Noticia de un atentado anarquista en Barcelona |
Breves apuntes sobre el terrorismo anarquista de finales del siglo XIX y principios del XX
El fenómeno terrorista, pese a su presente actualidad y en la forma en que lo entendemos actualmente, es un hecho histórico que cuenta con apenas algo más de dos siglos aproximadamente. En el transcurrir cronológico, el terrorismo ha ido adaptándose a las nuevas circunstancias propias de cada momento histórico, demostrando una gran versatilidad. Sin embargo, en muchos aspectos sus características más fundamentales permanecen, al menos en su esencia, inalteradas.
La violencia política anarquista fruto del desarrollo de los movimientos obreros del siglo XIX tuvo especial incidencia en los años finales de este siglo y el principio del siglo XX. Geográficamente, si bien el terror anarquista actuó especialmente en países del ámbito mediterráneo (Francia, España o Italia), la mayoría de sociedades capitalistas occidentales se vieron afectadas. No se puede establecer una correlación clara entre este terrorismo y una determinada forma de gobierno. Los atentados tuvieron lugar tanto contra regímenes autoritarios como contra gobiernos liberales.
Una de las principales dudas que la ciencia histórica trata de delimitar en torno al terrorismo anarquista es su supuesta internacionalización. El libro El nacimiento del terrorismo, coordinado por J. Avilés y A. Herrerín, editado por Siglo XX en 2008, defiende contundentemente el carácter internacional de este tipo de violencia. Frente a esta tesis se levantan posturas cercanas a las propias corrientes anarquistas que consideran que el propio sustento ideológico del movimiento impedía la coordinación eficaz de grupos amplios y numerosos a nivel internacional.
El Congreso de la Internacional Negra de Londres de 1881 había defendido abiertamente “la propaganda del hecho”; es decir, el recurso a la violencia como medio para obtener fines políticos y sociales. Esta táctica tuvo su origen en Italia, cuando antes de la escalada de violencia terrorista de la década de los años 80 y 90 del siglo XIX, los anarquistas italianos vieron fracasar los sucesivos intentos de insurrección generalizada. Estas formas de acción violenta individual (como mucho desarrollada por grupos excesivamente pequeños) encontrarían profundo eco tanto en España como en Francia.
La táctica anarquista buscaba una profunda relación con la propaganda. El valor simbólico de la violencia que creaban era de vital importancia en la consecución de los fines. El atentado contra determinadas personalidades, muy bien escogidas por su alto valor simbólico, junto con el carácter casi legendario y heroico de los terroristas, ayudó a crear un cierto halo de romanticismo en torno a la figura del anarquista, como bien apunta uno de los mayores conocedores del terrorismo anarquista de finales del siglo XIX, Rafael Núñez Florencia.
A modo de conclusión, parece evidente que podemos considerar el terrorismo como un fenómeno relativamente joven que apenas ha modificado sus características más básicas. Sin embargo, sí existe una diferencia y esta es de peso: el anarquismo terrorista nunca buscaba la acción indiscriminada; se trataba de encontrar un objetivo determinado y que ocupase un puesto de destacada importancia dentro del entramado social contra el que se luchaba. Sólo, por citar algunas excepciones, podríamos hablar de acciones indiscriminadas en los casos del atentado contra Alfonso XIII el día de su boda (31 de mayo de 1906), en el que murieron 28 personas, o el atentado del Corpus Christi de Barcelona del 7 de junio de 1896, con doce víctimas mortales. Por el contrario, la actualidad terrorista se caracteriza por la indiscriminación más absoluta respecto a las víctimas, en las que ya no se busca el valor simbólico sino la mayor cantidad posible.
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