército colonial, resultaba arriesgado y efectista. Acabó siendo eso último, muy efectista y muy efectivo. El Ejército español no podía atacar a 300.000 civiles desarmados, por mucho que estuviese comandado por un “africanista” moribundo que nunca asumió la independencia de Marruecos. 

La retirada española del Sáhara se ha considerado por todas las fuerzas políticas en España, izquierda radical incluida, deshonrosa respecto al pueblo sahariano y tan precipitada que no se pudo poner “ninguna condición” a esa forzada entrega. El Frente Polisario había atacado a las fuerzas españolas, algo que se olvida en la actualidad cuando se prodiga la simpatía por los saharuis y su derecho a la autodeterminación. Cuando las tropas españolas acuarteladas en las pequeñas ciudades-fortalezas de la costa (el resto del Sáhara es puro desierto) colaboraron con el ejército del Polisario (independentistas saharauis) fue para debilitar el evidente avance estratégico del Ejército Real marroquí por toda la zona. Sin embargo, el Ejército español tenía el precedente de la guerra de Ifni-Sáhara de 1957-1958 y no quería tropezar en esa misma piedra del camino tortuoso de las relaciones hispano-marroquíes. Al final, el Polisario sólo cambió en su lucha libertaria de ejército de ocupación; a partir de 1975 sería el de Marruecos, en lugar del español.

Campamentos de Tinduf. Imagen libre Wikipedia
El Sáhara es una realidad más que política sentimental, emocional. La lucha del pueblo saharaui por su autodeterminación es un anhelo compartido por gran parte de la sociedad española, como expiando un sentimiento de culpa por haberles “abandonado” a su suerte. Es símbolo de lucha por la libertad en todos los partidos de izquierda; incluso, la derecha hace uso de esa causa cuando quiere mitigar las presiones que Rabat emprende en sus reivindicaciones de Ceuta y Melilla cono territorios marroquíes. De vez en cuando, aparecen en los medios de comunicación españoles, ancianos saharauis mostrando su DNI (documento nacional de identidad) español; actores y artistas comprometidos y conmovidos por la causa del Sáhara libre, que visitan como si el arte y la cultura redimieran, los campamentos de Tinduf (Argelia), uno de los lugares del mundo que más refugiados por causa política alberga, algunos con más de 30 años de residencia en este mega campo de exiliados.

El Sáhara no es una “realidad política” a efectos del derecho internacional y del organismo principal usado para resolver conflictos territoriales, la ONU. El incumplimiento de Marruecos de todas las resoluciones de Naciones Unidas favorables a un referéndum de autodeterminación, es posible gracias a los intereses geopolíticos y económicos de todos los países implicados. El cinismo diplomático tiene en el Sáhara un caladero profundo y mientras a España ya sólo le interese sobre el asunto preservar Ceuta y Melilla, a Francia sus grandes intereses económicos, a Estados Unidos su control geo-militar y a Marruecos su “integridad” territorial, el referéndum del Sáhara será relegado por los tiempos de los tiempos.

Supuesta "realidad política" del Sáhara: azul control marroquí, marrón control del Polisario

En verdad, el Sáhara sí es una realidad política y administrativa para uno de los litigantes. Lo es para Marruecos. Las grandes inversiones y las acciones socioculturales de las últimas décadas en el Sáhara, una vez “pacificado” tras el alto el fuego con el Frente Polisario, no son parte de la retórica del discurso anual del monarca que conmemora la 'Marcha Verde' cada 6 de noviembre. Esa implicación marroquí en lo que llama sus “provincias del sur”, ha tenido sus frutos en hechos evidentes, como el convertir la capital, El Aaiún, en una ciudad moderna que ha triplicado su población desde 1975 y donde muchos notables de las tribus saharauis ocupan cargos importantes. Ver a pobladores saharianos conviviendo con normalidad, asimilados a esa realidad política marroquí, es el contrapunto que no suele aparecer en la prensa española o no es considerado desde los foros pro saharauis... sería quitarse una china del zapato y estamos acostumbrados a las ampollas de la 'Marcha Verde'.



Gustavo Adolfo Ordoño ©

Periodista e historiador

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