El pasado domingo 1 de marzo el
presidente del Uruguay, José -Pepe-
Mujica, dejaba su presidencia al nuevo dirigente de izquierda, Tabaré
Vázquez, que había ganado las presidenciales de octubre-noviembre pasados
al frente del mismo partido de Mujica, el
Frente Amplio. Un grupo de partidos
de la izquierda uruguaya unidos y con las ideas claras, que acabará siendo
la envidia de otras izquierdas y que debería servir de ejemplo en España para constituir otros frentes
progresistas, pues éste hace una década consiguió
vencer el bipartidismo de los históricos Partido Colorado y el Nacional.
Su programa político gobernará en
el país iberoamericano por otros
cinco años, serán 15 años de izquierda (Tabaré
ya gobernó de 2005 a 2010) que presupone mantenga el progreso social del país, un Estado del Cono Sur entre los dos
gigantes, Brasil y Argentina, que
por fin está en el mapa, gracias a “Pepe”. Aborto,
despenalización de la marihuana, matrimonio gay...son políticas de gran
vistosidad cara a la imagen exterior de un país
latinoamericano, pero el trabajo de Mujica no se limitó a estas modernizadoras medidas sociales; la lucha
contra la desigualdad social y económica
ha sido su principal campo de batalla, logrando victorias palpables con el
crecimiento económico uruguayo (superior a la media de la región).
Tabaré Vázquez seguirá con “más izquierda”, pero el talante y las
maneras serán muy diferentes. Pepe
Mujica es incomparable e inimitable. Cuenta que en su visita a España se alojó en un palacio (imagino que sabrá que
era el Pardo, residencia del dictador
Franco, usado ahora para alojar a los jefes de Estado que nos visitan) y que el
entonces rey Juan Carlos le comentó
que le gustaría visitarle en su “famosa”
chacra (casa de campo) de las afueras
Montevideo. Quedó prometido y como caballeros de palabra, estos dos señores
a punto de ser octogenarios, se vieron en la chacra de Pepe.
El rey padre, Juan Carlos I, desde su abdicación en
su hijo, Felipe VI, tiene un extraño
papel entre embajador superior y jubilado venerable testimonio de la historia
reciente. Parece que Iberoamérica seguirá siendo su “reino” y que hará el papel
de diplomático representante
extraordinario del Estado español, no en vano se trata del ex patrimonio
americano de la Corona española, por lo que a nivel histórico y cultural el
puesto le viene al pelo, aunque para representar a la actual España, una
democracia europea y una sociedad moderna, ese papel representante desentona más.
Al igual que en España, muchos latinoamericanos ven y verán al rey Juan Carlos como
parte del pasado.
La imagen de los dos ex jefes del Estado, un rey de una dinastía milenaria
y un ex guerrillero izquierdista, sentados en uno de los jardines de la
chacra de Mujica ha sido el colofón a una forma de ser presidente y de ver el
mundo tan particular. Juan Carlos I sentado en un banco hecho con chapas de botellas, Mujica y su mujer enfrente,
en modestas sillas, cuando en cualquier palacio presidencial latinoamericano,
buscando un poco, se puede encontrar una silla
Luis XV, ex patrimonio de la
Corona y ahora de los Estados constituidos tras las emancipaciones americanas. Pero
a Pepe Mujica le preocupó más los achaques del rey y le sentó
en el primer asiento disponible que
encontró.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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