El Limes germanicus era
la frontera de las fronteras. En realidad la línea defensiva por antonomasia en
el imperio romano, porque el concepto de frontera política es muy posterior, en
la época de formación de los estados-naciones. Era, además de una línea física
de fortificaciones, una sensación, una idea de seguridad, que se quería
transmitir al pueblo de Roma. Preservar al ciudadano romano de lo ajeno, del
extranjero más extraño que no se quería someter y por el contrario deseaba
desplazarse, emigrar hacia el mundo conocido, la civilización próspera y
segura.
A pesar de ser ley de vida en la naturaleza humana, las
migraciones han sido frenadas, controladas o rechazadas a lo largo de la
historia. Los motivos de rechazo siempre giran en torno al miedo. El temor al
extraño y sus verdaderas intenciones sobre lo propio, sobre lo dominado (el
hogar, lo familiar, lo conocido), hacen construir barreras, muros y fronteras
que impidan los desplazamientos hacia el mundo conocido, poseído (soberanías).
Cuando el Estado se convierte en el “mundo conocido” y delimita las fronteras
de su existencia, curiosamente es también cuando más cambiantes pueden ser esas
líneas porque ahora no sólo significan marcación política, también punto de
relación con los vecinos y sus “mundos conocidos”. Una batalla pérdida puede
significar un cambio de límites fronterizos y desplazar a miles de personas.
Hoy en día el fenómeno de la globalización es el que más
bibliografía genera, es el punto de partida para cualquier tesis económica,
social o política. Las relaciones internacionales nunca antes se habían puesto
en la tesitura de tener que contar con la opinión pública de cada Estado para
conformar sus estrategias. Antes los países se relacionaban mediante embajadas
enviadas ex profeso que representaban
a los monarcas o jefes del Estado; en la actualidad, en teoría, la
globalización permite que el ciudadano de a pie tenga mayor información, mayor
conocimiento del extraño, más derechos fundamentales y universales; influye en
el desarrollo económico y en las oportunidades laborales de los habitantes del
planeta.
La 2ª revolución industrial y el desarrollo de nuevas tecnologías
en el transporte nos habría convertido en un solo pueblo, la humanidad
conocida. Pero esta idea no deja de moverse en el terreno de las utopías, como
una realidad que vive inmersa en una dialéctica porque al mismo tiempo que el
mundo se globaliza también se está fragmentando en nuevas fronteras, en nuevos
muros, que no son más que el reverso, la respuesta miedosa y contraria a este
mundo global.
© Gustavo Adolfo Ordoño
Fragmento del trabajo de Máster: análisis del documental “Fronteras, muros y apartheid:
Una cartografía del miedo”; producido y editado por el CEMAV (Centro de
Medios Audiovisuales) para el Canal UNED
2 Comentarios
Creo, Gustavo, que los avances en la Unión Europea, después de la II Guerra Mundial, muestran que algún día podrían desaparecer las fronteras políticas, como ya lo advertía hace más de 80 años el gran filósofo español José Ortega y Gasset en "La rebelión de las masas". ¿Crees tú que lleguemos a ese destino? Entiendo, claro, que a ti y a mí no nos tocará verlo, y menos a mí. Saludos.
ResponderEliminarPues no sé que decirte, Javier, la Unión Europea podría responder a esas realidades utópicas de las que apunto en mi texto, porque si bien puedo ir con mi coche desde Madrid a Riga, pasando por Berlín y Varsovia, sin control alguno de fronteras... pero luego a España por ejemplo, nos ponen de guardianes del Sur, debemos controlar a todo el mundo que venga de África y ahora... de América Latina también, cuando entramos en la UE tuvimos que cancelar los tratados bilaterales que permitían a todos los hispanos venir sin visado y como a su segunda casa... nos obligan a ser la frontera del sur de Europa...
EliminarGracias por la lectura, un cordial saludo!