Fotograma de 1492: la conquistadel paraíso (1992), con Gerard Depardieu como Cristóbal Colón
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Nunca un error ha sido tan determinante en la historia de la humanidad como el que tuvo este navegante experimentado, de incierto origen genovés, cuando aseguró a sus Majestades Católicas que había dado media vuelta al orbe y llegado a la India
De ese error como todo el mundo sabe (o debería saber), le viene
a los indígenas americanos la denominación de «indios». Y quizá ese
término que enlaza en la Historia a los americanos con los asiáticos de manera
casual, sea también culpa de la vanidad excesiva del que llegó a ser Almirante de la Mar Oceána. Nunca llegó
a aceptar que se había equivocado y no estaba en Asia. Un navegante experimentado como él rabiaba cuando se le objetaba su error. Una vanidad que es causante del embrollo
biográfico de Cristóbal Colón, que no
quiso aclarar –por ciertos prejuicios- ni sus orígenes ni su fecha exacta de
nacimiento.
En ese misterio pretendido que
encubre sus orígenes estaría de cómplice su hijo H(F)ernando Colón, su primer biógrafo.
Parece que la vanidad familiar pretendía
ocultar unos muy modestos orígenes, casi de pobres menesterosos, provocando ese
interés por confundir su linaje y lugar de nacimiento. Como existe
documentación comprobada que le hace grumete y marino humilde en diferentes expediciones genovesas, donde va
ascendiendo en puestos de marinería hasta capitanear las embarcaciones,
haciendo encargos comerciales por todo el Mediterráneo, Irlanda e incluso Inglaterra
y por las islas portuguesas del Atlántico, el origen más contrastado de Colombus (Colón en latín) es el de
genovés.
Pero esa ciudad-estado, Génova, no era Italia aún -una Italia Estado unificado- y como los
venecianos (otra república de mercantes), sus hombres de mar eran considerados marineros expertos y muy
apreciados que se convertían con facilidad en mercenarios de otros reinos o
estados. Estos «aventureros de fortuna» acababan naturalizándose en el reino al que servían, que es lo que ocurrió con Colón y su familia haciéndose castellanos.
Navegante mercenario sería el oficio de Colón y de su entorno social, pues casó con la
hija de uno de los colonizadores de la isla
de Madeira, el portugués también de origen italiano, Bartolomé Perestrello. Colón había llegado a las costas portuguesas en
1476, de manera algo misteriosa, como superviviente de una batalla naval entre
corsarios y su buque mercante. A pesar de ello, a partir de ese año y de sus
casi diez años en Portugal, la biografía de Colón comienza a aclararse, a estar mejor documentada.
América debería llevar el nombre de Felipa, la mujer de Colón
D.ª Felipa Monis de Perestrello, hija del explorador para
Portugal de las islas atlánticas don Bartolomé Perestrello, fue una mujer
clave y muy influyente en la vida del navegante. Entre otras cosas porque Colón
no llegó a conocer mucho a su influyente suegro, muerto poco antes de 1480 cuando se
celebró la boda. Felipa era de cuna noble portuguesa, bien situada en la corte
de Lisboa, y sin duda la persona que ayudó a Colón a integrarse en el ambiente
de expedicionarios portugueses por el
Atlántico, que sería una especie de «escuela de descubridores» donde Cristóbal Colón adquiere las bases para
su gran proyecto.
Supuesto retrato (recreación) de Felipa, mujer de Colón |
Colón tuvo en su mujer la mejor «fuente intelectual» para proyectar
el viaje navegando hacia el oeste y llegar al anhelado extremo oriente que
describió Marco Polo. La fortuna de
poder consultar toda la documentación reunida por el padre de D.ª Felipa, desde excelentes mapas
del Atlántico, hasta «señales de tierra y de vida» más al oeste de las islas atlánticas portuguesas en forma de restos
recogidos en alta mar, traídos por las corrientes marinas. Es probable que la prematura muerte de Felipa, en 1485,
fuese la responsable de que su proyecto no interesase, al perder ese «buen
contacto» que suponía su esposa, al monarca portugués y de la marcha a España a buscar el apoyo de la
corte castellano-aragonesa.
Sin la inspiración y apoyo de una
mujer, Felipa, el proyecto colombino no hubiese echado raíces; pero no sería una realidad
sin el apoyo de otra dama, la reina
Isabel de Castilla. Los historiadores especialistas aseguran que Portugal rechazó el plan de Colón sobre
todo por exigir éste que la ruta se iniciase en las Islas Canarias y así aprovechar los necesarios vientos alisios. El Tratado de Alcaçovas (1480) donde
se dejaban las Canarias a los castellanos y las Azores, Madeira y Cabo Verde a
los lusos, impedía poner en marcha el proyecto. Recién salidos de una guerra
con los castellanos, no era plan volver a otra cuando Portugal se enriquecía
con sus rutas africanas sin tener que emprender otra incierta a todas luces que molestase a sus vecinos. Colón iría a Castilla a buscar otro prestigioso promotor.
El resto es Historia (con mayúsculas). La comisión
de expertos de los Reyes Católicos, como
hizo la portuguesa, desautorizó los cálculos de Colón para circunnavegar la tierra y llegar a la India por el
oeste. Por eso también tiene algo de confuso para el historiador inquisitivo el repentino
cambio de opinión de la reina católica o la infinita paciencia de Colón ante
tanta crítica a la viabilidad de su proyecto. Lo más sencillo hubiera sido
viajar a Londres, (Colón ya lo había
hecho como mercante), a la cercana Francia
o a las ciudades de la Liga Hanseática, para buscar a ese patrocinador de gran
prestigio entre otros reyes o duques.
Sin embargo, el navegante prefirió dar otra oportunidad
a Castilla convencido por el confesor de la reina, fray Juan Pérez. No
sabemos que «secretos de confesión» de la reina usó Pérez para convencer a Colón
de que la reina confiaba en su plan, pero el 12 de octubre de 1492 la
historia del mundo entraba en una nueva era iniciada con un clamoroso error.
© Gustavo Adolfo Ordoño
Periodista e historiador
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