Grecia, la tragicomedia europea


Cuenta una de las muchas historias del foro de Roma que un patricio con aspiraciones a senador se dejaba aconsejar por un esclavo de origen ateniense. En realidad era muy común entre la casta política de la vieja república romana contar entre sus siervos con maestros griegos y secretarios macedonios para llevar sus casas. Si un general macedonio fue el mejor asesor del grande entre los grandes, Alejandro, pues un pater romano no iba a ser menos. Lo que ocurre es que este notable de las familias romanas llamado Quinto Máximo no movía una ceja sin el consejo de Sófakis, que así se llamaba el esclavo griego.

Los dos hombres paseaban por el ágora romana cuando se cruzaron con el senador Mentilio, este tribuno había sido general de la legión conocida como germánica por haber contenido a estos bárbaros en las limes del norte. El esclavo griego agachaba la cabeza mientras los dos hombres intercambiaban parabienes sobre sus respectivas casas familiares, sólo si su amo, Quinto Máximo, se lo permitía, Sófakis levantaría su mirada y se incorporaría a la charla. La ocasión no iba a tardar en darse.

_ ¿Y cuál creéis que es la mejor tragicomedia escrita hasta ahora? Estoy pensando en financiar la próxima función en el teatro y así tener más votos de las familias que aún no ven con buenos ojos que un hispalense llegue al senado -el amo de Sófakis hizo esa pregunta con el propósito, nada oculto, de ganarse el favor del tribuno.

_ Menuda cuestión me planteas, Quinto; soy un viejo militar al que importa más el aburrimiento de una guardia en los muros de Germanía que las frívolas historias de poetas. ¿Por qué no se lo preguntas a tu siervo, no es griego?

Sófakis no esperó al permiso de su señor para levantar la vista y ver a los dos hombres con cara expectante, primero enfrentó sus ojos oliva al tribuno y un instante después escrutó el pensamiento de su amo analizando, como otras tantas veces hizo, el semblante que poseía.

_ Ya has oído, griego engreído, cuál sería la obra mejor a representar. Piensa bien lo que dices, no te dejes llevar por filias a patrias perdidas o por pasados años de esplendor muerto.

Sófakis hizo algo que sorprendió a los dos patricios, les rodeó caminando con los brazos abiertos, ejecutando una vieja danza de su tierra. Cuando volvió al punto de partida y contempló el gesto contrariado de los romanos, imitó el movimiento de desenvainar una espada que dirigió al cielo y con la voz más solemne que pudo poner clamó: ¡La mejor tragicomedia, mis señores, está por escribir!



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador

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