Guerras de África: 'Melilla en guerra'(1909)


Las guerras de África son un capítulo de la historia española que pasa siempre muy rápido o de “puntillas”, como no queriendo hacer ruido, en los manuales y libros de texto. Durante la dictadura de Francisco Franco se produjo la última guerra que se puede considerar colonial, la de Ifni-Sahara (1957-58); sin duda la más ninguneada y olvidada de todas. Sin embargo, desde el mismo inicio del siglo XX, que es cuando se hacen efectivos materialmente los tratados que repartieron el territorio africano entre los europeos durante el siglo XIX, se vive en la zona en un constante conflicto. Se van desencadenando campañas militares y guerras que a nivel bélico quizás no sean espectaculares, pero que en cuestión social y política resultaron más significativas y traumáticas de lo que parecen a una simple mirada.

 La conocida como «Guerra de Melilla» ha pasado desapercibida en el elenco histórico de guerras y batallas del ejército español. En realidad este conflicto tiene muchas vertientes que influyeron de forma notable en el devenir histórico del recién comenzado siglo XX en España. El hecho de que a esa guerra fuesen únicamente los “mozos” (jóvenes) de origen humilde, los pobres, puesto que los hijos de burgueses y ricos se libraban pagando una exención, supuso el detonante más claro de las revueltas en Cataluña, que desembocaron en la conocida como «Semana Trágica de Barcelona».

Un desquite imperial


El antaño glorioso ejército español, batallador en medio mundo, acababa de sufrir una humillante derrota en la Guerra de Cuba ante el poderoso contingente norteamericano de Estados Unidos, que ayudó a los independentistas en la derrota militar española definitiva. Los jerarcas militares españoles necesitaban demostrar al mundo que seguían estando “en forma”, que se debía contar con España como otra potencia militar europea más. El mejor lugar para el desquite era combatir y dominar al (en apariencia) frágil enemigo rifeño, rebeldes de la zona norte del Marruecos controlado por España y Francia.

Las ciudades españolas norteafricanas de Ceuta y Melilla  habían sufrido a lo largo de los siglos asedios y ataques de los norteños, beréberes, pero también de las tropas de los diferentes sultanes de Fez cuando las relaciones eran tensas. El año 1909 se inició con varias escaramuzas y atentados de los hombres del rebelde más activo, Bu Hamara El Rogui, que desde 1902 pretendía ser el líder del Rif frente a los nobles de origen berebere fieles al sultán marroquí. Al final Bu Hamara jugó con dos barajas y llegó a ser interlocutor con los españoles, viéndose beneficiado en los incipientes negocios de minas y del ferrocarril de la zona.

Desastre en el «Barranco del Lobo» 


Las cabilas rifeñas no toleraron esa actitud traidora de Bu Hamara que monopolizó la entrega de concesiones mineras a la Compañía Española de Minas del Rif. Finalmente le apresaron, llevándole ante al sultán para ser juzgado por corrupción. Contrarios a las explotaciones mineras, el 9 de julio, en las primeras horas del día, rebeldes rifeños atacan al grupo de trabajadores españoles que en Sidi Musa construían un puente para el ferrocarril minero. Mueren 6 obreros y uno queda herido.

El gobierno de Maura no era partidario de intervenir, fueron las presiones de los accionistas de la empresa minera (entre los que había personajes de la alta nobleza) las que le obligan a hacerlo. Se decreta la llamada de los reservistas. Padres de familia pobres se rebelan en el muelle de Barcelona, es la Semana Trágica de Barcelona, del 26 de julio al 2 de agosto. En Melilla las tropas que la defienden son escasas, se necesitan refuerzos, que llegan el 19 de julio cuando la ciudad es casi cercada.

El comandante de la Plaza (Melilla) era el general Marina, que fue nombrado jefe del Ejército en Operaciones. Tuvo la idea de crear un perímetro de seguridad entorno a la ciudad y sacó al general Pintos Ledesma con la brigada de cazadores de Madrid para controlar los pasos de los barrancos del Lobo y de Alfer. Pintos se precipitó, no esperó a la cobertura artillada y desde las posiciones elevadas del barranco del Lobo tiradores rifeños cometieron una masacre. Murió el mismo general Pintos, pero a diferencia de lo publicado en plan sensacionalista en la época, con más de 1.500 muertos, las cifras consensuadas por los investigadores hablan de 153 muertos en campaña y 500 heridos.

Contraofensiva y victoria más simbólica que real


El propio general en Jefe, Marina, debe ocuparse del repliegue; esta vez con el apoyo artillado se realiza con éxito y se para el avance rifeño. Mientras en España las noticias de los fracasos y muertes de soldados encrespan más los ánimos populares. La figura del rey Alfonso XIII es criticada no solo por republicanos y socialistas, se les unen también los liberales moderados. A pesar de las protestas los refuerzos continúan llegando a Melilla, que ya cuenta con un ejército sólido de casi 40.000 hombres, piezas potentes de artillería y buques de guerra para el apoyo desde la costa a la infantería.

