Albert Einstein imparte una clase a un grupo de universitarios afroamericanos de la Universidad de Lincoln en mayo de 1946 |
La fotografía encierra detrás mucha más historia que la apreciada en su innegable curiosidad a primera vista. Albert Einstein (1879-1955) en las dos últimas décadas de su vida era menos partidario de dar conferencias y clases magistrales en las universidades del país que le había acogido en 1933. Como judío exiliado ese año a Estados Unidos huyendo del auge del nazismo en Europa, Einstein prefirió cartearse con otros colegas científicos y el debate académico frío en publicaciones científicas que una elitista docencia magistral visitando las aulas de las prestigiosas universidades de Harvard o Yale.
No es que evitase ser un docente activo, pues cuando salió de Alemania y llegó a Princeton (Nueva Jersey) lo hizo con un contrato de profesor para el Instituto de Estudios Avanzados de esa ciudad. Más bien, el científico se tomó esa última etapa de su vida como un intento personal por «aclimatarse» a la realidad más mundana de su tiempo. Así tuvo desde Princeton pronto inquietudes políticas y sociales relacionadas con Estados Unidos y el resto del mundo.
Escribió en 1939 al presidente Roosevelt para advertirle de la seria posibilidad de que los nazis construyesen un arma atómica. Nacionalizado estadounidense en 1940, su iniciativa de alertar a Washington le convirtió para algunos en el verdadero «padre» de la reacción del gobierno americano ante ese hipotético peligro: el 'Proyecto Manhattan'. Era mucho suponer porque Einstein en la faceta investigadora siguió centrándose en su obsesión por integrar todas las «Cuatro Fuerzas Físicas» fundamentales en una sola teoría, la llamada Teoría del Campo Unificado.
Por tanto, apenas se preocupó en colaborar en el proyecto atómico que consiguió las bombas nucleares para EEUU. Es más, cuando se usaron esas armas atómicas, perteneció al grupo de científicos que abogó por su supresión y un retorno al pacifismo seguro entre las naciones sin depender de la «amenaza nuclear» -como al final ocurrió en la Guerra Fría-. Pero acabada la Segunda Guerra Mundial, habría otra cuestión que interesó al activismo social del científico.
La icónica fotografía de Einstein sacando la lengua |
Para finalizar esta «intrahistoria» de la imagen que ilustra el artículo, advertir que ni el mismo Albert Einstein se libró de ser señalado con los prejuicios del racismo. Recientemente se han editado unos diarios privados de viajes del científico donde se han querido resaltar los comentarios controvertidos que hacía sobre otras culturas y países. Fueron realizados en sus viajes en la década de 1920 por el Lejano Oriente y el Oriente Próximo. Los peor parados en sus críticas culturales son los chinos, a los que consideraba gente trabajadora pero que llama también "obtusos y sucios".
Desde luego esos comentarios racistas fueron un gran contraste con la imagen universal de genio lleno de inteligencia y humanidad. Excusar que fueron realizados en la mentalidad de la época y en el ámbito privado, no salva a Einstein de la flaqueza de cualquier ser humano cuando se percata de un pensamiento inapropiado.
Historiador y periodista
1 Comentarios
Y por si fuera poco, el profesor era palestinogermanoamericano,minoría racial también muy perseguida en los Estados Unidos y no digamos en la Alemania nazi.
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