Las intervenciones militares y «policiales» de EEUU en América; una historia interminable


Unos marines de EEUU capturan la bandera que usaba un tal Sandino, rebelde de Nicaragua, en 1932



 La cronología de las intervenciones militares y «policiales» de los Estados Unidos en el resto de América es amplia. Más todavía si la persona que se animase a realizarla incluyese la intervención como parte de una «guerra hibrida». Algo como el enviar asesores para la manipulación política o cuando el Pentágono enviaba grupos de acción encubierta. Si consideramos esos factores en una intervención mediante presiones diplomáticas, bloqueos económicos y operaciones de las agencias de inteligencia, la primera superpotencia no habría dejado ni un minuto de “intervenir” en América Latina

Es común tener a la llamada Doctrina Monroe de ese presidente estadounidense (1823) como primer hito de la cronología intervencionista, pues la declaración fue clara y contundente: América Latina se consideró esfera de influencia exclusiva para Estados Unidos. Por las fechas de esa Política Monroe panamericana, apreciamos que todas las repúblicas americanas estaban recién emancipadas de España. En un primer momento, esa declaración de principios de EEUU en su política exterior quería reafirmar su compromiso contra el llamado «decadente» colonialismo europeo.

La estrategia de hacer una patria común de toda América para los ciudadanos de las jóvenes naciones que iban surgiendo resultó seductora. No en vano, los mismos Estados Unidos eran un país muy joven y con escaso bagaje como estado independiente; pero les había ido muy bien liderando esa «independencia» del influjo político europeo dominante. La frase atribuida a uno de los ideólogos de la doctrina, John Quincy Adams, resume esa estratégica filosofía: América para los americanos. Advirtiendo a la vieja Europa que sus ambiciones en la zona son el pasado; premisa luego muy manipulada al exclusivo interés estadounidense de obtener el poder geopolítico de la región.  

 De nuevo, el presidente de Donald Trump, como ya hizo en su primer mandato, nos «regala» otro episodio de intervencionismo estadounidense. La crisis social y política que ha dividido en dos grandes bloques cívicos tan antagónicos a Venezuela, con la consolidación de una política dictatorial en Caracas sin posibilidad de recuperar la democracia mediante elecciones limpias, parece animar a intervenir de manera «más contundente» a Washington.

No obstante, este nuevo intervencionismo de EEUU aunque ha incluido el despliegue militar de navíos y aviones de guerra cerca de las aguas  de Venezuela, parece seguir lejos de la actuación militar directa de tropas estadounidenses en suelo venezolano. Se ha optado por intensificar la guerra híbrida contra el régimen de Maduro, hundiendo un barco de supuestos narcotraficantes que partió de las costas venezolanas y acusando directamente al dictador caribeño de ser el líder de los carteles traficantes.  

Se pone en juego el futuro de un país, Venezuela, que aún no ha encontrado su sitio en el mundo, pues la maniobra de Trump ahora sí que parece ir encaminada a derribar al régimen de Maduro. En doscientos años de historia, Caracas ha probado todos los modelos sociales posibles. El hecho de que esté en juego algo más que la geopolítica regional del continente americano, que era el «juego» principal del siglo XX, siendo en este siglo también foco de interés de ese nuevo orden mundial «diseñado» desde el cada vez mayor contrapeso del Eje Pekín-Moscú, evitará el desembarco de los marines estadounidenses. Intervenciones militares directas como las realizados en Nicaragua (1912), isla de Granada (1983) y Panamá (1989).

Veamos en una breve relación estas invasiones militares estadounidenses:



Una de las fotografías más famosas de la invasión de EEUU a la pequeña isla de Granada en el Caribe



Desembarcos de marines estadounidenses, las invasiones de EEUU en América Latina más importantes



 En 1912 culminan en Nicaragua unos años de tensión entre Washington y Managua. En la capital nicaragüense la pugna política entre liberales y conservadores, acabaría en una guerra civil que perjudicaba a los muchos intereses comerciales y empresariales de los estadounidenses. El mismo gobierno de EEUU estaba metido en las empresas que controlaban y explotaban los recursos de Nicaragua. El secretario de Estado de esa época, Knox, era el mayor accionista de la principal compañía minera de Nicaragua. Las revueltas de los liberales no podían ser controladas por el presidente Díaz, hombre de confianza de Washington, por lo que pidió la intervención de los marines norteamericanos. 

El desembarco de los 1.500 marines fue el 1 de septiembre en el puerto de Corinto. El curso de la guerra civil cambió, los revolucionarios liberales perdieron sus conquistas y Díaz se consolidó en el poder. Los EEUU se mantuvieron con tropas en Nicaragua hasta 1934.

En la madrugada del 25 de octubre de 1983, comienza la operación militar Furia Urgente, ordenada por el presidente Ronald Reagan, con la alianza de los gobiernos vecinos de Barbados, Jamaica y Dominica, que consistió en el desembarco de 7.000 marines en el Estado insular de Granada. Este minúsculo país se convirtió en una demostración de fuerza estadounidense dentro de la “doctrina Reagan” de convertir a EEUU en la “policía” del mundo

El detonante y excusa peregrina de la intervención  de Washington, sería el supuesto peligro que corrían los ciudadanos estadounidenses residentes en Granada de ser convertidos en rehenes (a lo embajada iraní) por el gobierno de Maurice Bishop, que en 1979 había dado un golpe de Estado y, según la Administración Reagan, instaurado un régimen de corte marxista.

 
Una imagen de la crudeza que se dio en la invasión militar de EEUU en Panamá (1989)


 La Invasión estadounidense de Panamá de 1989 es, hasta ahora, el último gran despliegue militar en suelo de América Latina. Un número elevado de tropas, propio de las operaciones posteriores en Oriente Medio (guerras de Irak). Una intervención militar contundente para una misión con aire maquiavélico: deponer al general Noriega, al que curiosamente los mismos EEUU habían ayudado a obtener el poder en 1983. Noriega era el gobernante de facto, aunque no era el presidente de Panamá. Su control del ejército y su intento de alejarse de la órbita de Washington, llevó a ser requerido por la justicia estadounidense acusado del delito de narcotráfico. Por supuesto, Noriega no se iba a entregar. 

El 20 de diciembre de 1989, 26.000 soldados y marines, incluyendo unidades de élite como los Navy SEALs, aplastaron a las débiles fuerzas panameñas y detuvieron a Noriega. El balance de víctimas mortales, según varias fuentes, alcanzó las 3.000 personas entre los latinoamericanos. EEUU sólo reconoció 23 soldados como bajas mortales.





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