El monte Gurugú, que domina toda la ciudad, es tomado a finales de agosto. La amenaza contra Melilla se disipa. De todas formas no se plantea una incursión profunda en el territorio del Rif. Se trata de una campaña de contención. En octubre se aprecia el cansancio de los rebeldes beréberes y el general Marina decide negociar con los notables rifeños. Estos aceptan el acuerdo de paz en diciembre de 1909. La guerra fue corta, pero supuso unos 1.000 muertos y más de 3.000 heridos entre las tropas españolas. De las bajas rifeñas no se tienen datos.

Esta Guerra de Melilla significó la caída política de Antonio Maura, que tenía el favor del rey Alfonso XIII hasta esa desastrosa campaña norteafricana. Pero significó también la antesala de una guerra más trascendental y muy larga, la Guerra del Rif de 1912 a 1927, que sirvió de escuela militar para los «militares africanistas»  que en 1936 darían el golpe de estado contra la II República.



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador


Fotografía ya de dominio público obtenida en: 

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5 Comentarios

  1. Estimado Gustavo A. Ordoño:

    Su página resulta verdaderamente interesante y aborda periodos y detalles que no gozan de una difusión demasiado «generosa» por parte de medios de comunicación y, como apunta en diversos artículos, en la enseñanzas colegiales. Enhorabuena por la bitácora.

    Dicho esto, me gustaría puntualizar el párrafo siguiente:

    «El antaño glorioso ejército español, batallador en medio mundo, acababa de sufrir una humillante derrota en la Guerra de Cuba ante el poderoso contingente norteamericano de Estados Unidos, que apoyó a los independentistas.»

    Bueno, realmente el ejército yanqui no tuvo ninguna intención de apoyar a ningún independentista, ya que más que nada, lo que se llama movimiento independentista cubano era algo residual (en Filipinas tenía mayor dimensión, aunque habría que revisarlo con detalle), capitaneado por cuatro exaltados burgueses contaminados por las ideas de los masones que les vendían la moto a los negros proletarios como una lucha por la libertad que jamás llegaría. Es decir, el mismo cuento de Bolívar, Miranda, San Martín, Iturbide o Vicente Guerrero, pero por las fechas, ya muy trasnochado y casposo. Como se sabe, todos esos luchadores por la libertad lo que llevaron a Hispanoamérica fue una sucesión de guerras civiles, dictadores y ladrones blancos que explotaban a la población humilde antaño protegida por las leyes españolas: indígenas, pardos y clases mestizas.

    Por lo que se refiere a la humillante derrota, cabe decir que enviar dos flotas no tan desfasadas como se quiere hacer creer sin planes estratégicos por parte del ministerio de Marina y de Ultramar, y sin ninguna orden clara de actuación, salvo salir de Santiago para la carnicería de Cervera y sus marineros... En fin, canta por soleares que Sagasta y compañía se forraron de arriba abajo con dólares yanquis con esa farsa de operación militar. Cuando pudieron operar con un plan, al menos táctico, se dieron combates con resultado de victoria para España. Esto en mar.

    Casi ni merecen mención en la guerra los combates de Guásimas, Lomas de San Juan, El Caney, o Fajardo en Puerto Rico... Cuatro combates que no merecen integrar la denominación de «guerra». Ni que decir tiene de la vergüenza de rendición arreglada de Manila, otra farsa lamentable de los vendidos del gobierno.

    Por último, me gustaría puntualizar que nada de apoyo a los independentistas. En todos los frentes, los yanquis no pretendieron ayudar a los independentistas, sino convertirse en potencia colonial (con ciudadanos de primera clase yanquis, y el resto de segunda clase, explotada) robándole a España esos territorios a cuyos habitantes denominaba ciudadanos españoles, no habitantes coloniales ni denominaciones que cataloguen a los naturales como inferiores. El hecho flagrante de ese no apoyo a los «independentistas» es Puerto Rico, hoy Estado Asociado a EE.UU.

    Por tanto, cuidado con las formulaciones «progres» de las guerras, que no se ajustan en absoluto a la realidad y que tienden a poner a España como culpable, sucia e inmoral, cuando realmente se ocupaba de defender sus territorios nacionales y su prestigio internacional. Una responsabilidad tradicional y legítima de toda nación.

    Aunque he leído varios libros, cito sobre todo el de la Guerra del 98 de la editorial Nowtilus.

    Muchas gracias por su atención. Reitero mis felicitaciones por su bitácora y tiene en mí un lector que intentará ser asiduo.


