Captura de vídeo: Malala recibe Nobel de la Paz |
Los premios Nobel no suelen dejar
contentos a todo el mundo. Quizás los de Física y los de Química que tienen
ganadores a los que solo conocen su familia a la hora de comer, pues suelen
otorgarse a una comunidad científica que puede gozar de prestigio, pero de
escasa popularidad. La notoriedad científica queda ceñida al círculo limitado
de los hombres y mujeres de Ciencia. No ocurre eso con el Nobel de la Paz. Tan controvertido muchas veces como que se otorga a dirigentes que han tenido que liderar una guerra. Este año, aunque los habrá
críticos (hay gente pa tó, como diría el castizo), el premio
se ha concedido a una niña, Malala
Yousafzai, que salvó la vida tras un ataque de los talibanes y superó el
estigma de ser marcada como enemiga del Islam radical por su lucha a favor de
la normal escolarización de las niñas en la región donde vivía, frontera entre
Pakistán y Afganistán.
Con apenas 11 años escribía un
blog en lengua urdu (oficial en Pakistán) denunciando el acoso diario de los
integristas a las niñas que acudían a las aulas. Las condenaban al infierno y
las amenazas pasaron a ser mortales cuando dispararon al salir de su casa a Malala; una bala en la cabeza que le
obligó al exilio en Londres. Tras una operación médica complicada en Reino
Unido para mejorar su salud y reconstruir parte de la cara dañada, Malala y su
familia pidieron la residencia, asilo político, en Londres. Dos años largos
después por “su lucha contra la opresión de los niños y los jóvenes y por el
derecho de todos los niños a la educación”, según el criterio del Comité Nobel Noruego, la joven
pakistaní recibe el Premio Nobel de la Paz que el año pasado ya estuvo a punto
de conseguir.
En la edición 2014 el Nobel de la
Paz está compartido con el activista indio Kailash
Satyarthi, un ingeniero que lleva más de treinta años combatiendo la
vergüenza de la explotación infantil, luchando contra las empresas medianas y
pequeñas de Asia que emplean habitualmente niños, pero también contra las
grandes corporaciones multinacionales que, mirando para otro lado, consienten
que sus productos sean fabricados por mano de obra infantil explotada y
maltratada.
Los niños deben estar en las
escuelas, derecho fundamental; ese ha sido el motivo determinante para el
Comité noruego de los premios a la hora de conceder el galardón compartido por
un activista de la India y una joven de Pakistán, un guiño diplomático a dos
países enfrentados en numerosos conflictos fronterizos y culturales. No en
vano, el Nobel de la Paz es el único que no se da en Suecia y habla de las
relaciones entre dos países, Noruega y Suecia, que antes estaban unidos en un
solo. Alfred Nobel dejó dicho que ese premio se otorgase en Oslo para
“recordar” la paz que debía existir entre las dos naciones.
El Nobel de la Paz a Malala Yousafzai y a Satyarthi ha querido coincidir con el
Día Internacional de la Niña este pasado sábado 11 de octubre, dando más
significado al galardón concedido a Malala. Los niños son la fragilidad del
mundo y, al mismo tiempo, la fortaleza del futuro, que cuando se pone en
femenino, las niñas, se hace más futuro si cabe. La debilidad de la infancia se
hace muy patente cuando la violencia se ejerce contra las niñas, pues muchas
veces forma parte de una violencia habitual contra la mujer que se ejerce en
sus países. La adolescencia de las niñas debe servir para fortalecer el carácter
y dotar a esas próximas mujeres de herramientas contra esa violencia; ese fue
el objetivo de la ONU en el Día Internacional de la niña y Malala es una
adolescente que servirá de “nobel” ejemplo para el resto.
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