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El 2 de mayo de 1808 en Madrid o ''La lucha con los mamelucos'', pintura de Francisco de Goya del año 1814. Fuente de la imagen: Museo Nacional del Prado |
Este impresionante cuadro de Goya donde el protagonista es la violencia, la lucha y la caza a muerte del mameluco, es una de las dos grandes pinturas que parece se encargaron al genial pintor para celebrar en Madrid el regreso de Fernando VII al trono tras acabar la llamada Guerra de Independencia contra los franceses. La otra es la más famosa de "Los fusilamientos o el 3 de mayo", realizada como una continuación de esa pelea callejera entre el pueblo de Madrid, representando a todo el pueblo español, y las tropas francesas; levantamiento del 2 de mayo de 1808 que supuso la dura represalia que muestra. Que el objeto de la ira fueran las topas musulmanas de Napoleón, los mamelucos, incrementaba su efecto, elemento que seguro Goya sabía al pintar su obra como algo innato en el imaginario combativo español.
Los mamelucos, tropas imperiales egipcias, eran famosos por su valor y carácter aguerrido imbatible. Eran las tropas de caballería del ejército napoleónico más temidas, por eso la valentía de esos espontáneos levantados en armas contra el dominio imperial tiene mayor enjundia. Salvando las distancias, la grotesca llamada a "la caza del moro" ocurrida recientemente en Torre Pacheco (Murcia) alentada por la ultraderecha y las redes sociales en el marco de un incidente protagonizado por inmigrantes, quiso recuperar esa "chispa" de combativo levantamiento contra el "temido" y odiado moro. Pero todo consistía en un caso más de xenofobia y racismo que el partido VOX aviva desde su nefasto planteamiento político sobre inmigración; detrás no existía la justa y gloriosa llamada a la libertad patria.
A pesar de que las pinceladas de esta nueva "lucha con los mamelucos" del 2025 pintaba mal y se apuntaba a un estallido de racismo contra el emigrante, sobre todo de origen magrebí, la realidad social que se ha manifestado ha sido la del escaso apoyo a los instigadores al odio y el deseo general de la vuelta a la tranquilidad. Al final la convivencia entre "moros y cristianos" ha demostrado solidez y sentido común. El peso de la Historia (con mayúscula) seguirá en nuestra identidad e imaginario cultural, pero también es algo que se puede "razonar".
En un país que tiene como uno de sus apellidos el gentilicio Matamoros, no nos puede parecer extraña la apropiación tergiversada y patriotera de un grito que acuñó identidad nacional por parte de fuerzas políticas ultranacionalistas y populistas de extrema derecha. El apellido y el topónimo de Matamoros en España se relaciona con la figura legendaria de Santiago Matamoros. El santo y patrón Santiago Apóstol convertido en símbolo de la lucha contra los musulmanes cuando, según la leyenda, se apareció en el campo de combate de la batalla de Clavijo (año 844), blandiendo él mismo la espada, propiciando la victoria de los cristianos.
Desde entonces fueron muchos los cristianos de los reinos hispanos, gentes de toda condición, los que tomaron como apelativo el nombre otorgado al santo apóstol de "Matamoros". En muchos casos, principalmente entre los soldados de fortuna y entre los hidalgos, caballeros de segundo orden, este sobrenombre de Mata moros se convirtió en el apellido Matamoros utilizado hasta nuestros días. En los siglos XVI y XVII se trasladó al actual México y a Centroamérica, donde es un apellido muy frecuente de encontrar.
Cuando vivimos en época revisionista de la historia, con excesiva tendencia al presentismo, puede resultar chocante lo que se elige como "políticamente correcto". El apellido Matamoros no recibe una crítica por su connotación violenta y racista en la actualidad en las informaciones que encontrará acerca de su origen. Se lo excusa y argumenta con la explicación de ser un mítico sobrenombre que honraba a los valerosos defensores de la verdadera fe, el cristianismo, frente a los infieles, temidos y odiados musulmanes... y para esa defensa había que hacer algo muy correcto: "cazar-matar" moros.
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