El pasado Primero de Mayo
escribía un artículo divulgativo sobre la celebración de esa fecha
como conmemoración internacional del 'Día del Trabajo'. En el
texto, como no, se hace referencia a los 8 mártires de Chicago que
fueron las víctimas más notorias de la cruda represión llevada a
cabo en la ciudad tras las huelgas y manifestaciones obreras
comenzadas el 1 de mayo. Estos anarquistas, socialistas y simples
obreros, todos provenientes del periodismo y su maquinaria (Artes
Gráficas), no murieron en balde, aunque sea frívolo decirlo. Se
consiguieron las 8 horas diarias como jornada laboral e inspiraron a
la Internacional Socialista para fijar la fecha del Primero de Mayo
como día Internacional de los trabajadores.
Casi 150 años después
otros trabajadores, esta vez de la industria textil de Bangladesh,
mueren en un “accidente” laboral habiendo trabajado jornadas de
15 horas diarias, en unas condiciones de trabajo esclavistas y
encerrados en un edificio ruinoso que hacía las veces de fábrica,
almacén y oficinas. El balance de muertos es tremendo, ya son más
de 500 personas las fallecidas en un siniestro ocurrido por las
precarias condiciones laborales en una industria, la más importante
del país, que instala una fábrica textil en cualquier lugar y pone
a trabajar a centenares de personas como hormigas abarrotando la
entrada de un hormiguero.
Las empresas occidentales
del sector textil que subcontratan a manufacturas asiáticas deberían
asumir responsabilidades, no solo en los procesos de producción y
análisis de calidad de estas fábricas, tendrían, sin más
discusión, que asumir como propias las aberraciones que éstas han
permitido. Para reducir costes de fabricación-producción y ajustar
precios de venta al público en Occidente, en Asia se confeccionan
las prendas con materiales peores y empleando una mano de obra
barata, más que barata, de saldo. Para que puedas comprar ropa de
marca a precio de saldo en Londres, París, Roma, Nueva York o
Madrid, los trabajadores que la han cosido ganan al mes lo que te
cuesta un café con leche y croisant a la plancha en
cualquiera de estas ciudades...
En estos casos lo del
consumo responsable resulta una tarea imposible. Es muy difícil, por
no decir improbable, encontrar una marca textil occidental que no
haya utilizado esta mano de obra barata para realizar sus colecciones
de Prêt-à-porter o
su catálogo básico de temporada. Si quieren reducir costes y que
ello repercuta en el precio final, más asequible al bolsillo
occidental, deben hacerlo. Incluso, hay tiendas de bajo coste que
venden todo tipo de prendas por menos de 5 euros; si esas cadenas no
emplearan esa producción barata no podrían fijar esos precios tan
asequibles.
Contando
con que es inevitable el uso de esa mano de obra más barata, lo que
hay que reclamar es una mejora, sustancial, de las condiciones
laborales de estas personas y su entorno laboral. Invertir en esas
mejoras no repercutiría en grandes subidas de sueldo, pero
significaría trabajar en condiciones dignas y seguras. Es lo mínimo
que deberían hacer estas grandes corporaciones por unos trabajadores
que les dan tanto a cambio de tan poco.
En
la prensa occidental se han apuntado tímidas reflexiones sobre esta
tragedia relacionándola con las indignas condiciones laborales de
los operarios y de las trabajadoras del textil. Se han cargado las
tintas contra las injustas leyes laborales y los administradores
bengalíes, que tienen una clara culpabilidad y responsabilidad, pero
se ha dejado en manos de la política de alto gabinete de la Unión
Europea el asunto, para que presione a Bangladesh con revisar los
acuerdos comerciales preferentes, en lugar de instar a las grandes
firmas occidentales de la industria textil a que intervengan más
directamente. Es más frívolo -escandaloso- decirlo aún, pero
parece que los más de 500 muertos del inmueble de la Rana Plaza de
Savar (Bangladesh) sí que han muerto en balde.
Fuente de la fotografía: www.teinteresa.es
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