Invadir Portugal, un desconocido plan militar de la IIGM y objetivo franquista imitando la teoría nazi del espacio vital (Lebensraum)

Una imagen que se pudo dar en las costas de España y Portugal, pero que pertenecen a la operación Torch, el desembarco aliado en el Norte de África.
Fuente imagen: Keystone/Hulton Archive/Getty Images


En pleno auge militarista, en medio de una acción mediática globalizada donde la guerra vuelve a ser uno de los mayores temores en las opiniones públicas, hacemos una perspectiva histórica comparada entre los conflictos actuales y la Segunda Guerra Mundial. Los vendedores de armas están haciendo su agosto este 2025 gracias a todas las guerras vigentes. A la cabeza están la de Ucrania y la de Gaza, ambas con causas-origen por cuestiones territoriales. Hitler expuso en su libro Mi Lucha (Mein Kampf), la teoría del espacio vital (Lebensraum). Pilar de la ideología nazi que abogaba por la expansión territorial de Alemania. Una expansión que dirigida al Este de Europa, sobre todo por los territorios eslavos, tenía el objetivo de colonizar esas tierras con alemanes. Expulsando o esclavizando hasta aniquilar a esos pueblos eslavos y resolver así sus problemas de superpoblación, obtener recursos naturales y potenciar al orgullo nacional germano

 

 Resulta un dato verídico que alguien, de las cientos de personas que componían el Estado Mayor de los aliados, plantease la posibilidad de invadir España aunque lo hiciera pensando solo en los aspectos estratégicos militares. Nada de aspiraciones de un «espacio vital». Aspectos estratégicos en 1942 ante la posibilidad de que España entrase en la guerra ayudando a los nazis en una hipotética invasión del Marruecos francés, en el marco del plan aliado Torch de desembarcar en África. Aunque, lo que en realidad se estaba planteando, era la invasión del Marruecos español. Otro aspecto estratégico surgió en 1944: cortar el suministro español de wolframio a los nazis invadiendo el norte peninsular.

Pero un planteamiento no hace un plan si no se planifica. No se han aportado en las investigaciones documentos que avalen con total certeza la proyección detallada de esos planes. Sin embargo, en el bando contrario (el Eje) sí que se llegó a planificar una invasión detallada de la península en 1940. Se trató de un plan militar nazi, con ayuda de la España de Franco, para invadir Portugal, tradicional aliado de los británicos que desde Lisboa facilitaban los movimientos aliados. A la incipiente España franquista se le mencionó para convencerla de su derecho a Lebensraum, a ampliar su «espacio vital»Y que mejor manera de hacerlo que controlando toda la península ibérica.


Portugal en la Segunda Guerra Mundial 


 Recordemos, los británicos apoyaban sin miramientos y sin ninguna hipocresía a un dictador ibérico. Y lo hacían desde mucho antes que Franco ganase la contienda civil española y se convirtiera en un dictador de facto en Madrid, al que la diplomacia británica dudaba en reconocer. Nos referimos a António de Oliveira Salazar, el creador de un régimen autoritario conocido como Estado Novo. El apoyo británico a Portugal es una de esas realidades históricas que por secular, nunca se pone en cuestión. 

No obstante, en 1940, a Londres le comenzó a molestar mucho el apoyo portugués a la dictadura de Franco; sobre todo porque iba acompañado de un rearme del ejército luso a base de comprar grandes cantidades de armamento a los alemanes de Hitler y los italianos de Mussolini, aliados militares de Franco.

Los británicos habían «pasado por alto» que Portugal interviniese en la Guerra Civil española de manera directa, apoyando a los sublevados contra la República, con la aportación de los 8.000 voluntarios portugueses, los famosos Viriatos. Era algo que en la hipocresía de la diplomacia de entreguerras se podía tolerar, pero que en plena Segunda Guerra Mundial suponía jugar con fuego para los portugueses. 

Se constataba, con preocupación en Londres, que la balanza comercial entre la Alemania de Hitler y el Portugal de Salazar era cada vez más importante en la economía de Lisboa. Las materias primas portuguesas, como el tungsteno, el zinc, o el manganeso y el mencionado wolframio, interesaban a la belicista Alemania desde los contactos que tuvieron en la Guerra Civil española. Portugal fue el primer país en apoyar al sublevado general Franco.


