Pax americana, la Pax augusta que da nombre al blog, ¿llega a su fin?

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    Supongo que algún lector se ha preguntado por qué bauticé al blog y luego a la web con el clásico y pedante nombre de Pax augusta y haya pinchado en el enlace que intenta explicar qué es y quién hace esta publicación digital. Si se ha leído el comentario donde explico el título de la bitácora, quizás siga insatisfecho o confuso, porque usaba el símil de la Pax Augusta para referirme a dos periodos muy contemporáneos: a la Guerra Fría y al fin de esa etapa con la caída del Muro de Berlín. En mi opinión, el símil se puede hacer en ambos casos porque en uno se trataría de una «paz» dentro de cada bloque ideológico y de cada sistema social, y en el otro caso de una «pacificación» interesada (auge del capitalismo) propiciada por la hegemonía de uno de los dos sistemas, el occidental, en un mundo cada vez más globalizado.

El término acuñado por muchos analistas políticos e historiadores de Pax americana, que alude al periodo que se inicia en 1989 con la caída del «telón de acero» (Muro de Berlín), estaría más cerca de mi idea y del nombre inicial del blog. Es algo cierto, aunque prefiero no dar todo el protagonismo a Estados Unidos (EEUU) y hablar de "Pax Occidental" más que únicamente "Pax Americana". Es así por una cuestión de línea editorial y argumental, la bitácora lo expone al decir que es un «estudio de las civilizaciones». Aclarado, o intentado aclarar, este asunto de la metáfora "Pax agusta", iré al nudo del tema que deseo plantear en este texto. ¿Estamos en el "después" de la Pax americana?

 En el ámbito académico, universitario, en el intelectual y político de EEUU, comienza a verse esta cuestión como primordial para trazar las líneas de la política internacional de la primera potencia mundial. Cada vez es más evidente el declive del poder estadounidense en el mundo porque los principales conflictos no dejan lugar al intervencionismo militar clásico, como ocurrió en Afganistán e Iraq. Impensable una intervención militar estadounidense directa en Ucrania o en Siria (no cuentan los bombardeos realizados con otros aliados). El mismo Obama, y luego el singular Trump con sus particularidades, tuvieron como presidentes de la primera superpotencia mundial y jefes de las fuerzas armadas más poderosas del mundo que asumir no poder tener la baza del intervencionismo directo

Pero los discursos con retórica como «declive de poder» o tender a un nuevo «aislacionismo» (ocuparse sólo de lo fundamental a sus intereses) de los Estados Unidos no nos engañen. La potencia norteamericana sigue siendo el líder mundial en lo militar, tecnológico, empresarial sin un competidor que le pueda hacer sombra en el global de esas facetas. Sin embargo, como dice el analista estadounidense Bruce Jones en su último libro, «liderar no es dominar». Las relaciones de poder y dominio mundiales ya no son tan claras ni unilaterales. 

Rusia domina la geopolítica del conflicto ucraniano, China impone su influencia en los conflictos asiáticos (Extremo Oriente). En las «zonas calientes» de Oriente Medio, la región donde operaba hasta hace poco el llamado Estado Islámico, el dominio se diversifica siempre en un «avispero»y ya sabemos que las avispas no tienen reina. Por otro lado, en el continente que comparten los estadounidenses con millones de personas, América, el dominio del subcontinente latino ha escapado del control absoluto estadounidense con la emergencia de países como el Brasil del socialismo pragmático (luego del populismo nacionalista) y la Venezuela del socialismo bolivariano.

¿Cómo enfrentarse EEUU a esta nueva realidad? Damos por supuesto que debe hacerlo desde una «postura de fuerza», de dominio unipolar; o desde una mesurada posición (aislacionista) de poder principal que sólo intervenga en cuestiones graves y con aliados que respalden y legitimen su dominio. Suele ser el «debate existencial» tenido en las Administraciones de Washington durante las últimas décadas. Y, en el fondo, es la premisa esencial que la política exterior de EEUU ha tenido que valorar desde el fin de la Guerra Fría

En su momento, el presidente Obama influenciado por una tercera vía o corriente de acción internacional observada también en su país (el Soft Power), reconoció que las mejores opciones estarían en la búsqueda de la cooperación internacional. Que fuera lo más multipolar y completa posible para la resolución de las crisis más graves y generales que se dan en el mundo. Eso pasaría por asumir que quién domina el mundo es la llamada entropía, una «desorganización organizada» creada por la globalización. 


Es probable que tengamos que buscar un nuevo símil, basado en la primera idea de Pax Augusta, algo así como estamos en la era 'Pax Global" o la "Pax Orbi"... pero de momento, no cambiamos el nombre del blog o de la web



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