Fotograma de El País TV del quinto terrorista cuando es abatido en Cambrils |
Rabia, dolor, miedo, terror, indignación, tristeza, pena, barbarie,
crimen... puedo seguir, aunque ya habrán leído y escuchado esos
calificativos discretos y otros mucho más furibundos. Esta entrada (artículo)
de Pax augusta no estaba prevista.
Quería compartir mis reflexiones sobre el general Lee y el racismo en EEUU,
pero habrá que aparcar esas inquietudes porque unos asesinos sin alma humana (hago la distinción, porque para muchos
hasta los toros de 500 kilos tienen más “alma”) han cometido unos atentados en
mi país. Han atropellado a viandantes de las Ramblas de Barcelona y han acuchillado a paseantes del paseo marítimo de Cambrils.
Cuando te enteras de la noticia
lo primero que choca es la credulidad
con la que la asumes. Sí, sí, ha leído bien, digo credulidad, no incredulidad. Con
los precedentes de Niza, París, Londres,
Manchester, Berlín, Bruselas, el atentado
de Barcelona se veía como una ciudad más sumada a la lista funesta y
dolorosa de atentados yihadistas que sufre Europa desde los dos últimos años,
protagonizados por el fenómeno Daesh,
que para resumir y dejar de explicarlo desde postulados “académicos”, es un atajo de asesinos incivilizados que
pretenden instaurar una moral reaccionaria y una sociedad de miedo, que no
existieron ni en la época de expansión y esplendor de ese Islam que dicen
profesar.
Cuando los musulmanes se extendieron por el suroeste (península
Ibérica) y por el sureste (península de los Balcanes) de Europa, creando provincias y luego califatos autónomos de Damasco,
muchas gentes de esas tierras conquistadas se adscribieron voluntariamente a la
nueva sociedad generada por sus conquistadores y hasta se convirtieron al Islam
en masa, cuando vieron que esa religión traía un modo de vida tolerante y hasta proclive a la prosperidad y a la
“excelencia” civilizadora. Por eso, cuando estos malnacidos del ISIS-Daesh
justifican sus actos criminales porque pretenden recuperar ese esplendor islámico,
mi enojo se multiplica.
Flores y muestras de dolor en la Ramblas de Barcelona. Fotograma El País TV |
No fue asesinando, reprimiendo,
violando y decapitando como se alcanzó ese cenit musulmán. Resultó de la
convivencia y la tolerancia, al menos en el caso hispano hasta el siglo XII. En
fin, añadir otro motivo de incomprensión sobre la ideología de odio del Daesh
no me va a ayudar mucho a calmar mi rabia, dolor, miedo, terror, indignación,
tristeza, pena... Si cuando ocurrieron los atentados en otras ciudades europeas
lo sentí como algo muy próximo, imagínense en Cataluña.
Y para evitar prejuicios sobre
mis palabras, aclarar que los atentados-masacres
ocurridos en Oriente Medio también me indignan, claro, y desde la misma
sincera humanidad. Pero es comprensible y humano “sentir” algo más cuando ocurren
en el lugar donde veraneas (Alcanar y Cambrils están muy próximas a mi
localidad de vacaciones) y en la ciudad en la que trabajas (durante años trabajé
a caballo entre Barcelona y Madrid). Otra cosa que me pone enfermo es la muerte
de niños en estos actos terroristas (sin importar el lugar). ¿Qué soldado mata niños? Cuando el Daesh revindica la acción suele decir
que son “soldados del Califato” contra los infieles... pues lo de asesinar niños resulta
indigno y miserable hasta en los guerreros de la Edad Media.
Bueno, les pido disculpas, llevo
más de cinco párrafos y sigo sin saber qué
escribir sobre los atentados en Cataluña...
‘No tinc por’
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
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