La proyectada invasión hispano-alemana de Portugal 


 Salazar se alegró de la sublevación golpista contra la República española. Coqueteó con los fascismos europeos que apoyarían a Franco y que incomodaban tanto a Londres. El dictador portugués, había temido tener como vecino a un país gobernado por fuerzas izquierdistas que llevasen a toda la península a una especie de revolución comunista. Precisamente, el cerrado apoyo británico al dictador Salazar se excusaba en el interés geoestratégico de Londres de no perder a un aliado tradicional; cayendo Portugal en la órbita de los países que miraban a la naciente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y sus grandes movimientos sociales de masas.


De izqda. a dcha. Serrano Suñer, Franco y Salazar, en la reunión mantenida en Sevilla de 1942.
Fuente: Archivo del ABC


 Temor que pudo hacerse realidad en el periodo de gran inestabilidad social y político que vivió Portugal entre 1919 y 1926. La influencia de Londres era densa y determinante sobre Lisboa, no solo por los acuerdos comerciales ventajosos (ambos países se concedían créditos a fondo perdido), también por la dependencia militar portuguesa de la ayuda inglesa.

Siempre fue así, desde el mismo origen y consolidación del país, pues el contingente inglés de la batalla de Aljubarrota (1385) fue crucial para decantar la victoria de Juan I (consolidación dinastía Avís) ante los castellanos de otro Juan I, rey de Castilla. Y más de 500 años después también el apoyo militar, en este caso ya británico, sería imprescindible para evitar una invasión española, auspiciada por la Alemania nazi. 

El ejército portugués en solitario hubiese sido incapaz de hacer frente al Plan de Operaciones 34, nombre que le dieron los militares españoles al anexo sobre la invasión de Portugal, dentro del plan general de intervención militar nazi en la península conocido como Operación Félix.

En 1940 ese fue un plan que de verdad, trazado y detallado, estuvo sobre la mesa de operaciones del Estado Mayor de Hitler. Salazar así lo vio también. Alemania había invadido con pasmosa facilidad ese año Francia y las especulaciones sobre una posible invasión nazi de la península para tomar posiciones ante la previsible reacción aliada, con consentimiento o no de España, eran más que verosímiles. Había que trabajar o «forzar» la neutralidad peninsular más que nunca, tanto en un bando como otro. En esto coinciden muchos historiadores, en conceder más valor a las gestiones de Salazar en conseguir no entrar en la guerra que a los otorgados (por él mismo) éxitos de Franco en esta cuestión.


Batería defensiva de costa que fue contemporánea de los hechos contados en este texto. Son los restos del complejo militar de Punta Lucero en Zierbena (Bilbao). Fuente imagen


 El Plan de Operaciones 34 suponía un apéndice de la Operación Félix nazi de entrar en España, desplegar posiciones en las costas y tomar Gibraltar. A Hitler le gustaba «imitar a Napoleón». Era evitar, antes de que ocurriera, el eventual desembarco británico en Portugal, para interceptar en medio del suelo peninsular a germanos y sus aliados españoles. Algo que ya ocurrió en las guerras napoleónicas. La voz cantante de la invasión a Portugal la llevarían los alemanes. El jefe supremo de la operación saldría de París, sería el VI Ejército Alemán del general Walter Von Reichena. El plan era meticuloso, usando el 39º Cuerpo Motorizado de ese VI Ejército, sumado a las fuerzas que Franco facilitaría desplegadas por toda la frontera hispano lusa, se abrirían tres frentes: al norte para conquistar Oporto, al centro para tomar Lisboa y al sur con la toma del Algarve. 

Pero el devenir de la historia convirtió ese plan en una «ficción histórica». La invasión no se produjo a causa de innumerables razones. Muchas de carácter diplomático como El Pacto Ibérico de 1942 o el Acuerdo luso-británico que permitió el uso militar de las Azores en 1944. Solemos dar más protagonismo a las acciones y hazañas bélicas del desarrollo de la Segunda Guerra Mundial que a las cuestiones políticas o económicas. Algo que oculta muchos logros diplomáticos que cambiarían tanto o más el curso de los acontecimientos.

Sí, Hitler también usó la diplomacia y los enredos políticos para intentar conquistar objetivos sin necesidad de desplegar divisiones acorazadas. Y se vio en la suerte de esa Operación Félix, cambiando los planes germanos tras las reuniones con portugueses (clandestinas, pero se dieron para mantener el suministro de wolframio) y españoles (famosa reunión de Franco y Hitler en Hendaya). Finalmente, el plan se desechó para suerte de los dos regímenes dictatoriales ibéricos que no habrían podido manejar el hecho de tener tres divisiones acorazadas nazis en la península.   




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