12 de octubre y los más de quinientos años conmemorando el error del «enigmático» Colón


Fotograma de 1492: la conquistadel paraíso (1992), con Gerard Depardieu como Cristóbal Colón

Nunca un error ha sido tan determinante en la historia de la humanidad como el que tuvo este navegante experimentado, de incierto origen genovés, cuando aseguró a sus Majestades Católicas que había dado media vuelta al orbe y llegado a la India 

 De ahí, como todo el mundo sabe (o debería saber), le viene a los indígenas americanos la denominación de «indios». Y quizá ese término que enlaza en la Historia a los americanos con los asiáticos de manera casual, sea también culpa de la excesiva vanidad del que llegó a ser Almirante de la Mar Oceána. Nunca llegó a aceptar que se había equivocado. Una vanidad que es causante del embrollo biográfico de Cristóbal Colón, que no quiso aclarar –por ciertos prejuicios- ni sus orígenes ni su fecha exacta de nacimiento.

En ese misterio pretendido que encubre sus orígenes estaría de cómplice su hijo Fernando (escrito Hernando, también) Colón, su primer biógrafo. Parece que la vanidad familiar pretendía ocultar unos muy modestos orígenes, casi de pobres menesterosos, provocando ese interés por confundir su linaje y lugar de nacimiento. Como existe documentación comprobada que le hace grumete y marino humilde en diferentes expediciones genovesas, donde va ascendiendo en puestos de marinería hasta capitanear las embarcaciones, haciendo encargos comerciales por todo el Mediterráneo, Irlanda e incluso Inglaterra y por las islas portuguesas del Atlántico, el origen más contrastado de Colombus (Colón) es el de genovés.

Esa ciudad-estado, Génova, no era Italia aún -una Italia Estado unificado- y como los venecianos (otra república de mercantes), sus hombres de mar eran considerados marineros expertos y muy apreciados que se convertían con facilidad en mercenarios de otros reinos o estados. Estos «aventureros de fortuna» acababan naturalizándose en el reino al que servían, que es lo que ocurrió con Colón y su familia haciéndose castellanos. Navegante mercenario sería el oficio de Colón y de su entorno social, pues casó con la hija de uno de los colonizadores de la isla de Madeira, el portugués también de origen italiano, Bartolomé Perestrello. Colón había llegado a las costas portuguesas en 1476, de manera algo misteriosa, como superviviente de una batalla naval entre corsarios y su buque mercante. A pesar de ello, a partir de ese año y de sus casi diez años en Portugal, la biografía de Colón comienza a aclararse, a estar mejor documentada.

América debería llevar el nombre de Felipa, la mujer de Colón


 D.ª Felipa Monis de Perestrello, hija del colonizador para Portugal de las islas atlánticas don Bartolomé Perestrello, fue una mujer clave y muy influyente en la vida del navegante. Entre otras cosas porque Colón no llegó a conocer a su influyente suegro, muerto poco antes de 1480 cuando se celebró la boda. Felipa era de cuna noble portuguesa, bien situada en la corte de Lisboa, y sin duda la persona que ayudó a Colón a integrarse en el ambiente de expedicionarios portugueses por el Atlántico, que sería una especie de «escuela de descubridores» donde Cristóbal Colón adquiere las bases para su gran proyecto.

Supuesto retrato (recreación) de Felipa, mujer de Colón 

Colón tuvo en su mujer la mejor «fuente intelectual» para proyectar el viaje navegando hacia el oeste y llegar al anhelado extremo oriente que narraba Marco Polo. La fortuna de poder consultar toda la documentación reunida por el padre de D.ª Felipa, desde excelentes mapas del Atlántico, hasta «señales de tierra y de vida» más al oeste de las islas atlánticas portuguesas en forma de restos recogidos en alta mar, traídos por las corrientes marinas. Es probable que la prematura muerte de Felipa, en 1485, fuese la responsable de que su proyecto no interesase, al perder ese «buen contacto» que suponía su esposa, al monarca portugués y de la marcha a España a buscar el apoyo de la corte castellano-aragonesa.

Sin la inspiración y apoyo de una mujer, Felipa, el proyecto colombino no hubiese echado raíces; pero no sería una realidad sin el apoyo de otra dama, la reina Isabel de Castilla. Los historiadores especialistas aseguran que Portugal rechazó el plan de Colón sobre todo por exigir éste que la ruta se iniciase en las Islas Canarias y así aprovechar los necesarios vientos alisios. El Tratado de Alcaçovas (1480) donde se dejaban las Canarias a los castellanos y las Azores, Madeira y Cabo Verde a los lusos, impedía poner en marcha el proyecto. Recién salidos de una guerra con los castellanos, no era plan volver a otra cuando Portugal se enriquecía con sus rutas africanas sin tener que emprender otra incierta a todas luces que molestase a sus vecinos. Colón iría a Castilla a buscar otro prestigioso promotor.

El resto es Historia (con mayúsculas). La comisión de expertos de los Reyes Católicos, como hizo la portuguesa, desautorizó los cálculos de Colón para circunnavegar la tierra y llegar a la India por el oeste. Por eso también tiene algo de confuso para el historiador interesado el repentino cambio de opinión de la reina católica o la infinita paciencia de Colón ante tanta crítica a la viabilidad de su proyecto. Lo más sencillo hubiera sido viajar a Londres, (Colón ya lo había hecho como mercante), a la cercana Francia o a las ciudades de la Liga Hanseática, para buscar a ese patrocinador de gran prestigio entre reyes o duques. Sin embargo, el navegante prefirió dar otra oportunidad a Castilla convencido por el confesor de la reina, fray Juan Pérez. No sabemos que «secretos de confesión» de la reina usó Pérez para convencer a Colón de que la reina confiaba en su plan, pero el 12 de octubre de 1492 la historia del mundo entraba en una nueva era iniciada con un clamoroso error.



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador

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