Turquía, ¿primavera árabe?


A Turquía se le ponía como referente para las revueltas sociales de los países islámicos durante la llamada ‘Primavera árabe’ y no como foco de tensión. Se decía que el Magreb, Egipto y la península arábiga, lugares principales de las revueltas populares, miraba con atención los logros sociales y económicos de un país, Turquía, que aunque no árabe, sí era una potencia islámica. La combinación entre islamismo moderado y apertura a la modernidad occidental era la fórmula del gobierno de Erdogan que había llevado al país a ser un sólido aliado de la OTAN y miembro aspirante a entrar, de pleno derecho, en la Unión Europea.

¿Qué ha pasado ahora? Cuando todos teníamos los ojos en Siria o, de nuevo, Libia, aparece la modélica Turquía sobre las “tablas” del gran escenario mundial. ¿Por qué? Me he puesto a bucear en la prensa europea y están tan perplejos como este humilde analista bloguero. He preferido buscar traducciones de la prensa turca y quizás, leyendo un par de editoriales del país se pueda entender mejor el asunto. En casos como este es mejor acudir a las fuentes de opinión y líneas editoriales de los medios del país que a las noticias de agencia o de grandes diarios internacionales. El País, Le Monde, The Guardian... a buscarse la vida, que sus corresponsales en Ankara estarán más tiempo conectados a Internet en lugar de acudir a la calle. Dixit.


En una rápida visión del asunto lo primero que llama la atención es que las protestas callejeras y revueltas sociales hayan tenido como espoleta para estallar un caso insustancial de quejas vecinales por el derribo de un parque infantil y la tala de árboles en un barrio de Taksim. ¿Un problema de urbanismo degenera en un conflicto social? Pues parece que la cosa va por el camino de un presidente con despego, lejanía de la realidad social. Es un fenómeno que se da en todas partes, cuando un gobernante lleva mucho en el poder y con mayorías parlamentarias holgadas cree tener carta blanca y gobernar para una realidad construida, “su realidad”.

La desmesurada reacción de la policía turca, usando gases lacrimógenos, para disolver a los manifestantes, ha quitado el ‘tupido velo’ de los ojos de una sociedad turca acostumbrada al saber hacer de su presidente Erdogan, comprobando que su dejadez y poco implicación política han llevado a actitudes cada vez más severas por parte del gobierno, de prerrogativas de control social que a los turcos les “suena” a maneras tiránicas, dictatoriales...

En esencia, según los editorialistas críticos turcos, esa es la clave del estallido social inesperado y sorpresivo en muchas ciudades de Turquía, la sensación de que su presidente está encerrado en su particular “torre de marfil” y que está favoreciendo en demasía posturas islamistas (prohibiciones sobre bebidas alcohólicas), en lugar de seguir por el sendero de la moderación islámica en asuntos políticos. Pero Erdogan está en esa fase de “endiosamiento” de muchos líderes que creen tener siempre la razón y toda además, y la verdad y toda ella, of course... sin admitir ninguna crítica; y quizás, solo quizás, criticar que se derribe un centro cultural en una plaza para construir en su lugar una mezquita bien merece una protesta mayúscula de ciudadanos contrarios a ello en la calle. Es una hipótesis desde un blog, pero vale igual que la que haya leído en la prensa, que conste (mi particular protesta).


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