    Saludos cordiales,
    Paco

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    1. Pues antes que nada, muchas gracias por el buen comentario sobre la bitácora y por declararse lector y que intentará seguir siéndolo, espero no defraudar sus expectativas.
      Por otro lado, su apreciación es correcta en cuanto que expone los verdaderos intereses estadounidenses sobre las últimas colonias españolas (provincias de ultramar es más correcto, pues nuestro imperio no fue un imperio al uso y modelo anglosajón, es cierto), que fue evidente no era un apoyo moral y de derecho a la independencia; sin embargo, lo veamos así no resta veracidad en que recibieron apoyo, militar y diplomático, para conseguir su propósito, que era la independencia que ya tenía un proceso, un “histórico” precedente claro que fue la “Guerra de los Diez Años” (1868-1878; primera guerra de independencia en Cuba, que suele olvidarse), lo que demuestra que no era cosa de “cuatro” abolicionistas vendedores de ilusiones...

      Esa es mi principal apreciación a su comentario, lo que se une, aunque es menos importante, el que considere que es un error motivado por una visión “progre” de las guerras. En realidad, defendiendo la “esencia” de Pax augusta, más que una línea progre sobre la reflexión de las guerras esos posibles errores de apreciación los motiva su carácter “pacifista”, o más bien, más correcto decir, su deseo de difundir la Cultura de la Paz.

      Muchas gracias, Paco, y bienvenido a ésta, que es también su bitácora; un saludo muy cordial,
      Gustavo A.

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    2. He realizado, a raíz de ese antiguo comentario, una revisión del texto. En lugar de decir "apoyo", se detalla ayuda estadounidense que supuso la derrota militar española definitiva, en unas guerras de independencia de Cuba que no eran tan insustanciales como argumentaba ese lector. Gracias por vuestras lecturas!!

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    3. Estimado Paco. En relación a su comentario sobre los impulsores de la liberación del yugo colonial español en Hispanoamérica (Bolívar, San Martín entre ellos), es cierto que atrás de los ideales abstractos franceses y norte-americanos estaba la presión por el libre comercio de Inglaterra para destronar el monopolio comercial de Cádiz, y empujando todo el asunto y siempre contra España, ya se sabe. Pero creo que hablar que las razas originarias y africanas estaban protegidas por "la letra" de las leyes españolas de Indias es olvidarse de lo trágico y aberrante que fué el sometimiento de los originarios, con la espada o con la Biblia, pero a palos siempre. Y los Jesuitas, que hicieron algo mas humano y constructivo, no le fueron funcionales a la Corona y los expulsaron encima. Instituciones como la Encomienda y la Mita, y también los Yanaconas no creo que fueran precisamente un elogio a la libertad con la humillación que significó el vasallaje en toda la historia colonial. La ignorancia de los pobres sometidos al tener una esperanza de algo parecido a la libertad, aunque después los dejara como parias civiles hasta que la realidad los acogiera con el tiempo, era una posibilidad de algo mejor, y sabemos que la esperanza es lo último que se pierde. Ese motor llevó a miles de originarios a pelear en las guerras de la Independencia en América. Soy descendiente de gallegos y andaluces por mi lado materno, siendo mi bisabuela la que escapó desde Málaga de la leva de los pobres durante la década de 1910-20 para salvar a su único hijo varón, o sea que la Guerra de Melilla marcó el origen de lo que soy hoy día. Cordial saludo y agradecido por su aporte.

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    4. Estimado Fernando D'Abramo:

      He aprobado su comentario que, en realidad, es respuesta a otro comentario del lector Paco, porque se atiene a las normas básicas de civismo y educación que pido para ellos. No obstante, advertir que el texto es de hace casi ¡5 años! No sé si va a tener respuesta o replica. Si fuese así, espero que próximos comentarios sigan en esa línea tan correcta.

      Si puedo hacer de moderador, creo que Paco incidía más en que una parte de mi texto podía hacer ver que España era una potencia colonialista, con un ejército tirano usado para mantener subyugada a los "originarios" (término algo extraño, hay nativos y criollos, términos más correctos), y que algunos de éstos con ideales independentistas pidieron ayuda al libertador ejército de EEUU... en esa parte le di la razón y corregí algo el texto. Sin embargo, ambos, usted sobre todo, cometen errores de contexto temporal. "La Guerra de Melilla" está en el contexto de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, fuera de las emancipaciones de los libertadores americanos de principios del siglo XIX. En esos años entre el XIX y el XX, Cuba, Filipinas y Puerto Rico, habían pasado a ser administraciones españolas con el mismo rango que la Málaga de donde proceden sus raíces españolas. Es lícito el reproche que me hacía Paco, porque España tenía el derecho a mantener y proteger esas tierras aunque fuese por los medios "tiranos" de una guerra contra los independentistas y guerra desigual contra la potencia (EEUU) que quería la dominación geopolítica de la zona.

      Gracias por su comentario e, imagino, lectura de la web.

      Gustavo A. Ordoño
      Editor de Pax augusta

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