La declaración de independencia de Palestina que redactó un poeta, Mahmud Darwish, creó un contexto de esperanza de paz con Israel

 

Copia del manuscrito original de la Declaración de Independencia de Palestina redactada por el poeta Mahmud Darwish. Fuente de la imagen: embajada del Estado de Palestina en España


 No han pasado ni cuarenta años de esta declaración de independencia con autoría del poeta palestino Mahmud Darwish y me parece cosa de un lejano siglo. Incluso tengo la sensación de que esos hechos ocurrieron en un universo paralelo. Una situación mundial donde los israelíes aceptaban la declaración de independencia de Palestina para dar el primer paso (autonomía) a crear un Estado y los palestinos asumían la existencia de un Estado hebrero que había vencido en todas las guerras árabes-israelíes habidas desde 1948. Pero esa supuesta «irrealidad» resulta ser el pasado reciente de este mundo, según consta en los anales históricos, era el 15 de noviembre de 1988.

Y esta impresión la he tenido después de aplicar mi oficio de historiador, donde me debo al mayor rigor histórico posible. No la he experimentado como una especie de epifanía o de alucinación. En el proceso de investigación y documentación para abordar este artículo con el objetivo de dar a conocer ese dato histórico de la Declaración de Independencia de Palestina escrita por el poeta palestino Darwish, encontré el origen de esa distorsión. El espíritu lírico y simbólico que llevó a escoger al poeta árabe más reconocido mundialmente para redactar la declaración de independencia de Palestina, sería aniquilado con el inicio ese mismo año de una deriva radical exterminadora que en poco tiempo construiría la realidad actual: una paz imposible entre israelíes y palestinos

 Mahmud Darwish (1941-2008) está considerado como uno de los más relevantes literatos árabes contemporáneos y es el poeta nacional palestino. Se decidió en el Consejo Nacional Palestino (CNP) de 1988 que fuera el redactor de la «Carta de Libertad» por su fuerte carga simbólica. Toda su obra es un canto al amor por la tierra palestina y los derechos árabes a sentir esa nación como propia, pero también es una poesía conciliadora con las otras religiones monoteístas originadas en esas tierras. Ante la falta de una sólida fuerza institucional y diplomática de Palestina, Arafat quiso dar solemnidad a esta «formal» declaración de independencia ligando la soberanía al histórico patrimonio espiritual y cultural de los palestinos. Al fin y al cabo, en la lucha palestina, la cultura y la poesía -sobre todo- han desempeñado siempre un papel crucial preservando la identidad nacional frente a la ausencia de un Estado.


El poeta Mahmud Darwish hacia1980. Por Syrian photographer working
for the Syrian News Agency (SANA) - Al Sabah, Dominio público



Toda una declaración «patrimonial cultural» sobre el derecho a la soberanía y libertad de Palestina iba a ser asumida y aceptada por el Estado de Israel en aquel, ahora nebuloso, 1988. Un estado hebreo gobernado por demócratas como Isaac Rabin y Simon Peres, que vieron más allá del lirismo nacionalista de ese poema-declaración de Darwish una oportunidad para la paz y hacer realidad la solución de convivencia de los dos Estados. Sin embargo, los detractores de ese proceso de paz esperanzador no tardaron en actuar en su contra. Hamás intensificó sus atentados suicidas (inmolaciones) que tanto conmocionaban a Israel y al mundo entero, y los ultra sionistas religiosos cada vez tenían más fuerza política e influencia sobre la sociedad israelí, con jóvenes líderes entre los que empezaba a destacar un tal Benjamín Netanyahu

 No obstante, nunca antes de esos meses finales de 1988 la causa palestina más legítima, la representada por su parlamento en el exilio, había acogido como principal línea de acción el pragmatismo político. Incluso se permitió en la poética declaración de independencia hacer un reconocimiento implícito de Israel. Se apreció en los «versos» de Darwish que aludían a la simiente de las tres religiones monoteístas en esa tierra palestina, con aceptación del judaísmo como parte de ella. Pero volviendo al plano político, el contexto que llevó a este giro de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) que controlaba el CNP al pragmatismo sería propiciado por la Primera Intifada de un año antes (1987). Esa revuelta popular contra las ocupaciones de Gaza y Cisjordania tuvieron repercusión internacional y dieron legitimidad «institucional» a la organización liderada por Arafat. 

