La Puerta de Toledo en una de sus fotografías más antiguas, obra de J. Laurent sobre 1865. Se observa aún adosada a sus lados la cerca del siglo XVII del reinado de Felipe IV |
Bajo la Puerta de Toledo, en la villa de Madrid, se supone sigue la cápsula
del tiempo que se enterró al poner la primera piedra que iniciaba la construcción
oficial. Lo que no pueden asegurar los investigadores es su contenido final.
Cuando se proyectaron las obras de esta puerta (arco del triunfo) en 1813,
España tenía impuesto como rey al hermano de Napoleón, José Bonaparte. Su convulso y breve reinado tuvo como contrapartida
un aire renovador y modernizador de la capital española. Había que mejorar los
accesos, constreñidos todavía por la cerca
de Felipe IV, la muralla del siglo XVII.
La futura Puerta de Toledo tendría un diseño neoclásico, aunque no
seguiría las pautas de estilo napoleónico ya que los Bonaparte fueron expulsados al final de ese mismo año. De todas
formas, la iniciativa seguía en pie por parte del Ayuntamiento de Madrid con la dirección del arquitecto principal Antonio Aguado y con otro sentido. Obviamente, ya no sería para conmemorar la coronación de José Bonaparte como rey de España. Periodo, el reinado del llamado Pepe Botella por el pueblo de Madrid, que
comprendió desde julio de 1808 a diciembre de 1813.
En el terreno elegido para su
emplazamiento, bajo su primera piedra ya se había realizado el habitual acto
protocolario de enterrar un baúl de plomo (cápsula del tiempo) con monedas de José I, una gaceta de ese año y el texto constitucional de Bayona del
Bonaparte. Podría parecer un detalle menor, sin importancia para seguir con su
construcción, pero en marzo de 1814 se espera al «deseado» Fernando VII y la puerta se proyecta ahora como un Arco
Triunfal de bienvenida y clamor por la victoria contra el francés. Los
funcionarios del ayuntamiento madrileño se apresuran en desenterrar el cofre y
sustituir todo lo del Bonaparte por monedas del rey «Deseado», unos calendarios
de la época y, por supuesto, la Constitución de 1812.
Sin embargo, el «monarca deseado» no tenía ninguna intención de jurar y respetar a La Pepa (Constitución de 1812). De hecho, la abolió nada más
llegar. Entre las primeras directrices dadas en Madrid, se molestó en ordenar
que volvieran a desenterrar la caja del
tiempo y fuera extraída la Constitución
de 1812, con la arrogancia añadida de pedir se colocase su decreto de
abolición. Pero la suerte de este cofre cronológico no acaba aquí. El alzamiento en 1820 del general Riego, obliga a Fernando
VII a jurar la constitución de 1812. Y sí, pasó lo que están pensando. Esta vez serían funcionarios liberales los que fueron a cambiar el contenido de la cápsula del tiempo
de la Puerta de Toledo. Lo que
ocurre es que las obras iban ya muy avanzadas y desenterrarla era más
complicado.
Parece que se optó por depositar
un nuevo baúl del tiempo, para
evitar derrumbes buscando el de la «primera piedra». Es por eso que algunos
investigadores dudan si se llegó a desenterrar o no, pues la intención primera
era buscar esa caja que contenía la afrenta de depositar un decreto de abolición
de la amada Constitución Pepa. Existen
documentos que hablan de finalmente depositar bajo la construcción del gran arco de la puerta, que en 1820 es
por donde iban las obras, una caja con la Constitución de 1812, leyes de su
restitución y un ejemplar de la Gaceta de Madrid donde se daba fe de la jura de
La
Pepa por Fernando VII.
Tampoco esta supuesta nueva cápsula
del tiempo se iba a librar de la “profanación”. El año 1823 pone fin al Trienio Liberal y traería la vuelta del
poder absoluto de Fernando VII.
Parece algo personal, porque el monarca ordena que se extraigan de ese cofre
del tiempo los documentos constitucionales liberales y sean sustituidos justo
por los decretos que los derogaban. Comenzaba la Década ominosa (1823-1833),
donde se consolidó la vuelta a la monarquía absoluta y los gobiernos
conservadores. Como la Puerta de Toledo se terminó en ese periodo, en 1827, el
asunto pareció olvidarse. Sobre todo porque al morir Fernando VII en 1833 y ser
su sucesora, Isabel II, una niña, al país le surgieron problemas más graves... como
el inicio de los conflictos civiles de las Guerras Carlistas.
Supongo que a todos y a todas nos gustaría meter mano a la gran “cápsula del tiempo”, para que las cosas fueran siempre a nuestro gusto
© Gustavo Adolfo Ordoño
Historiador y periodista
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