'Algo va mal'. Indignación popular, haztargo social



El historiador y politólogo británico Tony Judt, fallecido en 2010, nos dejó una obra póstuma que advertía del profundo error en la forma de vida actual

"Algo va mal" (2010) es la última obra de Judt (sin incluir sus memorias), escrita durante el desarrollo de su grave enfermedad degenerativa, que le llevó a una muerte prematura. En ella nos plantea la frustración de las nuevas generaciones ante el futuro, frente a los errores presentes y el desencanto por la forma en que vivimos hoy. Es un legado intelectual que llama la atención sobre algo crucial: es el momento de detenerse a decidir en qué mundo queremos vivir. Frente a los que criticaron la candidez intelectual del “manifiesto”de Stéphane Hessel,“¡Indignaos!”, nos encontramos con un sólido ensayo que nos desafía, como ciudadanos, a oponernos a los defectos de nuestra sociedad; es el testamento de uno de los más importantes pensadores contemporáneos.

Tony Judt

Tony Judt era el historiador especializado en Europa que con la obra magna “Postguerra” (Taurus, 2006), una historia de Europa desde 1945, se consagraba en el panorama historiográfico sobre Occidente. Reconocido como el pensador, sociólogo e historiador más clarividente de la socialdemocracia, sería también admirado por su entereza moral y dignidad a la hora de afrontar su muerte, consecuencia de un proceso degenerativo por esclerosis lateral amiotrófica (ELA).

Paralizado del cuello a los pies desde 2009, se salvaría de su angustia con la escritura de sus memorias, “El refugio de la memoria” (Taurus, 2011), donde el recuerdo de vivencias, imágenes y olores, servirán para lúcidas reflexiones sobre política y sociedad. Judt nació en Londres el 2 de enero de 1948 en el seno de una familia judía de clase media. En su juventud, durante la Guerra de los 6 días, se prestó voluntario (como otros muchos judíos europeos) para sustituir a miembros de los kibutz que habían sido llamados a filas.

Profesor e investigador

Llegó a ser colaborador del ejército israelí como traductor y conductor de ambulancias, pero acabada la guerra da un giro total a su opinión sobre el desarrollo del estado de Israel. Vino a decir que el estado sionista era un anacronismo y se mostró partidario de la creación de un único Estado para ambos pueblos. Esa nueva posición le supuso el veto del gobierno israelí y la suspensión inesperada de conferencias en países que no deseaban disgustar al estado israelita.

Se graduó, tras regresar de la guerra árabe-israelí, en Historia en Cambridge. Más tarde, para estudios de postgrado acudió a la Escuela Normal Superior de París (interesado en la intelectualidad progresista francesa y el “mayo del 68”), regresando a la Universidad británica y obteniendo el doctorado en 1972. Impartió clases en las universidades de Oxford, Cambridge, Berkeley y Nueva York. Fallecía en esta última ciudad el 6 de agosto de 2010.

Algo va mal

"Algo va mal", sobre esta obra que ha pasado bastante desapercibida, aún significando un análisis social afín y paralelo a los movimientos de indignación ciudadana de estos últimos meses, como el 15-M de la Puerta del Sol de Madrid, el mismo autor decía en el diario El País (medio donde colaboraba habitualmente): "la disposición al desacuerdo, el rechazo o la disconformidad -por irritante que pueda ser cuando se lleva a extremos- constituye la savia de una sociedad abierta. Necesitamos personas que hagan una virtud de oponerse a la opinión mayoritaria. Una democracia de consenso permanente no será una democracia durante mucho tiempo”.

Estas palabras, sin duda, servirían como ideario de los movimientos de indignados que han tenido su progresión hasta la última marcha de la ciudadanía mundial del “15-O”. Socialdemócrata universal, como se definía Judt, defendió el papel clave de esta última ideología como hacedora de los estados del bienestar europeos, Estado del Bienestar que ahora, desde las posiciones de izquierda y de indignados, se advierte de su progresiva destrucción.

El papel de los intelectuales

Tony Judt se lamenta que el papel de los intelectuales haya cambiado. En el siglo XIX fueron las primeras personas interesadas en los movimientos sociales, a finales del siglo XX y en la actualidad los intelectuales se caracterizan “por hablar y escribir a contrapelo de la opinión pública”; según dice Judt en el libro y continúa exponiendo:

“Por desgracia, los intelectuales contemporáneos han mostrado muy poco interés en aspectos clave de la política pública, mientras que han intervenido o protestado sobre temas definidos éticamente en los que las opciones parecen más claras. Esto ha dejado los debates sobre la forma en que debemos gobernarnos en manos de especialistas políticos y think tanks, en los que rara vez tienen cabida opiniones no convencionales y el público queda prácticamente excluido”.


Fuente de la imagen: noticiasuruguayas ; foto libre derechos.

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