También ayudó en ese gran paso al compromiso de la paz y la solución de los dos estados, la decisión en julio de 1988 del rey Hussein de Jordania de dejar el territorio de Cisjordania libre de su control. Era una manera de alentar que Arafat tomase el protagonismo en ese territorio, asumiendo la OLP la administración y poniendo las bases de la futura Autoridad Palestina. Desde el exilio en Argel, que es donde proclamó la declaración de independencia redactada por Mahmud Darwish, Yasser Arafat comenzaría a planear su traslado a Gaza y Cisjordania, las dos zonas no totalmente controladas por Israel. 


Fuente de la imagen


 Otro fundamento para avanzar hacia el diálogo estuvo en la repercusión de esta carta, su sola lectura de la que se llamó Declaración Darwish supuso el reconocimiento de Palestina por más de 90 países en la esfera internacional, en ese mismo año de 1988. Los atentados yihadistas y las ocupaciones ilegales de colonos judíos en suelo palestino continuaron, aunque en menor medida y ahora resultaban actos más mezquinos en un ambiente esperanzador que llevó a celebrar en octubre de 1991 la Conferencia de Madrid, antesala pública de las que serían negociaciones privadas y cruciales que culminarían en Acuerdos de Oslo (1993). Un escenario que daba imágenes que ahora parecen de un «universo paralelo»: israelíes y palestinos hablando de paz y de convivir en dos estados soberanos.


«Han asesinado el proceso de paz»
Arafat al enterarse del magnicidio de Isaac Rabin

         

Ese camino de esperanza se encontró enseguida con la oposición violenta de los extremistas en ambos lados. La espiral de odio y violencia se acrecentó tanto que las posturas dialogantes se vieron acorraladas. Por el lado palestino, su causa justa se vio «secuestrada» por el fundamentalismo antisemita y antisionista de la milicia Hamás que dominaba la franja de Gaza. Para sabotear los Acuerdos de Oslo, Hamás intensificó su campaña de violencia, principalmente a través de la estrategia del atentado suicida. Aunque los atentados suicidas ya existían, experimentaron un aumento significativo en los años posteriores a la Conferencia de Oslo (1993), sobre todo durante 1994 y 1995. Esta táctica se convirtió en la marca distintiva de la resistencia terrorista palestina contra el proceso de paz, alimentando el miedo y la frustración entre los israelíes.

 Por otro lado, en la parte israelí, el asesinato del primer ministro Isaac Rabin, el 4 de noviembre de 1995, asestó el golpe definitivo de «muerte» al proceso de paz iniciado en Oslo y que ratifica la deriva hacia el odio y la guerra. Rabin fue asesinado en Tel Aviv por Yigal Amir, un estudiante judío de extrema derecha y ultranacionalista, que lo consideraba un «traidor al entregar su tierra y su pueblo a los enemigos» mediante el complot antijudío de los Acuerdos de Oslo. Irónicamente y para más amargura, el asesinato ocurrió tras un multitudinario mitin de la sociedad israelí a favor de la paz. 

El asesinato de Rabin creó un vacío de liderazgo muy difícil de reemplazar por la autoridad moral que ejercía en gran parte de la sociedad hebrea. Su sucesor, Simon Peres, perdió las elecciones de 1996 ante Benjamín Netanyahu, uno de los opositores más significados de la derecha israelí a los Acuerdos de Oslo. Se cimentaba la actual «realidad universal» en Oriente Próximo que ha tenido como horrible colofón el reciente genocidio de Gaza...  



Cuando estaba terminando de escribir estas líneas surgía la noticia de un acuerdo entre Hamás y Netanyahu para poner fin a la guerra. Es el «plan de paz» patrocinado por el presidente de EEUU Trump y se inicia con un alto el fuego, la liberación de los rehenes israelíes secuestrados por Hamás desde el 23 de octubre de 2023 y la retirada paulatina del Ejército de Israel de Gaza. ¿Será un pequeño sendero para encontrar de nuevo el camino a la realidad paralela vivida entre 1988 y 1995?





© Gustavo Adolfo Ordoño 


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