Perspectiva desde una torre de la Basílica de El Pilar que permite ver todo el conjunto monumental de la nueva fuente de la Hispanidad. Fuente imagen |
Ya, ya sé, le va a costar mucho
repetir conmigo el título de esta entrada de la web. Esa idea de que el 12
de octubre es el Día de la Hispanidad no la tiene socializada y por tanto
no la puede tener interiorizada. Dependerá de su educación y de su cultura. Además, si incluimos su origen local puede que hasta le resulte una fecha sin
importancia o un día “incómodo”, para criticar o para despreciar. Al menos, si
vive en España, es un día de festivo. El 12 de Octubre es el Puente
de El Pilar, primer festivo después de las vacaciones de verano y
quizás sea sólo eso lo que le importe. En fin, lo que quiero decir es que el
motivo de celebración que hacía festivo al 12 de octubre sufre una crisis de
identidad social, como la nación que lo eligió como fiesta nacional.
Suena a galimatías, pero es que a
una cuestión de tan profundo calado la han convertido en eso, en un trabalenguas: “el deshispanizador
que lo deshispanize buen deshispanizador será”. Quizás esta frase le
resulte más cómoda o más divertida de
proclamar. Ya, ya sé. El tema está a tope de prejuicios. No, no hace falta
que le pongan etiquetas-prejuicios a mi texto, ya se las pongo yo: españolista, facha, franquista, rancio, casposo, conservador, antiguo,
desfasado, genocida de pueblos indígenas americanos, ahora no se habla en esos términos...y es que en España y en América Latina se relaciona casi siempre a la
Hispanidad con «algo de derechas». Pero por favor, seamos reflexivos y analicemos el tema desde un «tolerante esfuerzo intelectual».
La necesidad de identificación de
una nación suele venir en los momentos
cruciales de la historia de
ésta. Pasó en la época a caballo entre dos siglos, el XIX y el XX, en España
cuando debía adaptarse a los tiempos y dejar de representar el papel de nación
civilizadora que llevaba la cristiandad a todos los confines del mundo. Porque
en metas y proyectos trascendentales se basan las naciones y España optó por
esa identidad. Claro, que si la juzgan desde su actual mentalidad no la van a entender; les parecerá lo más rancio
y conservador del mundo. Además, pueden argumentar que esa identidad era
solamente el pretexto, pues ustedes sólo ven en esa actitud conquista y expoliación de América.
Sin embargo, les podría asegurar
que España -su identidad- se identificaba como
proyecto teniendo esa mentalidad de estar haciendo una labor civilizadora. Desde luego, imposible de entender desde
una actual mentalidad que sea, por ejemplo, anti-capitalista o
ecologista, con visiones críticas y de denuncia de esa «identidad histórica» del pasado. Otra cosa, que no vamos a negar, es la ambición
individual que mostraron los colonos españoles, los nativos asimilados y
colaboradores, los criollos, los adelantados y encomendados, los corregidores, los gobernadores,
virreyes de la época...que en el proyecto personal de enriquecerse y obtener
prestigio social evitaban siempre que podían el estorbo moral de los altos
valores que constituían ese supuesto «proyecto
nacional». Claro que, puntualizando, el proyecto nacional también se enriqueció con ese aumento de la «riqueza material» (impuestos, expropiaciones, cargas tributarias, sanciones...)
Y llegó el famoso año 1898, cuando España perdía sus últimos lazos físicos-geográficos- con América
y, por tanto, su identidad más identificable, valga el «redoble» conceptual.
Menos mal que el asunto de la identidad en un momento de crisis y de perentoria
necesidad de regeneración nacional cayó en manos de los intelectuales. Ese
nuevo Siglo del Oro cultural español se generó, curiosamente, gracias a una generación de españoles a los que les «dolía» (que no deja de ser un sentir) España. Digamos que se salvó el momento y
pudimos tener un nuevo proyecto común. Lo que ocurrió después, estropeando ese buen comienzo «regenerador», es que se fío todo a una sobrecarga del aporte castellano.
Así, de la misma manera que ya habían hecho
otras naciones europeas en el XIX
que antes no tenían «proyecto nacional» (Italia, Alemania), España creó
escuelas públicas donde enseñar una historia,
arte y literatura comunes; fundó instituciones nacionales (antes eran
Reales), instauró una única bandera (nacional), un himno (nacional), unas
conmemoraciones y fiestas nacionales
comunes. Vamos, nada raro, lo que hizo todo el mundo en los años que se
consolidaban los Estados-Nación. El inconveniente fue el excesivo
protagonismo dado a la esencia castellana del nuevo proyecto nacional. La
dictadura franquista (1939-1975) no hizo más que ahondar en esa hegemonía
castellana en lo español o más bien, en esa castellanización de todo lo
ibérico, pues referentes que se incorporan como identidad nacional, El
Greco, Velázquez, Goya, Antonio Machado, Miguel de Unamuno... por ejemplo, no eran castellanos.
Miguel de Unamuno, imagen libre de Wikimedia |
Esa castellanización monopolizadora de la identidad de España no se ha sabido
reformar o no se ha querido hacer. Tampoco ayudó que no se viera América como algo «original en sí»; que debería identificarse con lo hispano de manera universal, sin privilegiar a única identidad (la castellana). Son tiempos de crisis continuas, por un motivo u otro, como en las Españas del siglo XVII y la España del
siglo XIX; pero es impresión mía o ni los intelectuales del momento se están
preocupando por este tema... será que no
toca. Al igual que en América, la tendencia es seguir este trabalenguas: “El deshispanizador que la deshispanize buen deshispanizador será.”
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
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