Libia y los 'nuevos bárbaros' a las puertas de Europa

Libia, a las puertas de Europa


 Si simpatiza con movimientos anticapitalistas radicales, odia a Occidente, envidia al idealizado bienestar de Europa y ha llegado a cuestionarse las acciones terroristas de esa banda asesina, grupo escindido y radicalizado de Al-Qaeda, que gusta llamarse el Estado Islámico, pero que los verdaderos musulmanes de bien llaman Daesh, no siga leyendo este texto. Vamos a llamar asesinos responsables de todos sus crímenes a esos supuestos milicianos islamistas y a pensar muy en serio en que las fuerzas de seguridad europeas, incluso sus ejércitos, y la OTAN se planifiquen para intervenir en Libia si las amenazas del Daesh contra Europa se materializan o, incluso, si siguen asesinando  a personas en suelo libio. La aviación egipcia lo ha hecho para vengar el asesinato de 21 coptos y ningún "debate moral anti-intervencionista" se ha abierto.

La muerte de Gadafi, linchado y humillado por una turba de ciudadanos libios, con la funesta ironía histórica de ser tan similar a la que sufrió el verdadero fundador de la Libia moderna, Mussolini, no acabó con la guerra civil que sufría el pueblo libio. La relativa “calma tensa” durante 2012 y 2013 entre los heterogéneos milicianos armados, islamistas o nacionalistas, que ayudaron a los “rebeldes” de Bengasi a derrocar a Gadafi, se convirtió en un nuevo conflicto civil que fragmentó en diversas facciones al país. Entre los actores bélicos ha irrumpido con su estilo bárbaro y cruel el inicialmente llamado ISIS (siglas del Estado Islámico en inglés). La población civil libia también es su objetivo, por lo que sería legítimo volver a pensar en “intervenir” en ese desintegrado Estado libio.

En realidad, en la guerra que derrocó a Gadafi las fuerzas occidentales se limitaron al apoyo aéreo, la entrega de armas y el asesoramiento militar. La criticada e impopular intervención directa de tropas de la OTAN no se produjo, más que nada porque pronto se vio la incapacidad del ejército libio para mantener al régimen en el poder, empezando por la deserción de la mayoría de los militares y de sus mejores generales, como el actual líder de Operación Dignidad, el general Jalifa Hartar, que ya intentó un golpe de Estado en febrero de 2014. Al dictador le derrocó una turba popular, que no el pueblo, lo que ejemplifica cómo quedaría el país tras su muerte, como un mosaico de numerosas “turbas” enfrentadas.

Hacer un análisis detallado de los contendientes en esta prolongación o nueva guerra civil llevaría mucho tiempo y espacio, por de pronto hay 5 frentes abiertos, siendo el principal el de la lucha por el control de los pozos petrolíferos...que hace sacar a las potencias occidentales su lado más materialista, preocupándose más por esta cuestión crucial para la economía que de las graves crisis sociales y humanitarias que se viven en Libia.

Imagen obtenida en www.politicaexterior.com
Para colmo de lo desconcertante, los bárbaros del Daesh están aprovechando esos “ríos revueltos” para conseguir su notoriedad del terror a las puertas de Italia (Sicilia) y de Malta (Europa, en definitiva). La insensibilidad europea ante la grave crisis humana que ya se vislumbra en Libia, con miles de libios forzados a la emigración ilegal cruzando el Mediterráneo huyendo de la guerra y de los terroristas, debería transformarse en atención sincera sobre un problema más grave que un asunto de irregular inmigración masiva.


En Libia quedó todo por hacer, ni llegó la democracia, ni se estructuró un Estado...no es cuestión de prepotencia europea, ni neocolonialismo, existen unas responsabilidades históricas y políticas en Libia que la Unión Europea y su “inseparable” amigo Estados Unidos (uno de los primeros ‘desembarcos geopolíticos de marines USA’ fue a principios del siglo XIX en Libia) deben asumir cuanto antes.


Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador


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