Gavrilo Princip, el hombre que hizo el primer disparo de la Primera Guerra Mundial |
En una esquina de una perdida
ciudad de los Balcanes se decidió a golpe de balazos todo el destino de Europa.
Era una mañana, según cuentan todas las fuentes, calurosa y radiante en la
capital de Bosnia. La casualidad hizo que uno de los terroristas más famosos de
la historia contemporánea se encontrase con su víctima. El archiduque Francisco
Fernando, pieza secundaria en el juego de roles y estrategias que caracterizó
la entrada de Europa y sus grandes potencias en el siglo XX, estaba llamado a
convertirse en pilar fundamental sobre el que se sustentaba todo el débil
régimen de paz armada de una Europa más que resignada a sufrir una guerra
futura que parecía que nadie quería evitar. De nuevo, el asesinato de un solo
hombre, abanderado de las soluciones pacíficas para el inestable problema
nacional que carcomía desde su interior al obsoleto Imperio austro – húngaro,
significaba el triunfo de las tesis radicales que entendían la violencia como
la única estrategia posible.
El final del siglo XIX y
principios del XX había dejado una Europa convulsa preparada a estallar ante la más
mínima provocación. Un complicado entramado de alianzas dirigidas desde Berlín
había llegado a crear un poroso sistema de dos bloques en el que se repartían
las potencias del continente. Mientras, en el sur, en la península balcánica,
el agotamiento del Imperio turco se zanjaba con la intervención de las
cancillerías europeas dispuestas a tomar parte en el saco de Constantinopla,
atentos a no perder puestos privilegiados en el reparto de las cuantiosas ganancias
que se suponían iban a generar las regiones balcánicas tras el abandono
otomano. En este contexto, la apertura al mar de dos de los imperios más
antiguos y arcaicos de Europa, el ruso y el austro – húngaro, provocaría un
juego de graves tensiones diplomáticas que acabaría con el resultado nefasto de
la muerte de casi treinta y un millones de personas en la llamada Primera
Guerra Mundial.
El complicado juego de relaciones
internacionales había permitido la entrada triunfal de las tropas austriacas en
los Balcanes a principios del siglo XX. Bosnia – Herzegovina se convirtió en un
protectorado de Viena aunque su control, al menos nominalmente, continuase en
manos de un Imperio turco abocado a una interminable agonía. El archiduque
Francisco Fernando, sobrino del emperador austriaco Francisco José I, acudió a
Bosnia en 1914 con la intención de supervisar unas maniobras militares. El
viaje representaba una ocasión perfecta para poder visitar la capital del país,
Sarajevo, con su querida esposa, Sofía Chotek. Por cuestiones derivadas de la
rígida etiqueta imperial no se permitía la presencia en actos oficiales
celebrados en Austria de la pareja junta. Por fin, Francisco Fernando podría
estar acompañada por su esposa en un acto oficial, lo que supondría la muerte
del matrimonio.
Francisco Fernando era un firme
defensor del federalismo austriaco basado en la creación de un estado de base
eslava con un alto grado de autonomía aunque dependiente en última instancia de
Viena. Esta solución de compromiso se traducía en la satisfacción de muchos
eslavos del sur que veían en este posible compromiso una adecuada tercera vía,
entre la total sumisión a Austria o a Serbia. De nuevo, las opciones
extremistas más radicales pro – serbias debían actuar tratando de frenar cualquier
solución negociada que no implicase la independencia total y la creación de una
“Gran Serbia”. La única opción que se barajó fue el asesinato del
archiduque.
El momento escogido por los conspiradores serbios no
podía ser el más adecuado. El 28 de junio, día de la visita del archiduque a
Sarajevo, se celebraba San Vitus, patrón serbio, fecha que también recordaba la
batalla del Campo de los Mirlos que en 1389 supuso la derrota del príncipe
serbio Lázaro frente a los otomanos. De hecho, la visita de Francisco Fernando
y su esposa se consideraba una provocación. Los terroristas, organizados en dos
grupos, consiguieron arrojar sobre el descapotable en el que la pareja imperial
visitaba la ciudad bosnia una primera bomba que el archiduque pudo rechazar,
explotando debajo del coche que le seguía. Después de una tensa recepción en el
Ayuntamiento de la ciudad, Francisco Fernando y su esposa volvieron al coche
con la intención de visitar a los heridos en la explosión. El chófer, sin
embargo, se equivocó en la ruta que debía seguir hasta el hospital de Sarajevo.
Al rectificar, mientras estaba maniobrando, la casualidad quiso que Gavrilo
Princip se encontrase allí cerca, refugiado en una tienda. Esta era su
oportunidad. Sin dudar, se acercó hasta el coche y abrió fuego sobre el
Archiduque hiriéndole de muerte en el cuello; en el tiroteo se interpuso Sofía
Chotek, esposa del archiduque, que también moriría a causa de un disparo
recibido en el abdomen. Poco después, Princip era detenido.
Un atentado en una esquina de una
ciudad perdida en las recónditas montañas de los Balcanes sería el aliciente
que muchos esperaban para poner en marcha toda la crueldad de la primera guerra
mundial. Se inauguraba a escala global la industrialización de la guerra y de
la muerte.
Luis Pérez Armiño©
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