La cultura de Estados Unidos nos
llega de miles maneras, aunque el cine ha sido el principal vehículo de
influencia cultural. ¿Quién no ha visto una película del Oeste donde
aparezca la rivalidad entre confederados y yanquis? Pues esa rivalidad
tan vieja como la historia de EEUU (y ésta no es tan vieja) sigue latente entre
muchos ciudadanos, a niveles no solo de cultura popular (folclore, música,
valores sociales, modelos de vida...), también en un sentido político e
ideológico exclusivo de la superpotencia. En pocos lugares del mundo encontrará
tanta naturalidad en la aceptación de premisas racistas y de supremacía de una
raza, la blanca, como en algunos Estados de este enorme país. Es un caso
singular de memoria histórica no asumida, algo que en España también sucede.
Lo que puede parecer chocante es
que esa memoria histórica conflictiva siga teniendo episodios
que llevan al enfrentamiento y al odio en la sociedad estadounidense,
considerando que han pasado más de 150 años desde la guerra civil entre
los Estados del Sur y del Norte. O quizás no; no sea tan curioso porque
sigue siendo una herida abierta en muchos lugares del sur estadounidense, a
pesar del tiempo trascurrido. En España, por hacer perspectiva comparada, tengo
la sensación de que la Guerra Civil es una herida vieja que
supura por varios puntos mal dados. El caso de los cientos de miles
desaparecidos en fosas comunes improvisadas y cunetas de carretera es, desde
luego, sangrante para una memoria histórica muy mal resuelta.
En EEUU la
herida tiene que ver con una anomalía social más que con una
huella histórica vergonzosa. Si bien en el conflicto entre los estados yanquis
y sureños una de las principales causas estaba en el asunto de la esclavitud,
el racismo no era el problema social. Lo que se enfrentaba eran dos modelos de
sociedad, de ver la vida y proyectar el futuro, y los estados confederados
tenían todas las de perder porque en historia no se puede ir a contracorriente.
Ganada la guerra por los abolicionistas, eso no evitó que la segregación
racial y la discriminación socioeconómica de la población negra se
prolongase hasta... nuestros días. Eso es lo que resulta, a estas alturas, tan
anómalo en el país de la democracia y las libertades.
La estatua de Lee en
Charlottesville, localidad centro de la reciente tensión racial. Fotograma El País TV
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Pero, ¿es el general Lee parte de una memoria histórica "sangrante" en Estados Unidos?
Robert Edward Lee (1807-1870) fue
un militar líder de los ejércitos confederados. Hasta ahí su perfil de
personaje histórico no debería traer problema alguno. Los bandos enfrentados en
una contienda civil necesitan de prohombres y líderes carismáticos para
sobrellevar esos tiempos de indudable trance para todo un país. Respetado en el
campo de batalla, incluso por sus rivales, a pesar de no ser un brillante
estratega, el general Lee era ante todo el prototipo perfecto de caballero sureño. El país de las 13
colonias era una “creación” europea, británica, muy joven en el tiempo pero
igual de necesitado de modelos sociales. A falta de caballeros medievales en la
historia del reciente país, el “patricio” sureño debía construir una imagen
romántica de hombre fiel a sus principios, donde el honor y la gallardía
ocupaban un lugar principal.
No se debe haber investigado bien
la biografía de Lee en su propio
país, porque la confusión sobre si fue o no abolicionista es patente. Sorprende
que circule la idea de que fue abolicionista porque comandaba los ejércitos que
deseaban preservar el sistema productivo de la esclavitud y está comprobado que
usaba esclavos en la propiedad que heredó
de sus suegros. Será un lavado de imagen tan frecuente en el país del marketing
como es EEUU y que forma parte del revisionismo histórico que se dio en torno a
la Confederación. La idea romántica de
la causa perdida y la creación de mitos, necesitados por los “perdedores”
del sur, como Lee, hizo que desde la década de 1920 se normalizasen símbolos de
los confederados, como la famosa bandera del aspa estrellada. Parecía incluirse
en el imaginario común estadounidense, sin ningún trauma, los valores y el
recuerdo del bando que perdió la guerra.
Sin embargo, y ese es el
problema, grupos racistas y de extrema derecha, los supremacistas blancos, han
empleado toda esa simbología revisada y tolerada de la Confederación como sus
emblemas en las manifestaciones neonazis o, peor aún, como firma en
asesinatos racistas. Al general Lee
se le acabará el crédito por culpa de aquellos que tanto le reverencian como
honorable mito de los Estados del sur.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
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