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Igual que todos esos objetos
encontrados por casualidad tras una inundación, que salen a flote del trastero
o sótano donde los habíamos guardado sin recordar siquiera que lo hicimos, así
han aparecido los yazidíes en nuestras vidas. Embarrados, rotos e
irreconocibles, los yazidíes vuelven a la historia de la humanidad. Uno más de
esos pueblos sin Estado, que perviven alojados o arrinconados en los trasteros
de nuestras fronteras. Cumplen con muchos de los requisitos para distinguirse
como pueblo diferenciado por cultura, religión o etnia, de los otros, más
mayoritarios, que habitan un territorio. Los yazidíes son noticia porque los
están masacrando. Esta vez no es la poderosa maquinaria bélica de los pueblos
que residen en las mejores habitaciones de la casa-planeta, los autores de esa
barbarie injusta. Están siendo los nuevos “cafres” de Oriente Medio, los yihadistas del llamado Estado Islámico.
El diccionario de la Real Academia
de la lengua española (DRAE) indica cafre
como adjetivo para significar “bárbaro y cruel”. El origen más remoto de
esta palabra, señala también, es del árabe clásico, de la palabra Kâfir que significa pagano. Me gustaría
ver la cara de idiota de cualquier asesino cruel y bárbaro de la milicia yihadista del Estado Islámico (EI), cuando se enterase de que el segundo idioma más
hablado del mundo les califica de paganos. Ellos que asesinan mujeres y niños
yazidíes por considerarles “paganos adoradores del diablo” que no quieren
convertirse a la fe verdadera del Islam.
Los yazidíes ganan a los
musulmanes por goleada en antigüedad religiosa. El sentir religioso yazidí, tan
legítimo como cualquier otro, data de hace miles de años. Es una religión
sincrética, con base en la religión milenaria del Irán pre islámico, el Zoroastrismo;
es decir, una creencia que toma dogmas de varias religiones. Tiene como una de
las principales deidades un ángel llamado Melek
Taus (el Ángel Pavo Real); pero éste es un representante de Dios en la
tierra, un delegado de los siete que gobiernan el mundo en su nombre. Por
tanto, ni siquiera “adoran” directamente a este ángel que provocó, muchos
siglos después, la confusión y el error que les persigue desde entonces de
otorgarles la etiqueta de “adoradores del diablo”, por tener otras
denominaciones parecidas al príncipe del Mal judeo-cristiano-musulmán: Shaitán, Satanás...
La confusión fue para todos. Desde
la expansión de las tres religiones principales por la zona y por los siglos de
los siglos, otras etnias y naciones también les persiguieron y asesinaron por
culpa de ese malentendido. El mismo Sadam Hussein, sin ir más lejos, en sus
represiones a kurdos, incluía a los yazidíes. Pero eso no hace más “legítima” o
razonable la vil actuación del Estado Islámico;
que por otra parte, como hizo el poder de cada momento en Irak desde época
remota, justifica sus acciones de represión y limpieza étnico-religiosa,
aireando esta confusión y particularidad de la religión yazidí.
Como dice el doctor en Historia Contemporánea, Carlos Rilova, en su blog, es extraño que un viajero tan
observador como Marco Polo no dijese ni una palabra de los Yazidíes y su “horripilante”
credo; pero, en cambio, cuando describe la región de Mosul (las famosas telas
muselinas) donde han radicado mayoritariamente los yazidíes per secula seculorum y ahora el Estado Islámico “reina” a sus anchas,
aparecen detalladas descripciones ya de los manantiales de petróleo y otros
recursos mineros... a ver si los fieles del autoproclamado ‘Califato Islámico
de Irak y Levante’ van a estar usando las mismas sucias técnicas, a su estilo,
de conquista y dominio de los recursos energéticos en una región, que sus
odiados “paganos” de EEUU y Occidente (en su escala de odio luego van judíos,
otros musulmanes moderados, árabes laicos, mujeres en general...). No tiene ninguna
gracia, pero es irónico. ¿No?
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