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| El féretro de Franco camino del Valle de los Caídos en 1975 |
Mediante el concordato firmado en 1953, Francisco Franco dejaba exenta de pagar impuestos a la Iglesia católica. También le ofrecía la potestad de censura, cualquier tema o información que fuese de su disconformidad era eliminado. El llamado Generalísimo o caudillo, daba carta blanca al Vaticano y a la iglesia española para volver siglos atrás en sus privilegios del pasado y hacer otra vez de España la única defensora en Occidente del catolicismo. Aislado el gobierno de Madrid en la posguerra a nivel exterior, el leve hilo de la Santa Sede como lazo con la comunidad internacional era más que aprovechado.
Y esa escenografía de España como espada defensora del catolicismo le vino muy bien al régimen franquista para tener esas relaciones especiales con el Vaticano. Pero sobre todo para reforzar su imaginario interior de vencedora de los enemigos de la Europa cristiana, que en España habían estado representados por el republicanismo de izquierdas. Honrar a los muertos del bando vencedor en la guerra civil era honrar a mártires que combatieron la ola anticlerical que asoló España y el resto de Europa con las revoluciones marxistas.
El Valle de los Caídos (Cuelgamuros) entró, como plato fuerte, en esa escenografía legitimadora del régimen a través de su designio (divino) como defensor de los valores católicos. Ese es su verdadero motivador origen, resultará falso argumentar que Franco lo concibió como monumento de reconciliación de las dos Españas. Así se ha podido demostrar en recientes investigaciones, donde esa supuesta intención reconciliadora era un evidente pretexto ante las críticas internacionales que denunciaban su construcción como mausoleo fascista.
También sería en 1953 cuando Franco rubricó sus negociaciones con la potencia hegemónica del llamado Mundo Libre (EEUU). El otro hilo con el que volver a tejer un traje de presencia de España en el contexto internacional. Fueron negociaciones difíciles, pues Estados Unidos se encontró solo en el interés occidental por garantizarse el apoyo militar español en un posible ataque soviético a Europa. Las opiniones públicas europeas de las democracias más importantes en los años 1950 no deseaban «tratos» con una dictadura tan gris como la de Franco, todavía con una clara vitola fascista para muchos demócratas europeos.
Aunque desde EEUU tampoco había mucha simpatía por estas negociaciones. Empezando por el mismo presidente Truman, que en su fuero interno aún identificaba a Franco con Hitler y Mussolini, compañeros de aventuras fascistas. Además, Truman tenía una honda antipatía hacia Franco. El presidente estadounidense era una persona muy religiosa pero al mismo tiempo muy democrática, no asimilaba esa falta de libertad religiosa tan notoria del Régimen franquista.
Sin embargo, la suerte cambió para el dictador español. Primero con el giro de las circunstancias que llevó a la Guerra Fría, ahora su anticomunismo era un rasgo idóneo para entablar relaciones con el régimen de Franco; luego, la desaparición del mapa político del receloso Truman con la victoria electoral de Eisenhower (general como el dictador, mayor afinidad) en noviembre de 1952, terminaron de encarrilar las negociaciones bilaterales de España con Estados Unidos.
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| Imagen aérea de Cuelgamuros, el Valle de los Caídos |
A día de hoy sigue el debate entre los historiadores de la cuantía económica exacta y de las auténticas contrapartidas que supusieron este acuerdo bilateral, llamado «Pacto de Madrid» (1953). Por parte española lo más evidente fue la concesión (de soberanía territorial) para construir bases militares estadounidenses en España. En el caso americano, y era lo que más interesaba a Madrid, existía el compromiso de inyección de cuantiosos fondos y de créditos monetarios estadounidenses ventajosos para España.
De todas formas, el goteo de tales fondos fue tan lento y tan indolente que cada reunión bilateral se convertía en un calvario para los concertantes. Unos, americanos, porque exigían contrapartidas sociales y «democráticas» cada vez más audaces al régimen, como una mayor apertura liberal del régimen. Otros, los españoles, porque se indignaban ante tanta presión y amenazaban con no permitir las bases militares.
El verdadero motivo de que Franco estuvo enterrado con muertos de los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil
Fue en 1958 que este toma y daca de las reuniones bilaterales llegó a un tenso clímax. En la opinión pública de EEUU comenzó a cundir una campaña antifranquista basada en la desfachatez que suponía dar dinero a un régimen sin libertades que, entre otras cosas, se auto construía una especie de monumento megalómano a su mayor gloria y utilizando todavía presos de guerra y presos políticos, aunque también se hubiesen maquillado en 1953 como trabajadores asalariados de la construcción.
Para rebajar las presiones internacionales contra la construcción de ese monumento fascista, que afectaban a la inyección de fondos de Estados Unidos, el dictador firmó un decreto que convertía esa catedral del nacionalcatolicismo en un «monumento de reconciliación» entre los españoles. Contaría, además, con una amplia zona (basílica y monasterio) como lugar sacralizado. Con ese propósito de emular un templo de reconciliación, se exhumarían miles de cadáveres de ambos bandos, la mayoría sin pedir permiso, y se irían enterrando en las criptas de la basílica.
El gesto pareció convencer al negociador americano representante de Washington. En realidad fue un lavado de cara imitando lo que se hacía en las democracias europeas con los caídos en las batallas más importantes, donde se hicieron campos santos para todos los combatientes. A pesar de la dura campaña en prensa estadounidense a favor de cerrar el grifo financiero a Franco, lo que le hubiera dificultado terminar el Valle de los Caídos, los fondos crediticios americanos siguieron llegando hasta 1963 y el dictador pudo así inaugurar por todo lo alto en 1959 el que luego sería su mausoleo.




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