América y el 12 de octubre: «el deshispanizador que la deshispanize buen deshispanizador será»


Momento en que derriban la estatua de san Junípero Serra en San Francisco (California EEUU) el pasado junio de 2020, en una ola de derribos y ataques a estatuas del pasado hispano en América

 El trabalenguas del título es de cosecha propia, no sé si les parecerá ingenioso pero es muy descriptivo de una corriente de «hispanofobia» que a nivel de relaciones internacionales y culturales se ha ido imponiendo en muchos países de América Latina esta última década. Utilizado ya hace unos años en el artículo anual que solemos hacer en Pax augusta sobre el 12 de octubre, fecha de la hispanidad en entredicho también por la causa indigenista que la ha convertido en la antítesis de lo que debía representar. Era un artículo donde precisamente añadíamos a ese debate sobre el «estado de la hispanidad» otro componente antiespañol que acentuó la dinámica creciente de hispanofobia: el independentismo catalán y la recurrente controversia sobre la «identidad nacional» española.

Además, siempre debemos puntualizar que preocuparnos en Pax augusta por esta cuestión de la imagen de España y de la hispanidad no está en línea con otra tendencia surgida dentro del revisionismo histórico generalizado en el siglo XXI. Esa tendencia es la reacción conservadora contra la hispanofobia que lideran fuerzas políticas de derechas poniendo el foco del revisionismo «positivo» en hechos complejos como la mal llamada conquista de América o el carácter del poder imperial español. En realidad es una «legítima» respuesta porque es contra «otro revisionismo» histórico que se ha dado en el polo opuesto, en fuerzas de izquierdas del conocido como movimiento indigenista. Pero todo nos parece un enfrentamiento ideológico tan grandilocuente como inútil. La Historia no debe ser un juez moralista, al menos así lo entendemos en Pax... 

Eliminación de una estatua de Colón en Ciudad de México que será sustituida por una estatua a la «mujer indígena». Paradoja cultural provocada por el «presentismo histórico moral» en uno de los países más machistas del mundo. Fuente imagen


Hispanofobia en México en sus máximos este 12 de octubre

 Desde 2019 que se cumplieron 500 años de la llegada de Cortés y sus hombres (entre los que había indígenas cubanos) a las costas del actual México (adviertan la puntualización actual, esa tierra aún no era México), lugar inhabitado donde fundó la ciudad de Veracruz (fundar una ciudad es algo positivo, pero se obvia), se están conmemorando una serie de hechos cruciales para la historia de ese país. Ha sido una iniciativa política de la Administración mexicana del presidente Andrés Manuel López Obrador, incluso se ha visto como una propuesta personal de este presidente. Consiste en enmarcar en un «interesado» contexto histórico la importante fecha de la proclamación de la independencia de México, de reciente celebración.

Uno de esos primeros «enmarcados interesados» de López Obrador fue la exigencia a España de pedir perdón por la Conquista de México, a la sazón iniciada el día de 1519 que Cortés puso su pie en el Estado mexicano de Veracruz (?). Así, desde esa iniciativa con evidente influencia en la política exterior, se iniciaba un proceso de conmemoraciones históricas lleno de incidentes y silencios en las relaciones internacionales entre México y España. La negativa española a cumplir esta petición se encuadra también en un contexto interesado, en esta ocasión más relacionado con la política interior (nacional española) que la internacional. También responde a un consenso social mayoritario, tanto cultural como político, en considerar esa petición mexicana inapropiada, fuera de lugar a día de hoy. De todas las maneras, de un lado y de otro se hace muy poco por acometer la verdadera función social de la Historia: conocer mejor el pasado para interpretar más adecuadamente el presente, la historia actual

Perdona siempre a tus enemigos: nada les molestará más. (Oscar Wilde, 1854-1900)


Copia en el Museo del Prado del cuadro Hernán Cortés, del pintor mexicano José Salomé Pina (1879) cuyo original, de momento, está en la Sala de Cabildos de la Ciudad de México D.F.


Y como cada año, en Pax augusta lamentamos que los malentendidos, los desconocimientos, los prejuicios y los tópicos sobre la historia común entre América y España aumenten sin ninguna reflexión equilibrada que los enfrente. En México era una crónica anunciada ese agravamiento de la hispanofobia; por partir de un latente sentimiento antiespañol que se instaló en el imaginario mexicano desde hace siglos, cuando en realidad se configuraba social y culturalmente el actual México y no durante la supuesta guerra de conquista contra los indígenas. Fueron los criollos, mexicanos con antepasados españoles, que dominarían la educación y la economía pero no tenían el poder político (los virreyes eran peninsulares) los que por despecho germinaron el sentimiento de hispanofobia. Lo que explica que en la actualidad sean también los criollos, ahora dueños del poder político, los que empleen el rechazo indigenista de lo hispano como «chivo expiatorio» de sus fracasos internos (políticos y sociales).

Esa predisposición a odiar lo español convierte en «enemigos eternos» a los españoles. Son los culpables de «todos los males» que ocurren. Un trauma acentuado en México pero muy presente también en gran parte del imaginario nacional de muchos países de América Latina. Apreciación muy injusta con los españoles contemporáneos, aunque también bastante «esquizofrénica» para los hispanoamericanos cuya identidad es mestiza, la quieran asumir o no. Por eso al tratarse de «traumas del pasado», viejos fantasmas, se debería utilizar una inteligente psicología para superarlos. Como resume Oscar Wilde en su genial frase de unas líneas más arriba, "perdona siempre a tus enemigos: nada les molestará más", el presidente López Obrador debía cambiar la estrategia. 

No exigir el perdón de sus «enemigos» (españoles) y concederles él (México) su perdón. Pasar página -del odio-, tener la capacidad de perdonar a ese eterno antagonista resulta un gesto de mayor dignidad y altura moral. Conseguiría, además, «molestar» con la reflexión del acto de conciencia que removería a todos, perdonados y perdonadores. En suma, iría en la línea que preferimos los que aún valoramos la hispanidad como algo positivo: conocer ese pasado con sus luces y sus sombras empleando el mayor equilibrio posible, conociendo así mejor nuestro presente. 

Nota del Autor: hablo en el artículo en un «plural de Estados», de relaciones políticas o culturales, no me refiero a la gente. Las personas en sí, los mexicanos, no creo que "odien" a los españoles en el sentido emocional pero sí que existe eso que digo, que es un rasgo cultural de repulsa, en el imaginario (hispanofobia), por cómo se ha percibido e interpretado allí el proceso de la Conquista en la historia que se daba (y da) en las escuelas. Sobre el perdón que se pide no se puede comparar al que, supuestamente, ha dado la Iglesia. Esta última tiene que cumplir con la doctrina cristiana del perdón y eso es lo único que ha hecho; pero esta Administración mexicana estaba pidiendo otra cosa (tiene una carga política-ideológica), pedía que se excusara por haber destruido las religiones originarias. Es decir, igual que pedía al Estado español: no que pidiera perdón por las barbaries de una conquista, sino por haber "vencido" a una civilización y haber instalado otra construyendo ciudades, catedrales y universidades, por ejemplo. Pedir perdón por barbaridades pues vale, aunque de poco sirve ya a estas alturas. Pero excusarse por haber creado una cultura-civilización, cuesta más... lógicamente.


Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista

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