La fobia germana a la deuda y al déficit, un estigma histórico


Ahora que se conmemoran los 30 años de la caída del Muro de Berlín, solemos tender a olvidar muchas de las secuelas que todavía perduran tras ese hito de la historia mundial contemporánea. Una de las agridulces impresiones que dejó ese “sabor” a victoria de la libertad, el supuesto triunfo del capitalismo sobre la rival socioeconomía comunista, fue la tarea de reunificar Alemania sin contar con la realidad sociopolítica que supuso la República Democrática Alemana (RDA). La caja de los traumas históricos germanos se abrió de forma tímida, pero desde entonces no dejaron de aflorar.


Alemania ha tenido deudas de guerra con medio mundo hasta hace dos días. La gran derrotada en las dos guerras mundiales del siglo XX debía pagar las llamadas reparaciones de guerra y lo ha realizado, según sus estimaciones, hasta el último céntimo. En 2010, terminó de pagar sus deudas de... ¡la Primera Guerra Mundial! Como lo leen, bien entrado el siglo XXI aún estaban pagando las deudas de un tratado, el de Versalles, firmado casi un siglo antes. Esa anomalía fue causada por la división en dos Alemanias que provocó la Guerra Fría al final de los años cuarenta, en plena posguerra europea. Los alemanes que quedaron en el lado occidental, capitalista, se negaron a asumir solos una deuda bélica que se volvía a exigir tras la derrota germana en 1945.

En octubre de 2010 una “feliz” Alemania celebraba su reunificación, comenzada en 1990. Y lo hacía con un “auto regalo”: daba por finiquitada su deuda de la Gran Guerra al abonar unos intereses que se habían congelado en el Tratado de Londres de 1953. Una cláusula de ese acuerdo indicaba congelar el pago de los intereses generados entre 1945 a 1953, periodo en el que Alemania fue administrada por los ejércitos aliados. Luego esa medida se prolongó al ver que se constituía otro Estado alemán en el bloque soviético. Se congelaban los intereses por esas deudas de la I Guerra Mundial hasta que Alemania volviera ser un único Estado. Aunque la República Federal siguió abonando su parte en neto, el resto de la deuda y sus intereses se asumieron ya por todo el país desde 1990 a 2010.

Para muchos alemanes, como reflejó la prensa del país, la I Guerra Mundial acabó 92 años después, en un octubre gris del 2010. Varias generaciones de germanos fueron educados en la humillación del Tratado de Versalles. Una premisa reforzada por la propaganda populista del régimen nazi y que sirvió de manera eficaz para exacerbar el sentimiento nacionalista del pueblo alemán, que acabó siguiendo en masa a Hitler. Pero esa idea y ese dato histórico se mantuvo en el imaginario y en la educación dada a los alemanes una vez acabada la Segunda Guerra Mundial. Aunque con el matiz del reverso, poniendo a los alemanes como víctimas-algo cierto, pues la mayoría de los europeos fue víctima del conflicto- y con la sensación de estar en deuda de forma injusta con el resto de Europa de por vida.

En la República de Weimar (1918-1933) la hiperinflación hizo que los billetes emitidos no sirvieran de una semana para otra. Los barrenderos barrían billetes como cualquier otra basura 

Así que, llegadas las épocas de crisis –la última la de 2008- , de créditos y ayudas bancarias, no es de extrañar la fobia germana por “las deudas”, el déficit y la inflación. Alemania preferirá ser la acreedora, que le pidan a ella los préstamos como primera potencia económica europea. En su imaginario nacional se asociará siempre la deuda con la sangría de las reparaciones de guerra y con los préstamos que debió asumir para cumplir los pagos fijados en los tratados de paz.

Unos acuerdos en desventaja porque firmaba como potencia vencida. Véase como muestra del “trauma” la declaración que hacía a un diario alemán un camionero de Colonia, durante una entrevista que en principio era sobre la celebración por los diez años de reunificación germana:

"Yo aprendí de niño, me lo enseñó mi maestro en la escuela, que el Tratado de Versalles fue una humillación para Alemania, y hemos estado pagando hasta ahora, durante 92 años. Pero eso sí, somos muy amigos de los franceses..."  (recogido de El Mundo, 2-10-2010)

No hace falta explicar la ironía en las últimas palabras del camionero alemán, son metáfora de las complicadas y tirantes relaciones franco-germanas durante todo el siglo XX. Francia ha sido la potencia europea que más se ha beneficiado de estas “reparaciones” de guerra. Y ahora, irónicamente, Francia es el país que más planta cara al dogmatismo de austeridad del gobierno alemán; fórmula defendida por la canciller Merkel a capa y espada en esta última década como forma de salir de la crisis. 

En época de profunda crisis económica mundial, tener deudores (y acreedores) como Grecia o los países bálticos (fueron los países a los que Alemania pagó más en reparaciones de guerra) removía una psicosis en Alemania. Generaba malos recuerdos, de "injustas" y eternas deudas sufridas. Por eso, llegar en la Unión Europea a políticas económicas intermedias resulta muy complicado. Sobre todo cuando una de las partes, encima la más potente economía, está psíquica y moralmente traumatizada con la “idea” de deuda (crédito y más gasto público) como uso en política económica.



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador

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