La entrada a la Plaza de España en Agaña, capital de Guam |
Los últimos de Filipinas lo fueron porque resistieron en ese territorio del
extinto imperio español mucho después de la firma del Tratado de París
de 1898, con el que España tenía que liquidar sus posesiones coloniales de
ultramar a favor de la potencia emergente, Estados Unidos. La
desigualdad de fuerzas en la guerra hispano-estadounidense hizo
que el conflicto fuese corto y que el dicho Tratado de París, que ponía fin a
la guerra, fuese una cláusula de derrota más que un acuerdo de paz. España no
pudo poner ni una sola enmienda a las imposiciones de EEUU. A Cuba renunciaba, a Filipinas se la vendía (20 millones de dólares) y a Puerto Rico y Guam se les convertía en propiedades estadounidenses sin más.
En Guam había una guarnición con medio centenar de soldados españoles.
Estaban tan incomunicados como los de la guarnición
de Baler en Filipinas. Nada sabían de las negociaciones en París ni de la
guerra que se seguía contra Estados Unidos. Cuando el crucero USS Charleston fue desviado de su rumbo, iba a Manila, con
la orden de tomar Guam, los oficiales de la isla española creyeron que sus tres
cañonazos, que fueron muy erráticos, eran salvas de saludo y cortesía. Como los
cañones del maltrecho fortín español tenían un siglo de edad, nadie se atrevió
a devolver el saludo con otros tres disparos. Al final, la oficialidad española
mandó un bote en representación.
El comandante del crucero estadounidense,
el capitán Glass, explicó al cortés
oficial español que de saludo nada, que España
y EEUU estaban en guerra y que venía a tomar la isla de Guaján (que así se llamaba por españoles y nativos). La
sorpresa fue mayúscula cuando, además, hacían prisionero de guerra al español
pero al minuto le liberaban con el ultimátum de rendir la plaza a la mañana
siguiente, 21 de junio de 1898. El general
Juan Marina, el gobernador español de la isla, hizo balance de fuerzas.
Contaba con unos cien hombres, cincuenta españoles y cincuenta milicianos
chamorros (la gente de la isla); escasos cartuchos y fusilería anticuada, sin
fortaleza adecuada ni muros donde defenderse. Enfrente una pequeña flota, todo
el poder de fuego de un crucero más tres naves de transporte.
Fuerte de Umatac, en Guam, huella española. Fuente imagen |
El sentido común obligaba a rendir Guam. A las 9,30 AM de ese 21 de
junio pasaba a pertenecer a EEUU. Fue el hecho bélico menos violento y
sangriento de los ocurridos en la guerra hispano-estadounidense. Guam, que es la isla más grande y meridional
de otra posesión española, las islas Marianas (cedidas a Alemania en 1900),
desde ese día se fue transformando en lo que es hoy día: una gran base
militar estadounidense. Su posición geoestratégica la hace ideal
para el control militar entre Oceanía y Asia. Desde sus bases salen los aviones
USA que controlan la península coreana, con la controvertida Corea del Norte y
sus amenazas balísticas.
En la fisonomía material e
intangible de Guam aún quedan ecos de España. Los apellidos de muchos
de sus habitantes son hispanos; en su lengua, el chamorro, existen muchas
palabras en español y los bailes populares se parecen a los mexicanos, pues de
allí provenían muchos de los colonos y comerciantes que llegaron desde el siglo
XVII (cuando se consolidó la colonización) a esa isla de la Micronesia.
En general, las generaciones
menos jóvenes sobre todo, el conocimiento del pasado español es muy apreciado por los chamorros, los nativos de
Guam. En el terreno histórico-arqueológico, a pesar de su gran deterioro, aún
quedan siluetas de garitas de fuertes o campanarios de iglesias. Lo que
ocurre es que quedan muy empequeñecidas frente a los portaaviones y acorazados
que fondean sus costas, como ocurrió con la guarnición española y el crucero USS Charleston hace casi 120 años.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
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