Churchill y sus sobornos que evitaron España entrase en la Segunda Guerra Mundial

 

Churchill con uno de sus famosos puros habanos

 

 Que el dictador español Franco decidiera que España no entrase en la guerra mundial ha sido un hecho con muchas interpretaciones. Como la más aceptada por la historiografía suele estar que los dictadores fascistas que lo apoyaron durante la Guerra Civil no vieron ni factible ni rentable para su causa la intervención española en el conflicto que asolaba de nuevo Europa. Pero, entonces, ¿por qué tanto interés aliado en evitar esa participación de España en la Segunda Guerra Mundial? Para el líder británico que pilotaba a un imperio en guerra, Winston Churchill, fue un asunto primordial, llevado por el sendero de la discreción aunque demostrando una particular obsesión por conseguir a toda costa que Franco no entrase en guerra junto a Hitler y Mussolini

Los documentos desclasificados por el servicio secreto británico, el MI6, tienen los apuntes detallados de los pagos millonarios a una serie de militares y jerarcas del estrecho círculo de poder del generalísimo Franco. Destaca como el más sobornado el hermano mayor y consejero principal del dictador, Nicolás Franco. Desde luego, los agentes secretos «dirigidos» por el embajador británico en España, Samuel Hoare, sabían a quien dirigirse para comprar voluntades e influir en el dictador español. Qué mejor candidato que el hermano al que escuchaba. 

 Existe cierta ambigüedad en el objetivo principal de este «Plan de sobornos a los españoles», forma de llamar en secreto entre los británicos a esta estrategia urdida por el mismísimo premier Churchill. Se anota en un documento que se pretendía sobornar a una serie de importantes generales del ejército español para que, si fuera necesario, dieran un golpe de Estado contra Franco y restaurasen la monarquía. Ese supuesto se daría si el generalísimo decidiera entrar en la guerra mundial y comenzase por la temida invasión de Gibraltar. El Reino Unido había acordado con la Casa Real española en el exilio que si se diera el caso de volver a Madrid, el rey nunca entraría en guerra contra los aliados. 

Esta interpretación, aunque documentada y defendida por historiadores británicos como Peter Day en su libro Los amigos de Franco. Los servicios secretos británicos y el triunfo del franquismo (2015), genera dudas cuando se conoce el verdadero perfil de alguno de los sobornados y se valora según el contexto de poder de influencias que existía en España en ese año de 1940, que se inician los sobornos. Para empezar, ni el mencionado Nicolás Franco o el general Queipo de Llano, otro de los sobornados, se hubiesen planteado ni por todo el «oro del mundo» desalojar a Franco del poder. 

Incluso en esas fechas de 1940, precisamente, todavía estaban consolidando la opción de poder que habían elegido durante las luchas intestinas de la Junta de Defensa Nacional en Burgos. Opción que no era otra que hacer jefe del Estado a Francisco Franco. Es decir, más bien este historiador británico, Peter Day, viene a argumentar que los sobornos ayudaron a fortalecer y llevar al poder a Franco y sus partidarios.


Nicolás Franco, en el centro de la fotografía con sombrero, fue empleado por su hermano, el dictador, para varias misiones diplomáticas en 1940


 La trama de sobornos planificada por Churchill y sus funcionarios británicos para que España no entrase en el conflicto y llevase a cabo una supuesta «reconquista de Gibraltar» con la ayuda de Hitler, tendría en el fondo una finalidad política. En un país donde habían desaparecido los partidos políticos, la única manera de influir en «posiciones políticas» era atrayendo las corrientes más favorables a tus intereses. En este caso el principal objeto de los sobornos fueron militares con mayores simpatías por los aliados o con conocidas flaquezas materialistas, como era el caso del impresentable Queipo de Llano. Otros «fáciles» sobornados a destacar: el general José Enrique Varela, ministro de Ejército (1939 y 1942), el jefe falangista Valentín Galarza, el general Antonio Aranda, que llegó a ser ministro de la gobernación y el capitán general de Cataluña, Alfredo Kindelán

Se ha contrastado la existencia del «plan de sobornos», pues ya en una investigación de 1997, cuando se descubrieron unos comunicados de la embajada británica de Nueva York durante la guerra, se revelaba que Winston Churchill se había reunido varias veces con el capitán Alan Hillgarth, agregado naval en Madrid y en realidad agente encubierto del espionaje del Reino Unido. Los sobornos se harían con el propósito de influir en los militares críticos con la opción de entrar en guerra junto a un Hitler que estaba conquistando Europa. Ese «romántico» propósito de restaurar la monarquía española era más otorgar al plan un aspecto formal de «trama internacional», porque detrás de los medios usados de sobornar la «influencia política» estaba el fin principal que era militar: conseguir que la Marina Británica siguiera dominando el paso al Mediterráneo, sin el estorbo de una intervención española en el conflicto.

 Para este tipo de planes se necesita gente sin escrúpulos y la hubo por ambas partes. Los británicos no dudaron en usar para esos sobornos dinero de una compañía hispano-británica que llevaba décadas suministrando la red eléctrica de Barcelona, atrayendo a su plan al empresario mallorquín Juan March, el personaje más oscuro de la financiación del naciente régimen franquista. Irónicamente, gran parte de los millones de libras empleados en procurar la «neutralidad» de España en la Segunda Guerra Mundial salieron de los recibos de la luz que habían estado pagando miles de españoles. 

 

Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista

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