Empatías incómodas y ausentes de ayer y de hoy

 

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 La empatía va por barrios. Leía en un diario español de información general una columna de opinión donde se argumentaba entender porqué la empatía española era mayor con Palestina y el mundo árabe en el «eterno» conflicto de Oriente Próximo. Es, según ese columnista y otros analistas que citaba, porque en España no sentimos culpabilidad respecto al Holocausto sufrido por los judíos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. La empatía hacia lo judío se hace menos necesaria y urgente puesto que, en apariencia, esa barbarie no pertenece a nuestra historia contemporánea. Se resume esa apreciación en que no fuimos «responsables», seríamos víctimas ya que miles de españoles sufrieron los campos de concentración nazis.   

Sin embargo, hacia lo palestino y árabe la empatía surge más fácilmente en gran parte de la población española por diversos «imaginarios» recientes que siguen teniendo influencia en nuestro sentir. El tema del antiguo Sáhara español y su devenir controvertido o la predicada «hermandad» de lo hispano con lo árabe gracias al panegírico del Al-Ándalus que en las últimas décadas ha recogido la cultura de izquierdas, servirán de «fuentes» para esa empatía. Esa idealización del Al-Ándalus en realidad viene de muy atrás, cuando en el siglo XIX surgieron corrientes artísticas y literarias como el orientalismo. España iba a ser escenario de muchos relatos y cuadros ambientados en ese pasado arábigo.  

 Incluso el régimen franquista iba a tener en su política exterior un baluarte en la empatía con lo árabe. Fue una manera de escapar del aislamiento diplomático impuesto por las viejas democracias europeas. También hay que recordar que hasta 1956 el gobierno de Madrid administró con un protectorado parte del norte de Marruecos y el enclave territorial de Ifni, al norte del Sáhara, que antes de la olvidada Guerra del Ifni de 1957 era del tamaño de la provincia de Alicante. El dictador Franco del Estado judío fundado en 1948 en la Palestina histórica ni quería oír hablar; recordemos, también, que todos los complots contra su régimen eran según su creencia de componente «judeo-masónico»

De hecho, el reconocimiento de Israel fue un asunto postergado por la democracia española y sus gobiernos. Tuvo que ser el primer gobierno socialista de Felipe González quien lo hiciese en enero de 1986. Al repasar la historia de las relaciones internacionales contemporáneas españolas, encontramos una empatía mucho mayor por el mundo árabe que por el Estado de Israel y su órbita judía de influencia internacional. Una paradoja nos resulta ahora que fuesen partidos de izquierda los que admirasen la faceta «socialista», cooperativista, de la forma de vivir en kibutz en Israel cuando muchas de esas granjas colectivas eran parte de la sistemática ocupación judía de las tierras árabes palestinas. 

 Pero esas contradicciones se dan mucho cuando se trata de lograr empatía con algo o alguien sobre lo que se ha tenido prejuicios o desavenencias. Me cuesta entender cómo se critica y aborrece tanto a la «nueva era» comenzada en la historia de la humanidad tras el 12 de octubre de 1492 para difundir y consolidar la «empatía al indigenismo», y luego se obvie un hecho ocurrido en las mismas fechas como sería la expulsión de los judíos en España (y en otros reinos europeos) para divulgar «empatía a lo judío». Si la razón son los más de quinientos años trascurridos, tampoco debería servir para presentizar -actualizar- la empatía con los indígenas americanos.   

Me reprocharán que no hace falta tanta vuelta de tuerca histórica o ejercicio intelectual para sentir empatía con algo o alguien. Que suele sentirse por el más débil o desprotegido, por el maltratado o tratado injustamente. Vale, acepto el reproche porque suele ser así. No obstante, les pido hagan una pequeña reflexión y procuren ser «honestos» con su idiosincrasia cultural. Tampoco quiero se sientan obligados a consultar un libro de Historia o a hacerse una auto-encuesta de nivel humanístico. Sólo recordarles que ante un judío converso y un morisco cristianizado, durante siglos en España hemos preferido al segundo. Lo de judío converso fue un estigma que no ayudó a sentir empatía por los hijos de Abraham



La foto que ilustra este texto muestra a los Neturei Karta, que significa "Guardianes de la Ciudad" en arameo. Es un grupo religioso de judíos ultraortodoxos (jaredíes) que se caracteriza por su fuerte oposición al sionismo y al Estado de Israel. Sus creencias razonan que a los judíos les está prohibido tener su propio estado soberano hasta la venida del Mesías. Por eso su "empatía" está con los palestinos que se han quedado sin sus tierras y protestan contra el sionismo que ha creado un Estado judío. 



© Gustavo Adolfo Ordoño 

Máster en Relaciones Internacionales de la Historia Contemporánea 


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